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Oct

2018

Premio Espíritu Andrés Concha 2018: “El Hogar de Cristo beneficia a unas 100 mil personas cada año”

Por segundo año, la SOFOFA entregó la distinción que premia a la persona que inspira en cuanto a excelencia profesional en su campo, su vocación de servicio público, capacidad para escuchar y generar un diálogo constructivo; en particular, con mundos distintos al propio. Este reconocimiento recayó en el ingeniero y poeta que administra la causa del padre Hurtado.

Por Comunicaciones Hogar de Cristo

“Recibo este premio con mucha alegría y agradecimiento, pero también con responsabilidad por los objetivos que tiene y por los criterios de asignación. Reconoce valores que Andrés Concha practicó en vida como el diálogo, la capacidad de escucha y de generar puentes entre distintos mundos. Me identifica por la forma en que entendemos el Hogar de Cristo, que es el encuentro entre mundos diversos: la academia, el estado, la sociedad civil organizada y las empresas, con el objetivo de devolverles la dignidad a los pobres promoviendo trayectorias de inclusión y transformando las conciencias”, dijo el director ejecutivo Juan Cristóbal Romero Buccicardi (44) luego de recibir esta distinción.

Lo que más le estimula es saber que la causa del Padre Hurtado no sólo se ha consolidado sino que se proyecta a nivel país: “La solución a la pobreza no pasa por ideas iluminadas, sino que va a provenir de fórmulas que combinen todas las miradas, incluido el mundo de la pobreza, el que generalmente es postergado a la hora de diseñar políticas y programas”, agregó.

Juan Cristóbal Romero estudió ingeniería civil en la Universidad Católica y un máster en Administración Pública en la Universidad de Harvard. Se vinculó al Hogar de Cristo desde que era estudiante universitario primero como voluntario y, al egresar de la carrera, entró a trabajar como coordinador del voluntariado.

“Era un joven muy sensibilizado frente a la injusticia y existían distintas maneras de enfrentarla: la indiferencia, la rebeldía o hacerme parte de la solución. Opté por ésta última y escogí el Hogar de Cristo porque no existía un mejor espacio en todo el país. Era y sigue siendo una institución líder en materia de superación de pobreza. Lo comprobé al momento de ingresar, recién ahí me di cuenta de la envergadura de la causa y de la proyección que tenía”.

El jesuita Felipe Berríos y Benito Baranda fueron sus mentores. “Me orientaron a incorporarme en vista de las inquietudes que tenía. Lo que yo quería era dedicarme de lleno y contribuir con mis conocimientos de administración e ingeniería”, dice.

Estaba recién casado cuando le ofrecieron ir a hacerse cargo de la filial de Chiloé. Sus labores consistían en acompañar todas las operaciones del Hogar de Cristo en Quellón, Castro y Achao, también de los programas de adulto mayor, de infancia, hospederías, residencia para personas con discapacidad mental, animar a los trabajadores y al voluntariado, comprometer a las empresas en pleno boom de la industria salmonera en la zona, organizar las cenas Pan y Vino, renovar el Consejo, vincularse con las autoridades locales. “Era prácticamente hacer lo mismo que hoy estoy haciendo, pero en un radio de acción más limitado. Fue conocer al Hogar de Cristo en terreno, un privilegio del cual aprendí mucho, porque tuve contacto con personas de más experiencia y con un carisma muy fuerte”.

FONDO ESPERANZA: EMPRESA B PIONERA

Después de dos años y tras nacer la primera de sus cuatro hijos, volvió a Santiago para fundar en 2001 un proyecto que hoy lo llena de satisfacción: Fondo Esperanza. Con no más de cuatro personas a su cargo, después de 14 años en los que fue su gerente general (2001-2014), es hoy una institución con 600 trabajadores, 117 mil emprendedores y 54 oficinas.

“Agradezco mucho la oportunidad que tuve de fundar una institución con un impacto enorme. Fue una experiencia en la que viví todos los ciclos propios de echar a andar algo nuevo: desde las crisis y las frustraciones, las dificultades y oposiciones ya que implicaba prestar dinero y después exigir su devolución, hasta crear grupos de créditos entre personas que se co-avalan entre sí y de alguna manera suponer que la solidaridad entre ellos iba a ser la manera de garantizar la devolución de los créditos. En la práctica, fue dando frutos y opera en base a la solidaridad, porque llega a donde los bancos no llegan”.

También valora el haber sido testigo de cómo gracias a Fondo Esperanza se transformaron las vidas de muchas personas, el 90 por ciento de ellas mujeres. Esta institución además logró integrar mundos diversos que parecían incompatibles: “No es una fundación, es una empresa B, como se les llama hoy. Fuimos pioneros y hoy es, por lejos, la empresa B más grande de Chile que genera excedentes y entrega créditos en las cárceles, en sectores rurales”.

HOGAR DE CRISTO: CATALIZADOR DE INNOVACIÓN SOCIAL

En 2014 asumió la dirección ejecutiva del Hogar de Cristo, fundación que cuenta con casi 4 mil trabajadores, 37.000 voluntarios y 350.000 socios, con el principal desafío de fortalecer la capacidad de convocatoria de la causa de san Alberto Hurtado y seguir siendo un referente en materia social, estimulando la creación de más iniciativas y emprendimientos sociales.

“Hemos avanzado en estos cuatro años volviendo a inyectar la energía de su fundador y su efecto en el país, que durante la década de los 80 y 90 pasó de ser una obra social, como las hay muchas, a ser un referente en el inconsciente colectivo nacional. Hoy somos una institución que junto con prestar servicios de alta calidad a las personas que nadie atiende, lucha por restaurar sus derechos en la sociedad. Hemos logrado promover la solidaridad y convocar a empresas, al gobierno, a la academia, a las organizaciones de la sociedad civil, como hace tiempo no se hacía”, señala.

Para que esto fuera efectivo, se han desarrollado varias tareas importantes: difundir toda la labor que el Hogar de Cristo hace en distintos ámbitos con altos estándares, utilizando la evidencia internacional para diseñar sus programas y atendiendo problemáticas que no estaban siendo enfrentadas en la sociedad. Desde la red de jardines infantiles más importante de Chile hasta la inclusión de las personas con discapacidad mental en situación de pobreza, pasando por colegios y las aulas de reingreso que restituyen a los niños y jóvenes de Chile su derecho a la educación.

“Yo me atrevería decir que el Hogar de Cristo es un ecosistema social, en el que conviven muchas organizaciones y no me refiero solamente a nuestras fundaciones, sino a agrupaciones familiares y locales, emprendimientos solidarios, empresas comprometidas socialmente con determinadas poblaciones en las que somos articuladores y soporte. El alcance que hemos logrado es muy superior a las 35.000 personas que atendemos directamente y lo estimamos en más de 100 mil personas”.

El futuro del Hogar de Cristo es transformarse en catalizador de innovación social, siempre estando donde nadie está. “Para mí es un orgullo y una tremenda alegría contar con la adhesión, cariño y confianza por parte de la comunidad. Tenemos un deber y una responsabilidad que supera la acción social que realizamos y que ya en sí misma es importante. Todo esto nació del mandato que nos dio el padre Hurtado al momento de fundar el Hogar de Cristo de construir un país con mayor respeto a los pobres y esto no pasa únicamente por prestar servicios de calidad, sino por transformar las conciencias, mirar sin prejuicios y de una manera positiva el mundo de la pobreza. Hemos ido rompiendo las barreras en los distintos Chile y construido puentes a través de encuentros directos con la pobreza, para que el corazón se implique”.

 

INGENIERO Y POETA

No cabe duda que su corazón es el más implicado de todos, ya que ha dedicado toda su trayectoria profesional a combatir la desigualdad y la pobreza. Paralelamente, Juan Cristóbal Romero es un reconocido, premiado y prolífero poeta. Autor de 7 libros, el más reciente es “Apuntes para una historia de la poesía Chilena”. ¿Cómo se explica que convivan en una misma persona un ingeniero, un poeta y un transformador social?

Tal como señala Pablo Walker, ex capellán del Hogar de Cristo: “Juan Cristóbal tiene una notable capacidad de compartimentalizarse eficazmente. Puede ser muy matemático, muy ingeniero, muy social y muy poeta en fases sucesivas. Puedes serlo también al mismo tiempo. Es notable que logre producir su obra poética concentrándose en las mañanas de los sábados. Con él he tenido grandes conversas, tanto a nivel de la creación como de la justicia social en este Chile atrozmente desigual. Artísticamente, me siento muy inspirado por él. Me gusta su valoración del oficio. Juan Cristóbal domina la poesía clásica muy bien y es poco efectista. Es capaz de decir mucho con pocos elementos. Eso me interpreta. Ambos empatizamos además en la valoración de lo intangible que representa la causa del Hogar de Cristo. Creemos en que se debe generar una agenda cultural de transformación de las mentalidades exclusoras. Eso hacía el padre Hurtado, no perdonaba el que se perpetuaran las rutinas de la exclusión”.

Romero tiene ese misma “rabia santa ante la desigualdad y la injusticia”, como la definió Walker.