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Oct

2020

Matías Astudillo: “No hay que vender siempre lo mismo”.

Hace casi un año, después de que se paralizaron las clases y se quedó sin trabajo, el joven alumno, participante de Fundación Súmate, decidió comenzar su propio negocio. No sabía mucho, pero tenía las ganas de aprender un nuevo oficio. Su carrera de ingeniería comercial ha sido un plus para potenciar y aplicar sus conocimientos profesionales.

Por María Luisa Galán

La historia de Matías Astudillo y su emprendimiento Tronko Rústiko comenzó poco después del estallido social, hace un año aproximadamente. Sus estudios de ingeniería comercial en la Universidad de Talca, en su sede en Santiago, se habían paralizado y su trabajo como promotor en un supermercado los fines de semana, tampoco ya lo tenía. Buscó qué hacer, en qué entretenerse, y concluyó que era el momento de comenzar su propio negocio de productos en madera.

No sabía nada, aprendió viendo tutoriales en Internet. “Veo hartos videos a diario. Por suerte está saliendo mucho material en español, a través de influencers”, cuenta al teléfono el joven ingeniero, para quien las manualidades no era lo suyo. Comenzó vendiendo maceteros a familiares, tablas para amasar y cosas para la casa. “Cuando me sentí más cómodo con las herramientas, creé la página en Instagram y ahí me preguntaron si podía hacer otras cosas, y las hice”, relata Matías (24) y participante del Programa Socioeducativo de Fundación Súmate, del Hogar de Cristo.

Hace todo lo que le pidan,  a la medida de las necesidades del cliente. En su cuenta de Instagram están sus mesas para computadores portátiles, muy útiles en estos días de teletrabajo, jardineras para quienes les gustan las flores y las plantas, repisas, atriles, composteras y percheros, entro otros. Cuenta que la demanda por los productos ha ido cambiando. Hubo un período donde el top ten eran los soportes de computadores, ahora son los mini escritorios o las mesas plegables. “Hay que irse reinventando y no vender siempre lo mismo. Hay algunas páginas que venden el mismo producto siempre, como sólo composteras, pero yo no, yo vendo lo que me van pidiendo”, dicen el joven estudiante.

Su carrera ha sido un plus para el desarrollo de su negocio y, este último, una oportunidad para poner en práctica lo aprendido en su carrera, la que está por terminar. “He tenido que aplicar algunos conocimientos en el diseño de la página, el marketing, que son básicos, pero que me han servido para apuntar a alguna necesidad que tenga la gente. No sirve de nada diseñar algo súper bonito si la gente no lo compra. Hay que manejar los precios, la competencia, las finanzas”, cuenta Matías, quien gracias a Tronko Rústiko ha podido generar ingresos, lo suficiente como para reinvertir en máquinas para su negocio.

Por ahora la carpintería lo ve como un oficio, no algo a lo que se vaya a dedicar al cien por ciento, pero le gusta y “quién sabe si a futuro es más rentable que mi propia carrera. Quizás me conviene más tener un taller de mueblería que ser ingeniero comercial. Todavía no lo sé, vamos paso a paso; aún hay mucha incertidumbre con el tema del coronavirus, nada se sabe”, especula sobre su porvenir. Mientras, está feliz haciendo sus trabajos en madera y con las clases virtuales. “Para mí han sido mejor así que las clases presenciales, porque las puede grabar y volver a ver. Además, me desconcentro mucho en clases, así que es mucho más cómodo aquí en mi casa porque no hay bulla, no hay otros compañeros. En ese sentido, me ha ido mejor que antes”.

La invitación es a conocer más sobre Tronko Rústiko, el emprendimiento de este futuro ingeniero comercial, participante de Súmate, en su cuenta de Instagram, que puedes ver aquí.

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