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Feb

2020

Recordando el 27F: “La Campana fue una gran idea”

Una década ha pasado desde ese sábado 27 de febrero, cuando a las 3.34 de la madrugada un sismo de 8.8 grados despertó a Chile, seguido de un tsunami que arrasó con las costas del sur y las del archipiélago Juan Fernández. Justamente, la escolar que tocó la campana advirtiendo del maremoto a esa comunidad, dio nombre a un operativo de ayuda que hoy los trabajadores del Hogar de Cristo recuerdan.

Por María Luisa Galán

“Los primeros cinco días no teníamos clara la conectividad, nos quedamos sin servicios básicos y la primera reacción de los trabajadores fue levantar los programas, especialmente los que eran residenciales. Fue súper complejo, algunos siguieron sus turnos y otros llegaron en la medida de lo posible a prestar apoyo”, rememora Luis Cuevas, jefe de operaciones sociales de Concepción que para el 27F era el jefe del programa Villamávida ubicado en la zona rural de Florida, a 35 kilómetros de la capital penquista.

Recuerda que fue un fin de semana duro. Las comunicaciones y los caminos estaban cortados, y poca era la información de la Hospedería de Concepción, Villa Giacaman, en Hualpén y el mencionado Villamávida. “Nuestra mayor preocupación eran los adultos mayores postrados de Villa Giacaman. El mismo día llegó Oger Mejías, el jefe del programa, y él no abandonó la residencia hasta que lo relevó una delegación de Los Lagos que acudió a prestar apoyo unos cinco días después. Ellos lo mandaron para la casa. Lo más complicado de todo fue dar funcionamiento a Giacaman porque como no había servicios básicos tuvimos que ver la posibilidad de tener baños químicos para atender a los adultos mayores que requieren cuidados básicos como cambio de pañales cuando no había agua potable. A eso, súmale que empezamos a ser centro de acopio”, relata Luis, recordando las peripecias que tuvieron que sortear.

Paola Pérez, actual subdirectora de operación social de las regiones de Valparaíso y Metropolitana y que fue parte del equipo de emergencia post terremoto del Hogar de Cristo, rememora que el lunes posterior a ese fin de semana viajó junto Benito Baranda, el entonces director social, a la afectada Constitución. El objetivo era distribuir los recursos que fueron llegando y comenzar el trabajo de recuperación de la zona. “Llegó mucho voluntario, chicos jóvenes que estaban terminando sus carreras de trabajo social o psicología, que nos ayudaron a organizar el diagnóstico. Algunos de ellos trabajan hoy en el Hogar de Cristo”, relata.

Ingrid Gallardo, hoy directora de Cultura Solidaria también fue parte del equipo de emergencia de esos duros días. Recuerda el gran volumen de cosas que fueron donadas. “Llegó una cantidad enorme de ayuda. Entonces tuvimos que canalizar qué es lo que se necesitaba. Lo principal fue comida no perecible, artículos de aseo, ropa de cama. Coordinamos con varios organismos para ver cómo llegaba esta ayuda a través de las carreteras que estaba cortadas”.

LA CAMPANA

Ante la emergencia, el Hogar de Cristo definió tres etapas.  En la primera creó la campaña “Chile se la puede” y se sumó a la iniciativa “Chile a ayuda a Chile”, donde participó junto a Teletón, Techo, Fundación para la Superación de la Pobreza, Caritas Chile, ANATEL y el gobierno. En la segunda fase habilitó 19 comedores solidarios y en una tercera etapa se levantaron 25 centros comunitarios en las aldeas con viviendas de emergencia que el gobierno fue levantando para las familias que lo perdieron todo. Curepto, Constitución, Talca, Coronel, Llico, Tirúa, estuvieron entre los localidades donde se armaron estos centros y que contaron con el Programa de Atención Domiciliaria al Adulto Mayor (PADAM) y del programa “La Campana”, focalizado en niños y adolescentes que acogió a cerca de 1.700 jóvenes.

“La aldea es una solución de emergencia, cuando surgen otros riesgos asociados como que los adultos mayores estén muy desprotegidos y los niños sin colegio, entonces nace la idea de hacer La Campana”, cuenta Ingrid. Paola añade con orgullo: “Nadie había pensado en los niños y La Campana fue un trabajo focalizado en ellos para que pudieran estar en actividades recreativas y prevenir y abordar el trauma post terremoto. Este programa duró más de un año”, cuenta. Un dato, el nombre de esta iniciativa es en honor a Martina Maturana, la niña que tocó la campana de aviso de tsunami en el archipiélago Juan Férnandez.

¿Aprendizaje? Sí, muchos de los que vivieron la emergencia concuerdan que el 27F dejó una enseñanza. Para Luis Cuevas, “el terremoto sirvió para lo que vino después, como el aluvión en Copiapó, el terremoto en Iquique, los incendios en Santa Olga, a donde fueron muchos equipos a devolver la mano. Se generó un modo de proceder ante la emergencia, activando que equipos de otras zonas vayan a prestar apoyo a las localidades afectadas”.

Ingrid Gallardo, que también ha prestado apoyo en otras catástrofes, añade: “Nuestro trabajo tiene un músculo propio, que aparece fuertemente en emergencia que es actuar rápido, ágil y preguntarle a la gente. Todo eso está en nuestro ADN”. Paola Pérez coincide: “El Hogar de Cristo es rápido para hacer los diagnósticos, estar en los lugares y decir qué es lo que quiere la gente a partir de sus requerimientos. Por eso, los centros comunitarios que construimos hoy siguen funcionando, ya no como parte del Hogar de Cristo, sino como juntas de vecinos u otros proyectos a cargo de la comunidad”.

 

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