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Entrevista

Feb

2019

Roger Molleja: “Ser voluntario y migrante son dos tremendas lecciones de humildad”

Este joven doctor que huyó de una Venezuela en ruinas “por una crisis económica y social que nos come vivos”, además de trabajar para ayudar a su familia, se da el tiempo de ser médico voluntario en las Ruta Calle del Hogar de Cristo. En Caracas, están su madre y su abuela, a quienes espera poder traer pronto a Chile, donde se radicó hace un año y medio.

Por María Teresa Villafrade

Viene llegando de las primeras vacaciones que se tomó en tres años. Roger Molleja (25) se ve contento y esperanzado de que pronto las cosas en su país natal, Venezuela, cambiarán. “Tengo confianza dadas las últimas noticias, no hay mal que dure cien años”, señala sonriente.

Junto a dos colegas y amigos, arribó a Chile el 28 de junio de 2017, sin tener idea de lo frío que puede llegar a ser el invierno aquí. “Nosotros allá le llamamos invierno a la temporada de lluvias, nada comparable con lo que sentí aquí. Llegué obviamente con miedo y con muchas expectativas, sin conocer absolutamente nada porque jamás había venido ni siquiera de vacaciones”.

Los tres amigos arrendaron un departamento y comenzaron de inmediato la búsqueda de cualquier trabajo, ninguno como médico ya que no podían ejercer sin antes realizar el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina (Eunacom). Asegura que decidieron partir de cero para huir de un país en ruinas, “por una crisis económica y social que nos come vivos. En mi país, hay escasez de alimentos, de medicamentos, de todo, pero lo peor es la inseguridad, sales a la calle sin saber si volverás, con la incertidumbre de no saber qué te puede pasar”.

En sus comienzos laborales en Chile, llegó a tener dos empleos simultáneos. “Primero trabajé en una clínica de Ñuñoa donde cuidaba pacientes con problemas siquiátricos y de consumo de drogas y sustancias ilícitas, principalmente jóvenes. Un mes después conseguí empleo como vendedor en una tienda, así que en la mañana vendía y en la noche hacía turnos en la clínica. Así logré reunir dinero para poder rendir el Eunacom en la Universidad de Chile el mes de diciembre: primero el examen teórico, que cuesta 105 mil pesos y después el examen práctico que son 600 mil más”, explica.

Antes de rendir el examen final, se puso a trabajar en un bar como garzón, desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la mañana. “Dormía cuatro horas y me ponía a estudiar. Todas estas experiencias fueron para mí increíbles, porque me hicieron ponerme en los zapatos de otras personas que realizan estos oficios con tanto sacrificio y que solemos dejar de lado”, reflexiona.

Roger Molleja se tituló de médico en la Universidad Central de Venezuela, alcanzó a trabajar en su país antes de emigrar. “Mi primer motor fue buscar una mejor calidad de vida como profesional para garantizarle un sustento adecuado a mi familia. Decidí Chile porque era el destino que estaba en boga en ese momento con grandes oportunidades para nosotros los profesionales en todos los ámbitos. Y se dio la oportunidad”.

Una vez que aprobó el Eunacom en un proceso que duró poco más de seis meses, pudo finalmente ejercer como médico acá. Actualmente trabaja en el Hospital San Juan de Dios, pero eso no es todo. También se sumó como voluntario de la Fundación Salud Calle, que reúne a los estudiantes de medicina de distintas universidades para entregar atención médica a la gente en situación de calle, a través principalmente del Hogar de Cristo, incluidas las hospederías.

“Al principio salíamos los miércoles, pero después empezamos a hacerlo casi todos los días: martes, miércoles y jueves. Los martes y jueves tenemos ruta calle con el Hogar de Cristo, vemos a las personas en situación de calle en sus rucos, y los miércoles visitamos una casa de acogida”.

-¿Por qué razón quisiste ser voluntario?

-Siempre he sido empático, alegre, con mucho respeto a los otros, sin importar su raza y religión, pero esta experiencia me ha ayudado a ser más humilde de pensamiento y a saber valorar las pequeñas cosas. Yo no me siento alguien especial por ser médico, hago mis compras, voy al cine, ando en bicicleta o en bus, soy como todos los demás. Hay muchos jóvenes estudiantes de medicina que piensan como yo y es muy gratificante trabajar con ellos atendiendo a los que menos tienen, a los que están excluidos de la sociedad. Ser voluntario es una tremenda lección de humildad.

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