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Reportaje

Ene

2020

Hospedería de Hombres en Antofagasta: Un lugar para empezar de nuevo

En un ambiente pulcro y acogedor, con lockers individuales para sus objetos personales, un gran comedor, amplios baños, habitaciones con camarotes y ropa de cama limpia, la Hospedería del Hogar de Cristo en Antofagasta acoge historias de dolor y resiliencia de hombres que luchan por dejar la calle y recuperar sus vidas. El jefe de la unidad y uno de los 35 residentes, entregan aquí sus testimonios.

Por Ximena Torres Cautivo y María Teresa Villafrade

Fotografías: Camila Toro

La sede principal del Hogar de Cristo en Antofagasta está ubicada en la calle Eduardo Lefort 1670, en una enorme casona con 70 años de historia. Allí funcionó primero un hogar de niñas y luego una residencia de ancianos. Hace cinco años, abrió sus puertas la Hospedería de Hombres, que a lo largo de 2019 acogió a 460 personas en situación de calle, con un promedio de 17 días de permanencia.

Juan Santiago (37), trabajador social antofagastino, es el jefe de esa unidad desde junio de 2018 y explica que las cifras oficiales de la Región hablan de 665 personas viviendo en esa condición, la mayoría en las concentraciones urbanas más populosas, como Antofagasta, aunque probablemente sean muchas más, incremento en el que hasta antes de la explosión social influían las altas tasas de migración. “Tenemos capacidad para 35 personas al mes, pero de julio a septiembre ampliamos la cobertura a 55 gracias al Plan de Invierno que en nuestro caso se realiza a través de la municipalidad. A raíz del incremento migratorio, aumentó la población extranjera en calle que hoy representa el 40% de los hombres que hemos atendido. Y además, disminuyó de 45 a 32 años la edad promedio de los hombres en esta situación, y el perfil sociocultural cambió, hay personas más educadas y preparadas”, explica.

Por esta razón, se trabaja en red con otras organizaciones como el Instituto Chileno Católico de Inmigración (Incami) y el Servicio Jesuita Migrante (SJM), entre otras, para iniciar planes de acción que permitan identificarlos, orientarlos y ayudarles. “Nuestro trabajo se enfoca en la promoción individual y los casos son todos distintos. No es lo mismo alguien que lleva 20 años en calle a los que llevan meses, como son los inmigrantes”.

Quiebre familiar, consumo de drogas y el empobrecimiento económico son los factores preponderantes que inciden en que se produzca la situación de calle. “A mayor tiempo en calle, es más difícil la recuperación por lo que nuestros esfuerzos apuntan a que la persona acceda a la hospedería, el lugar que les permite recuperarse”.

                                              “ENTRÉ A LOS 27 AÑOS Y SALÍ A LOS 44”

José Maximiliano Jaque tiene 45 años y hace ocho meses llegó a la hospedería del Hogar de Cristo. Cuenta que estuvo viviendo 18 años en situación de calle por culpa de su adicción a las drogas, el alcohol y los estupefacientes. “Entré a los 27 años y me salí a los 44, porque estaba aburrido de vivir así. Un hermano mío estaba viniendo para acá y me decidí”, dice respecto a su opción por dejar la calle y empezar un tratamiento de rehabilitación en un centro cristiano gratuito (Fundación Tabor).

Admite que no fue fácil aceptar las reglas: debe ingresar todos los días a las 7 de la tarde sin consumo y permanecer allí hasta las 7 de la mañana. “Pero es la única manera y sé que debo hacerlo por mi propio bien”, dice.

José nació en Concepción y no tiene recuerdos alegres de su infancia. Su madre murió tempranamente y los 13 hermanos se dispersaron. “A mi taita nunca lo conocí. A los 11 años ya me drogaba y a los 13 me fui a Santiago. Nadie se preocupaba de mí. Creo que llegué hasta cuarto o quinto básico”, relata.

Estuvo casado 11 años pero su ex mujer se quedó con la vivienda que adquirió mientras trabajaba en pintura de vehículos. Posteriormente se radicó en Antofagasta donde al comienzo se dedicó a la venta de pescados y mariscos.

En sus 18 años de calle, algunas veces logró arrendar un sitio para vivir. “He tenido altos y bajos, pero ahora estoy más decidido”, señala.

-¿En qué lugares pasabas las noches?

-Estuve por toda Antofagasta, en rucos en los cerros, en la playa, La Chimba, La Almeja, donde fuera.

Actualmente se desempeña en distintas labores para sobrevivir, afilador de cuchillos, obrero en una constructora. “Lo malo es que tengo los papeles manchados, tengo que estar firmando por ocho meses. ¿Cómo voy a surgir así? Mi sueño es obtener un Capital Semilla para comprar mercaderías y venderlas”, cuenta.

Fue uno de los 100 participantes del Círculo Territorial Calle realizado en Santiago para recoger las opiniones sobre la crisis social a quienes nunca son consultados. Sobre esa experiencia dice que lo más importante para las personas en situación de calle es la vivienda y el trabajo. “Me propuse ahorrar para una casa pero me aburrí, es algo inalcanzable para mí. Logré juntar sólo 65 mil pesos. Antofagasta es una ciudad muy cara para vivir, los precios de los arriendos son altísimos”, cuenta.

Además, dice: “Si buscamos trabajo y damos la dirección de la hospedería, no nos toman en cuenta, somos discriminados, somos lo último del planeta. La gente pobre es invisible”.

Juan Santiago coincide en que no existen suficientes alternativas para que las personas en situación de calle puedan acceder a rehabilitación, en el caso de las adicciones, a tratamientos de salud mental, a empleos y menos aún, a la ansiada vivienda. “Tengo esperanzas de que el Senda abra un programa. Es fundamental, porque de lo contrario, las posibilidades de dejar la calle son muy escasas para quienes están en consumo. Necesitan mucha ayuda en su rehabilitación”.

-¿Y qué pasa con las mujeres en situación de calle?

-Muchas veces ellas presentan vulneración de derechos asociada a maltrato, es muy duro. En mayo, con los voluntarios del programa Ruta Calle, sectorizamos la ciudad y estimamos que hay unas 20 mujeres en esa condición. Sin duda, son mucho más vulnerables porque se exponen a mayores riesgos. Nosotros hacemos un esfuerzo para pagarles una pieza. Pero claramente no es suficiente. Tanto hombres como mujeres demandan mucho más apoyo y de distinta índole, de acuerdo a los factores que los llevaron a la situación de calle”, concluye el jefe de la hospedería del Hogar de Cristo en Antofagasta.

En el borde costero del puerto, los rucos proliferan. De uno de ellos sale una mujer de mediana edad que se nos acerca y nos ofrece parche curitas: “Necesito comprarme una petaquita, para qué voy a mentir”, confiesa. Detrás la sigue Snoopy, el infaltable perro que le sirve de compañía y una joven a quien ella acogió hace poco y que no desea hablar.

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