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Sep

2020

Teatro terapéutico en Quilicura: “Son las mujeres más fuertes que he conocido”.

Una pareja de estudiantes de artes escénicas realiza desde abril de este año un voluntariado para mujeres que se encuentran en proceso de rehabilitación de alcohol y otras drogas. Para ellos es más que un trabajo ad honorem, es un aprendizaje mutuo, donde todos los participantes logran reencontrarse con su infancia perdida.

Por María Luisa Galán

Recuperar la niñez es parte de los objetivos que tienen Vicente Valdés y Daniela González, una pareja de estudiantes de teatro que a través de Zoom realiza un taller para las participantes del Programa Terapéutico Residencial para mujeres del Hogar de Cristo, ubicado en Quilicura.

“Más que hacer una obra de teatro, este es un teatro terapéutico, es ayudar a que sus habilidades blandas, su imaginación y su creatividad, se comiencen a ejercitar de nuevo”, cuenta Vicente, quien junto a Daniela, con anterioridad habían hecho un taller similar para niños en Cerro Navia, donde viven.

“Talleres Mavi” es el nombre que se pusieron. Ambos estudian teatro terapéutico para niños y jóvenes, y esta era su primera vez con adultos, con mujeres que están haciendo un proceso de rehabilitación por consumo, muchas con historias de dolor, pobreza y exclusión. “Estábamos asustados porque era algo totalmente nuevo; ‘Vamos a fracasar, me decía’”, relata Daniela sobre su temor inicial frente al desafío al que los había invitado el terapeuta ocupacional del programa, Pablo Miranda. “Teníamos la idea que las dinámicas que ocupamos con los niños, no iban a ser aplicadas con ellas, porque a lo mejor las podían encontrar absurdas”, agrega Vicente.

Pero fue todo un éxito. “Porque la idea es sanar al niño interior, que muchas veces lo tienen más que guardado en el fondo de su ser; o son niñas muy heridas. Entonces el 80 por ciento de las sesiones consiste en reírnos, de cualquier cosa. Es como si estuviéramos de nuevo en la básica y a ellas les encanta. Se van livianitas, nos vamos livianitos y nos incluimos porque me cuesta considerarlo como un voluntariado, esto es algo más porque nos ayudamos mutuamente, ellas nos han enseñado mucho sobre la vida, son las mujeres más fuertes que he conocido en mi vida. Es una relación simbiótica, más que un voluntariado”, dice Daniela, fascinada y contenta del taller que realiza junto a Vicente.

El taller comenzó en abril con tres o cuatro participantes, pero desde hace un mes todas asisten. “¡Las conocemos a todas!”, relata Daniela con alegría sobre el quórum que tienen, que ahora es de siete asistentes. Pero hay una dificultad, la cámara no es suficiente para abarcar a todas. “Pablo, que está allá, nos ayuda con su teléfono y cuando ellas hablan, las enfoca”, añade sobre sus sesiones que las hacen cada dos semanas y en donde trabajan alguna temática previamente acordada con Pablo; generalmente es según la contingencia de la casa. Así, por ejemplo, han abordado la empatía o la escucha. Vicente, comenta al respecto: “Son ejercicios en donde trabajamos los sentidos. Una vez fue el tacto y les vendamos los ojos y terminamos todos llorando. Algunas se acordaron de sus hijos, de cuando eran niñas, de su mamá. Y nosotros les recordamos lo valientes que son, que la parte fea de su historia la están cambiando”.

La virtualidad la rompieron una vez que fueron a entregarles dulces, chocolates y una carta a cada una, pero todo a través de las rejas. Ahí, a pesar de la distancia física, pudieron conocerlas en vivo un poco más. “Quedé muy admirada de cómo es cada una, cada una es un mundo. Siento que las quiero demasiado y no hallo la hora que esta cuarentena se acabe para hacerles los talleres presenciales y correr, saltar, bailar, abrazarnos”, expresa Daniela, que reconoce que es dramática algunas veces.

Daniela y Vicente tienen como objetivo seguir formándose en el ámbito terapéutico, en terapia complementaria como alineación de chacras, meditación, que es “una forma de interiorizar a la persona en lo que cada una es”, dice Daniela. Esto para poder entregar una mejor ayuda a quienes requieran de sus servicios. Hoy están agradecidos, felices de esta oportunidad de entregar y recibir nuevos aprendizajes de las mujeres de Quilicura.

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