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Testimonio

Jun

2021

José Barrera: “Aquí tengo agua calientita y no paso frío”

“Pasen, ¿quieren un tecito?”, dice con orgullo José cuando entramos a su casa. Él es uno de los 353 afortunados que vivió por largo tiempo en situación de calle y que hoy son beneficiarios del programa Vivienda Primero. Financiado por el Ministerio de Desarrollo Social y ejecutado por entidades colaboradoras, como Hogar de Cristo y la ONG Fraternidad Las Viñas, es una política revolucionaria.

Por María Luisa Galán

“Es mi lugar, mi bendición”, comenta José Barrera Herrera (61) sobre su nuevo hogar, mientras ofrece una taza de té. Él y Pedro son los dueños de casa, ambos beneficiarios del programa Vivienda Primero, una metodología que busca erradicar el sinhogarismo y que nace en Estados Unidos, creado por el psicólogo Sam Tsemberis. Esta fórmula consiste en entregar una casa individual o compartida a máximo tres personas sin condiciones ni exigencias “de buena conducta”, para desde esa base iniciar un proceso de reinserción y acompañamiento psicosocial. “Vivienda Primero tiene dos componentes: casa y servicios. Los servicios tienen que estar diseñados para conectar con las necesidades de las personas que atiende”, dijo Tsemberis en un seminario virtual organizado el primero de junio por el Ministerio de Desarrollo Social.

Mientras se saca las fotos para esta nota, José cuenta que se levantó temprano, como siempre. Fue a comprar pan al negocio de al frente, donde se encontró con el conserje que se estaba llevando sólo un sándwich. “Es rico tomar desayuno con un tecito, así que subí a hervir agua, preparé uno y se lo llevé”, dice, un hombre que practica la solidaridad, quizás por en momentos de su vida la necesitó tanto.

Vivió seis años en la calle, por República con Sazié, cuidaba autos por el sector de avenida  Antofagasta, en el Club Hípico, y, con frecuencia, iba al Centro de Atención Municipal (CAM) a tomar desayuno y a asearse. Ahí fue donde le contaron de Vivienda Primero y, aunque un poco escéptico, postuló y comenzó a ir a entrevistas. “Me hablaban de una vivienda compartida y me dijeron: tiene que ir a Molina 666… ¡cómo le dije a las señoritas! Ese es el anticristo”, recuerda entre risas.

En Chile, las cifras más recientes hablan de 17 mil personas viviendo en situación de calle, en promedio permanecen 5,8 años y uno de cada cuatro pasó por algún centro del Servicio Nacional de Menores. En Chile, Vivienda Primero comenzó a gestarse como piloto en 2018 y en mayo de 2019 se entregaron las primeras casa. Esos primeros habitantes han logrado un 99% de adherencia a sus viviendas; no han abandonado. El 100% mejoró su autoestima y el 90% afianzó su autoestima y se vinculó con las redes de salud, familiares y amigos. El 67% de los que tenían problemas de consumo de alcohol y otras drogas, disminuyó su consumo. Hasta hoy, 353 personas a nivel nacional han sido beneficiadas con este programa. En el mundo, miles, siendo Estados Unidos, España y Finlandia, ejemplos de la efectividad de este sistema.

“El de arriba me dijo: te voy a entregar esto, cuídalo porque puede ser tú última oportunidad”, dice José, un hombre muy activo y chispita, que a pesar del frío de la mañana, viste una polera manga corta. Mientras hablamos, se toma un café, pero es tanta su verborrea que apenas prueba un sorbo. Y es que está tan entusiasmado, “on fire”, dice, que sus ojos brillan de felicidad y su boca habla y rememora todo. Entre eso, la historia de cuando primero le habían asignado un departamento en calle Radal, cerca de Las Rejas. “Ya no era en Radal, era en el centro. Póngase en mi posición, me están hablan del centro, departamento. Chuta. Pero ahí hay puro edificios y uno se descompagina. Y cuando llego abajo, llega la señorita, pienso: me van a tirar a la bodega. Y cuando subimos  y entramos acá, uuuh, miraba, dormitorios, cada uno con su baño, la cocina, mercadería…”, cuenta feliz, sobre ese primer día en su casa, con un techo y suelo dignos.

“Aquí me siento tranquilo, me siento persona, porque me preocupo de ir a comprar pan. No sabía cocinar, hacía huevos, pero eso no más. Tenemos de todo. Sacamos los porcentajes de dinero. Me llegaron del cielo, mi compadre (Jesús) me ha dado todo. Esta es una cosa que yo no conocía y muchos no saben lo que es y hasta el día les digo: cuando quieran vamos a tomar once a mi departamento y ahora me creen. Esta es una oportunidad, pero para los que quieren salir adelante. Así como yo llegué acá, han llegado otros a otros lados. Aquí tienes agua calientita, una linda vista, no paso frío, cómo voy a cambiar esto”, dice, sin tocar su café aún.

José nació en Santiago, en el hospital Barros Luco, es el mayor de seis hermanos. Creció en la Villa Azul, en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Tuvo una niñez excelente, con un papá que le enseñó mucho. Se casó, tuvo un hijo, pero con el tiempo comenzaron a tener problemas matrimoniales. Se separó y volvió donde su mamá. Trabajaba en Pizarreño, “pintando la teja chilena”, y luego de la crisis del 82 se dedicó a la desabolladura y pintura de autos. Cuando murió su madre, comenzó su vida en calle porque “todo cambió”, dice. Los hermanos vendieron la casa y hoy, con emoción, recuerda que el dinero que obtuvo por la transacción, se lo dio a su nieta.

-¿Qué es vivir en la calle?

-Vivir en la calle es otra vida. Es una vida en que tuve que pelear para protegerme, para imponer respeto. Y cuando tienes que pelear en la noche, tienes que pegar, si no te pegan. Tienes que ser malo, tienes que pelear como se pelea en la vida mundana. Hay que sobrevivir sí o sí. Me salvó que no tomaba. Si hubiese tomado, hubiese estado preso y no habría salido de ahí.

Hoy José no trabaja debido a las restricciones de la cuarentena, pero sueña con poder volver al rubro automotriz. Explica que aunque tenga 61 años, aún se la puede. Y está agradecido del 3 por ciento de las personas que ayudan. “Para el 97 por ciento de la gente, las personas en situación de calle somos invisibles, como fantasmas. Ustedes son el  tres por ciento que nos apoyan y están aquí”, dice, mientras aún revuelve su taza de café. Helado, a estas alturas.

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