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Reportaje

Dic

2015

Navidad: Tiempo para ver a Jesús en el más excluido

A días de celebrar el Nacimiento de Jesús, con humildes y sencillas acciones que podemos ofrecer al prójimo como un regalo y con la promesa de que éstas perduren en nuestras vidas, es posible lograr el renacimiento de una Navidad con sentido.

¿Ha conversado alguna vez en la calle con aquel joven que se acercó a usted para entregarle un papel con los datos de un centro de rehabilitación de drogas?

Ha compartido sin temor con alguien que estuvo privado de libertad a consecuencia de acciones fuera de la ley? ¿Ha sido amable y cordial con aquella persona que llegó desde un país vecino a buscar en Chile mejores condiciones de vida? ¿Se ha dado el tiempo para conocer a quien vive en la calle y muy cerca de donde se ubica su cálido hogar? Precisamente, el mejor regalo que podríamos hacer para esta Navidad es realizar acciones humildes y sencillas para que esos rostros muchas veces ignorados de quienes viven en pobreza y vulnerabilidad, se hagan visibles. Compartir lo mejor de nosotros, y recobrar el espíritu original de Navidad, es una buena alternativa para lograr una celebraciónmás justa e inclusiva, reconociendo al otro como un semejante y mirándolo con dignidad.

Tal como menciona el Capellán del Hogar de Cristo, Pablo Walker, lo que más enriquece la vida y el espíritu, es el compartir con personas distintas o ajenas a tu entorno. Al respecto subraya que “cualquier lugar abre la posibilidad de esos encuentros improbables donde nos volvemos a encontrar con Dios, con una salvación, con una manera más digna de entender la propia vida, porque se mira desde otro aspecto que hasta el momento se era incapaz de ver. Entonces, el acento de la Navidad está en el encuentro, en ver al otro como un auténtico igual. Dios tiene cara humana, no hay que esperar a que acabe el mundo para ver a Dios”.

Comúnmente nos juntamos con los iguales, pero el estar con gente distinta nos hace más lúcidos, más inteligentes,más sabios, más tiernos, más justos, y nos hace tener un aporte constructivo y más reparador de la vida compartida, porque si solamente escuchamos a los que piensan igual que nosotros, que tienen la misma idea de nosotros, una vida similar a la nuestra, sumamos puntos ciegos. En cambio, podemos conversar con la persona que viene llegando de Haití, preguntarle cómo llegó acá, qué busca; podemos aprender de la persona que ha vivido durante los últimos 10 años encerrado en una celda, preguntarle cómo cometió ese error de llegar a delinquir, quién le enseñó que esa era la única alternativa…”, agrega Pablo Walker. “Si yo genero esas conversaciones, mi manera de dar empleo, de educar a mis hijos, de entender a mi país, de votar en las próximas elecciones, será distinta. Los que venimos de una tradición cristiana, sabemos que Dios habla en la diversidad, porque el Salvador que nos llegó, era muy diverso, muy distinto al que esperábamos”, puntualiza el sacerdote jesuita.

“Jesús trajo una gran sorpresa, nosotros creíamos que era otra guagua más que nacía, y resulta que era el salvador. Aquí pasa lo mismo, llega un inmigrante y uno dice: ¡Ah! otro inmigrante más, una persona en situación de calle y uno dice: ¡Ah! otro viejo alcohólico en la plaza; llega un hombre que ha estado en la cárcel con los papeles manchados, y uno dice: ¡Ay, otro! cuidado, miedo, aquí puede haber otro delincuente y resulta que en esa persona está la cara de Dios”, señala el Capellán del Hogar de Cristo.

Acciones para una Navidad con sentido Precisamente para promover este espíritu solidario es el llamado a celebrar esta Navidad compartiendo con los que más lo necesitan. Visitar a esa persona que vive en exclusión por su pobreza, dialogar y compartir no sólo alimentos sino también su tiempo, compartir con los adultos mayores, con muchos migrantes que están solos en nuestro país, o con esa persona que a causa de cometer un delito perdió a su familia. Sentir misericordia es una de las formas de empatía, en que reconociendo sus propias miserias cada uno sintoniza con el otro, desde el corazón.

“Así como la familia de Nazaret tuvo dificultades para encontrar una casa donde recibir a Jesús, la Navidad puede ser una oportunidad bella, un llamado bonito para que nos convirtamos en una sociedad hospitalaria y acogedora, y las personas extranjeras puedan vivir en Chile como si fuera su casa. El llamado es a que favorezcamos la inclusión y respetemos la diversidad cultural. Esta Navidad podemos abrir nuestras puertas para convertirnos en una sociedad mejor”, propone el director nacional del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), sacerdote Miguel Yaksic.

“Quisiera que por ese día (de la Navidad), al menos, los migrantes lo pasen en compañía, que los chilenos los integren. Es muy triste pasar una Navidad sola en un país que no es el de uno”, dice Norma Rosas, de nacionalidad peruana, que tras sufrir agresión física y psicológica de parte de su pareja chilena, llegó con su hija en septiembre de 2013 a vivir durante seis meses en la Casa de Acogida Rebeca Ergas del Hogar de Cristo, que entrega apoyo a mujeres violentadas por sus parejas. Pese a todo, recuerda que la Navidad que vivió allí ese año “fue muy bonita; tuvimos cena y hartos regalos para los niños, porque llegó el Viejito Pascuero. Por unas horas me olvidé del problema y lo pasé bien con otras mujeres que estaban en mi misma situación, algunas de ellas migrantes igual que yo. Me sentí acompañada, protegida”. Al año siguiente la Navidad la pasó con dos compatriotas más. “Estuvimos en mi pieza chiquitita, que tiene cama y cocina. Este año todavía no tengo planes para decir con quién la pasaré, pero igual estoy viendo. Me gustaría que mi hija Maira (de tres años y medio) vea al Viejito Pascuero, que él le hable a ella, porque le fascina”, relata. En tanto, el padre Luis Roblero, capellán nacional de Gendarmería, reflexiona que “la Navidad debiera ser una oportunidad para ir al fondo de la problemática de la delincuencia, porque este es el primer paso: mirar las inequidades y sistemas de exclusión espantosos que llevan a las personas a delinquir. Navidad tiene que ver con un Dios que ‘baja al mundo’ para conocerlo y amarlo, tiene que ver con hacerse hombre para sentir con el hombre. Entonces el tiempo de Navidad tiene que ver con el cómo volvemos a repensar este país para que no sea para algunos sino que para todos. Y para mirar en profundidad esta delincuencia, tenemos que mirarla con los ojos de Dios, y eso significa acercarnos a ese país que nos cuesta mucho mirar, que está lleno de exclusiones, lleno de sistemas de discriminación, un país que encierra en la cárcel sólo a los pobres. Si yo quiero aceptar a alguien, tengo que conocer a ese alguien. ¿Cómo voy a acercarme con misericordia a un delincuente si no quiero mirar con libertad lo que está detrás de la delincuencia?” Por último, Isabel Lacalle, directora ejecutiva de la Corporación Nuestra Casa, opina que “hay distintas maneras de vincularse a las personas excluidas. Por ejemplo, yo creo que todos tenemos a una persona que vive en situación de calle cerca de nuestro barrio o en un lugar próximo, entonces la invitación es hacerles compañía durante la Navidad, porque para la gente que está en calle es una fecha muy dura, de mucha nostalgia, donde la soledad hace lo suyo en términos de demostrarse en toda su plenitud. Hagamos que esta Navidad nadie lo pase solo”, señala, aprovechando de invitar a quienes deseen vincularse con personas en situación de calle, a vivir una Navidad con sentido en la residencia solidaria de la corporación (ver www.nuestra-casa.cl).

por Andrea Urrejola