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Mar

2020

Ricardo Muñoz: “Los que más tienen están más asustados que nosotros”

Eso afirma este hombre que vive en calle desde hace 5 años en Valparaíso y que forma parte de los tres centenares de porteños que no pueden pasar la cuarentena del coronavirus en su casa, porque sencillamente no tienen una. “Me dio risa cuando anunciaron que había que quedarse en la casa, ¿dónde se refugia uno si no tiene dónde vivir?”, dice Ricardo.

Por Matías Concha.

Fotografía: Pablo Tomasello

Están ahí, esparcidos por las calles de Valparaiso. “Los de calle no le damos tanto color a lo del coronavirus. Ya estamos acostumbrados a la muerte, es como otra cosa más por la que preocuparse, no es tan diferente a que te peguen, te roben, te violen, te corten, eso lo vivimos a diario en el puerto”, expresa Ricardo Muñoz (45), que engrosa desde hace cinco años la cifra que supera los 15 mil hombres y mujeres que tienen la calle como habitación.

Hace pocos días, el Ministro de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, anunció en CNN que se está evaluando aumentar los refugios para personas en situación de calle para este invierno de manera que sean menos masivos y así evitar las típicas aglomeraciones que se dan en estos sitios y protegerlos mejor frente a la amenaza del coronavirus.

Pero hasta la fecha, tanto el programa Noche Digna como el Plan de Invierno se mantienen inalterados. Las personas en situación de calle siguen en ella. Pocos les han hablado del virus, nada saben de mascarillas. “Ninguna de las autoridades que aparecen en la tele han venido a vernos, solamente los voluntarios del Hogar de Cristo, que nos traen comida. También pasó un grupo de carabineros que nos preguntaron cómo nos sentíamos, aparte de eso, nada”, revela Ricardo Muñoz.

Para Carolina González, jefa de operación social de Hogar de Cristo en Valparaíso, la primera dificultad que se están encontrando en el trabajo con personas en situación de calle es la poca comunicación. “Muchos no están informados, notamos que no están viviendo la emergencia con la misma atención que una persona que está totalmente atenta a la noticia y eso es algo que les juega totalmente en contra”, apunta.

Ricardo Muñoz pertenece a las más de 340 personas en calle que viven en el plan y los cerros de  Valparaíso. Nos cuenta que la vida sin vivienda se reduce a subsistir, a sortear obstáculos a corto plazo y vivir al día. “Yo noto que las personas que debían tener calma y tranquilidad son mucho más nerviosos que nosotros. Ellos están pasando más pellejerías que los de calle, que estamos acostumbrados a las dificultades. Por ejemplo, hace poco me cortaron unos curados porque defendí a una niñita, cinco tipos la querían violar, ella andaba sola y se la llevaron al estero Marga Marga. Yo por suerte andaba con mis perros, pero igual me llevé hartos tajos por defenderla… A eso se expone uno en la calle”.

Respecto a los protocolos para proteger a las personas en situación de calle, durante la emergencia por COVID-19, el seremi de Desarrollo Social y Familia, Ricardo Figueroa,  detalló que se prohibieron las visitas a centros residenciales, hospederías y centros de referencia, explicando que los centros diurnos funcionarán tres horas por día para que las personas puedan alimentarse, bañarse, con un máximo de 5 personas simultáneamente y la suspensión de asambleas y reuniones de más de 5 personas.

Para el municipio, las acciones que han tomado las autoridades gubernamentales no son suficientes hasta ahora. “Las personas en situación de calle siempre han sido vistas como un problema, no como sujetos de derechos. Por ejemplo, en el invierno, se habilita la bodega Simón Bolívar para complementar la atención de los alberges porque se sabe que la cobertura de los mismos no es suficiente. Hoy que nos vemos enfrentados a una situación de crisis, el gobierno debe ser capaz de entregar normativas, que hasta ahora han sido insuficientes, para evitar la propagación y los recursos para que todos podamos implementarlas”, asegura Carla Meyer, Directora de Desarrollo Comunitario de la Alcaldía de Valparaíso.

En lo concreto, la pandemia en el puerto obliga a los grupos más vulnerables a dormir exclusivamente en el “plan” de la ciudad o en la playa, también en la Avenida Brasil o en otros sectores céntricos de Valparaíso. “Si yo me contagio, me voy a ir a quedar a la playa, ahí en la noche uno duerme más tranquilo. No hay tanta droga, hay menos bulla. ¿Te imaginas qué pasaría si voy al hospital? No sé quién me atendería, además, a cuántas personas podría contagiar, sinceramente prefiero irme a morir a la playa antes de contagiar a alguien”, reflexiona Ricardo Muñoz.

A los 40 años, perdió el trabajo, el consumo de pasta base lo llevó a dejar a su familia. “Yo sé lo que significa no comer, pero sí tener monedas para la droga. La gente no cacha, pero el consumo te hace olvidar todo, te seca por dentro, nada más te importa, solo la pasta… Ahora, después de hartos años sin dormir, sin parar, dejé la pasta, también la coca, ahora tengo más ánimos de vivir, conseguí trabajo, ojalá ahora no me muera con esto del virus”, confiesa.

En la región de Valparaíso hay más de 29 mil personas en pobreza extrema. Cuando el sistema de salud colapsa, las personas más vulnerables y que tienen más dificultad de acceso, como son la gente de calle y los adultos mayores, son las que van a tener más problemas y menos atención de la que habitualmente padecen durante el año. “Las personas en situación de calle siempre han sufrido un golpe mayor frente a los brotes epidémicos. Esto ocurre no sólo por las circunstancias sociales que implica vivir en la calle, sin acceso al agua potable y a los servicios higiénicos, sino también por sus condiciones de vida, aislamiento, consumo problemático, mala nutrición, vejez prematura, problemas crónicos de salud física y muchas veces mental, y poco acceso a los servicios de salud”, explica Carolina González, del Hogar de Cristo.

De las más de 15 mil personas en situación de calle que atendió en 2019 el Hogar de Cristo un 62% corresponde a programas residenciales. En estos dispositivos, se suspendieron las actividades grupales, como talleres y asambleas. También se han dispuesto espacios de aislamiento para quienes pudieran tener algún síntoma relacionado con el COVID-19, hasta que sean atendidos por personal de salud.

“La verdad es que no me importa nada. A nosotros, las personas que dormimos en la calle, no nos importa el virus, nos importa que regresen las personas que nos daban algo de comida”, finaliza Ricardo Muñoz.