Jun
2020
¿Tiene un pedacito de pan?
En los 80, era común que en las casas tocaran la puerta haciendo ese pedido. Hoy las peticiones de ayuda llegan por WhatsApp y son de diversos colores. Los trabajadores antiguos del Hogar de Cristo han recordado esos duros años de hambruna, cesantía y ollas comunes, en que la gente se agolpaba a las puertas de la fundación, a partir de las crecientes y desesperadas demandas de hoy, que deben converger en el Registro Social de Hogares. Aquí explicamos cómo inscribirse o actualizar datos.
Por Ximena Torres Cautivo
“Mi nombre es Yosnery, soy vzlana, madre de un bb. Por razón de la pandemia, m he quedado sin empleo. Cualquier ayuda m serviría”. “Tengo 11 meses de no trabajar y un niño de 2 años, no recibo ningún bono. Mi nombre es Victoire Solange. Ayúdeme, por favor”. “Me llamo Johnatan, de nacionalidad colombiana, me dirijo a ustedes para ir en busca de una ayuda, ya que me encuentro en cituacion compleja con mi familia, compuesta por 7 personas, entre ellas niños y un adulto mayor… Por la pandemia, dos personas de mi familia quedamos sin empleo y me veo en la penosa cituacion de buscar ayuda ya que no e podido pagar el alquiler de mi vivienda y aun mas por no tener alimentos basicos para mi grupo familiar. De antemano, muchas gracias”. “Me dieron el dato de que ustedes me pueden ayudar con una cajita de mercadería y una gas… Mi esposo y yo nos quedamos sin trabajo”.
Mensajes como estos, que reproducimos tal cual, se acumulan por estos días en nuestras distintas redes sociales. Son la prueba más concreta de aquello que dicen todos los expertos: los pobres en Chile se están multiplicando, con la misma velocidad que el coronavirus en los ambientes hacinados. Y al, igual que el virus, la pobreza daña y puede llegar a matar. De hambre. Como sucedía en la tantas veces recordada crisis económica de 1982, en que se masificaron las ollas comunes, tal como está pasando ahora, y en que el tristemente recordado Programa de Ocupación para Jefes de Hogar el POJH, intentaba paliar las tasas de desempleo que superaron el 20%, cotas que se teme volvamos a alcanzar ahora.
Los trabajadores más antiguos del Hogar de Cristo, los que vivieron esos duros años de recesión económica, están experimentando una suerte de déjà vu, al recordar con estos mensajes desesperados esa década de los 80 en que personas agobiadas por la pobreza se agolpaban a la entrada del Hogar de Cristo pidiendo ayuda.
Pero los tiempos y las circunstancias son completamente distintos. Hoy las personas se conectan a través de redes, la diversidad cultural y el fenómeno de la migración están instalados, la causa de la crisis es exógena, planetaria, inédita y en desarrollo.
Chile no es el mismo.
La pobreza, pese a toda la desigualdad que explotó el 18 de octubre pasado, había disminuido notoriamente en los últimos 30 años y –pese a toda la adversidad–, el país se encuentra en otro pie para afrontar la crisis económica y social presente, más allá de la sanitaria, que hoy, al menos en Santiago, exige confinamiento para frenar los contagios.
Hogar de Cristo ha reforzado la defensa sanitaria de los 4.500 acogidos en sus programas residenciales y ha mantenido el contacto y el apoyo a quienes participan de los dispositivos ambulatorios, privilegiando entre ellos a los más vulnerables con apoyo con cajas de alimentos en el contexto de la campaña #ChileComparte. Se trata de los adultos mayores que atendemos en nuestros Programas de Atención Domiciliaria al Adulto Mayor, en especial a los postrados que viven aislados o en zonas rurales; de las familias de los alumnos de las escuelas de reingreso de Súmate, que han quedado sin ingresos, lo mismo que a las de nuestros jardines infantiles, y de las de los adultos con discapacidad mental, entre otros. Quienes no forman parte de ese enorme universo de personas, deben acudir a los municipios y al Estado para ser incluidos en los programas de apoyo social que se han creado en la emergencia.
En ese sentido, lo crucial inscribirse en el Registro Social de Hogares para acceder a las ayudas económicas estatales extraordinarias. ¿Cómo hacerlo?
Aquí va un detalle de los pasos a seguir y documentos solicitados:
- Si no tienes conexión a internet, comunícate al teléfono 800 104 777 o dirígete a la municipalidad de tu comuna. Ellos te ayudarán a realizar tu registro. Si cuentas con internet, ingresa gob.cl e ingresa o actualiza tus datos. Para hacerlo se requiere Clave Única, la que desde ahora también se puede obtener de manera online. Aquí un detallado Paso a Paso para hacer el trámite http://ck@y*0j92iYCVU9UKBs2QnV(
- Para actualizar datos o ingresar al Registro, se debe adjuntar un formulario de solicitud, copia de la Cédula de identidad, algún documento para acreditar residencia, información de los integrantes adultos que componen la familia y certificado de nacimiento los menores de edad.
- Para acreditar residencia se requiere alguno de los siguientes documentos con los datos del domicilio en que se vive: boleta de servicios básicos con una antigüedad máxima de 3 meses; contrato de arriendo; certificado de residencia emitido por la Junta de Vecinos; estado de cuenta o cartola emitidos por casas comerciales, instituciones bancarias, instituciones de salud, administradora de fondos de pensión o administradoras de fondos de cesantía; estado de cuenta emitido por la empresa proveedora de servicios de telefonía (fija o móvil) o de televisión; declaración emitida por la directiva de una comunidad indígena, entre otros.
CARTA DE LA TÍA DE LOS HAITIANOS
Las solicitudes que inician esta crónica son mayoritariamente de migrantes, fenómeno que no existía en los años 80 y que será característico de la nueva pobreza que viene. La situación económica del país hace prever un aumento de los campamentos y de las personas en situación de calle, engrosadas por población migrante.
Esta realidad la refleja también de manera elocuente esta carta que llegó a nuestra Dirección de Comunicaciones. Leemos: “Junto con saludarles, me presento, mi nombre es Carolina Pinto Vásquez, educadora de párvulos, en la Comuna de San Ramón, me llaman la tía de los inmigrantes, pues trato de orientarlos ayudarlos. Les escribo para contarles, que hay una gran parte de niños y niñas inmigrantes que están sufriendo las consecuencias que nos ha traído esta pandemia, sus familias se encuentran desesperadas, en muchos casos desempleadas, en un país extraño. En estas familias que son 11 hay muchos niños y niñas, menores de entre 1 año a 15 años, razón que me impulsa a redactar este escrito para abogar por ayuda a ellos y sus familias, que se encuentran en esta situación tan crítica. Estas familias viven en un mismo sitio ubicado en El Salto Chico 1332, comuna de Recoleta, en su mayoría todos ellos se dedicaban al comercio ambulante, por lo que no cuentan con sustento para sus hogares y la alimentación escasea, no tienen ficha de protección de hogares y necesitan orientación para poder acceder a los beneficios que otorga el gobierno en estos casos. Se despide muy atentamente de ustedes, Carolina, la tía de los haitianos”.
Acercarse a las municipalidades, a organizaciones especializadas en el tema, como el Servicio Jesuita al Migrante, inscribirse en el Registro Social de Hogares, son los pasos básicos para acceder a los beneficios que ofrece el Estado de Chile en esta situación de emergencia.
Paliativos ultra necesarios, como las cajas de alimentos que Fondo Esperanza, Servicio Jesuita Migrante, Red de Alimentos, Techo y Hogar de Cristo, estamos entregando desde marzo en el contexto de la campaña #ChileComparte, están orientados a la población específica que atiende cada una de estas fundaciones. Lo que sí entregamos es ayuda y orientación para facilitar el acceso de las personas más vulnerables y afectadas por las consecuencias económicas y sociales de la pandemia al ejercicio de sus derechos fundamentales. La magnitud de esta tarea requiere de la colaboración y coordinación de todas las instituciones, organizaciones y actores posibles, método que nos recuerda la naturaleza interdependiente de los seres humanos, pero es el Estado el responsable de la protección de los más vulnerables, no como un acto de compasión y solidaridad, sino de justicia social.