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Dic

2019

Jhin Huamán, voluntario Mapumalén. “Aquí aprendí lo que no se aprende en una universidad”

Tres meses estuvo el joven abogado peruano en el programa para adolescentes que presentan consumo problemático de drogas. No fue fácil, no era la suyo, pero encontró el camino que le enseñó a crecer no sólo en lo académico.

María Luisa Galán

“¡Hola, tío Jhin, ¡qué rico verlo!, ¡qué emoción!, ¿cómo estás?”, le decían con mucha, mucha alegría, mientras hacíamos esta entrevista, a Jhin Huamán (26), las jóvenes y trabajadoras de Mapumalén, el programa residencial para mujeres adolescentes que presentan consumo problemático de alcohol y de otras drogas del Hogar de Cristo. Peruano, oriundo de Cusco, abogado, llegó a Chile en abril de este año luego de ganarse una beca para realizar un diplomado en Liderazgo y Emprendimiento de Proyectos Sociales, impartido en conjunto por las instituciones internacionales IFF América, la Universidad Javeriana de Colombia y Fondacio.

-¡Te adoran! ¿Cómo recibes este cariño?

-Para mí es toda una experiencia. Aquí me acogieron increíble. Cuando fue la explosión social, IFF estuvo muy preocupado por sus estudiantes y nos dio la posibilidad que no fuéramos durante dos semanas a nuestras pasantías y que analizáramos si era prudente asistir. Mis compañeros no fueron pero ese fue el momento en el que sentí que Mapumalén me llena. Sólo un día no vine, pero pensaba qué estarán haciendo las chicas.

Llegó a Mapumalén a fines de agosto para realizar su pasantía. Él mismo escogió hacerla ahí porque en Cusco trabaja con mujeres adultas vulneradas en sus derechos y era una oportunidad compartir con jóvenes. Pero una vez ahí, todo cambió.

-¿Qué cambió?

-Mapumalén es más terapéutico, no jurídico o de tribunales. Yo no soy terapeuta, entonces cuando una chica me decía: ‘Me siento mal’, no sabía cómo aconsejarle. Y a veces tenía miedo de decirle alguna palabra que pudiera malinterpretar u ocasionarle un daño emocional. El primer mes fue caótico, fuerte. Quería retirarme.

-¿Qué pasó que te quedaste?

-Fue inclusión del equipo. Un día falté porque me sentía mal emocionalmente, sentía que no estaba aportando. Conversaba con ellas, atendía el teléfono, ayudaba en la cocina, pero sentía que no hacía nada como abogado. Sin embargo, para el equipo sí hacía mucho. Carmen (la directora del programa) me preguntó cómo estaba, vi que había una preocupación por mí y dije: ‘Debe ser por algo’. Así que le eché más ganas. Y todo el equipo me apoyó y me involucraron.

Este reimpulso lo motivó a crear un taller sobre derechos humanos para las jóvenes. Hizo seis sesiones y estaba en eso cuando comenzó la explosión social que, como señala, le ayudó. “Me preguntaban qué era un estado de emergencia o qué pasa si me detienen, qué derechos tengo. Pero la base fue enseñarles a luchar por sus derechos. Los conocen, pero no saben cómo reclamarlos. Las quise empoderar en eso, a que si van a un centro de salud, por ejemplo, no necesiten un abogado”, cuenta.

Antes de Navidad, Jhin ya estará en su casa. Su paso por Chile fue más que un crecimiento profesional, fue un aprendizaje también desde lo personal. “Solía ser solitario, me gustaba estar solo y, entonces, me faltaba esto: acercamiento. Me dedicaba a hacer el trabajo y no veía a la persona que estaba detrás del papel”, reconoce, sobre todo porque en su estadía en Santiago tuvo que sortear otra valla a su personalidad solitaria: le tocó compartir un departamento con nueve personas de diferentes nacionalidades. Toda una aventura.

-¿Qué te enseñó Mapumalen?

-Me enseñó a no pensar sólo en los objetivos, a entender que, detrás de ellos, hay personas con sentimientos, que necesitan conversar, que necesitan que les expliquen por qué les suceden las cosas. En Perú hay una alta tasa de violencia intrafamiliar y tenemos una casa en donde protegemos a las mujeres abusadas y ellas me preguntaban ¿por qué me pegan? y yo les decía no te preocupes, vamos a ganar. Pero tal vez ellas necesitaban que me acercara, preguntar cómo te sientes y no ser sólo un apoyo como profesional sino como persona. Estoy agradecido de haber tomado una buena decisión y no haberme retirado. En otra parte tal vez habría crecido académicamente, pero no hubiera conocido esa parte humanitaria que necesitaba, eso que no se aprende en una universidad.

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