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Entrevista

Jul

2019

Luis Jara Rivera: “En la calle pierdes toda tu autoestima, tu esencia”

Este maestro de cocina estuvo cinco años viviendo en un ruco, muy cerca de la Villa Francia donde se crió. Gracias al programa Vivienda Primero, dirigido a personas en situación de calle, ahora reside en un departamento en San Bernardo, en un lindo condominio con piscina. Atrás quiere dejar su consumo problemático de drogas y empezar de nuevo.

Por María Teresa Villafrade

“Nadie me cree cuando les digo que estoy viviendo aquí sin tener que pagar arriendo”, dice Luis Jara Rivera (53), mientras muestra con orgullo su departamento. Él es uno de los 15 beneficiados en la Región Metropolitana con el programa piloto Vivienda Primero que impulsan los ministerios de Vivienda y de Desarrollo Social, y que el Hogar de Cristo está ejecutando en Santiago.

Hasta hace poco, Luis dormía en un ruco ubicado en Pajaritos con Alameda, muy cerca de la Villa Francia donde se crió. “La pasé muy mal. Me tocó ver peleas e incluso en una ocasión me quemaron el ruco y, si no es por un amigo colombiano que salía a las 6:30 a trabajar y se devolvió a buscar su tarjeta Bip, muero ese día quemado. Esa noche yo había tomado y estaba drogado, recién me había quedado dormido. Ya sabes, uno puede pasar dos a tres días sin dormir por el consumo, entonces cuando te quedas dormido, caes profundo. Si mi amigo no se devuelve, yo no habría sentido el fuego. Él me empezó a gritar Luis, Luis, si no es por eso me quemo vivo”, relata.

Ahora su realidad es otra y está muy agradecido. “En la calle pierdes toda tu autoestima, tu esencia. Son muchas las cosas por las que uno pasa y a la vez la droga te va consumiendo, uno va perdiendo parte de su persona, de su esencia. En otras palabras uno pierde su autoestima, ya no te preocupas mucho de tu aseo personal, tengo muy buenos amigos que me decían Luis tú no eres para esto. Yo, que me bañaba todos los días, llegué a pasar una semana sin ducharme. Estaba irreconocible. La gente te va menospreciando”, admite.

Luis es gay y confiesa que en la calle tuvo que adoptar actitud de “choro” para hacerse respetar. “Le pasa a todos, si uno se muestra débil, arrasan contigo. Yo traté de nunca estar solo, pero ya viste que los peligros existen igual porque casi me matan”.

-¿Cómo llegaste a vivir en la calle?

-“Soy el mayor de seis hermanos. Nací en Antofagasta y cuando tenía seis años, mi familia se vino a Santiago. Me fui de mi casa a los 17 y no volví nunca más. En ese tiempo me llevaba mal con mi padre y tomé la decisión de irme. Empecé lavando platos y pelando papas hasta llegar a ser ayudante de cocina. Trabajé en distintos restaurantes e incluso en Central Restaurante que tiene a su cargo varios casinos. Mi último trabajo fue en la faena minera Los Bronces, en un turno de 7×8. Entraba a las 5:30 de la mañana todos los días y llegué a estar a cargo del casino. Haciendo horas extras ganaba un millón 200 mil pesos al mes, pero trabajaba 15 horas diarias”.

Con ese ritmo de trabajo y la llegada de un hermano que casi se suicida en su casa por su adicción a la pasta base, Luis comenzó a consumir droga para acompañarlo. Así comenzó todo: “Contrario a lo que se dice, la pasta base me relajaba. Al final, yo era el que mandaba a comprar, la cocaína no me producía el mismo efecto. En cuatro años que llevaba en Los Bronces, nunca había pedido licencia, empecé a faltar al trabajo. Perdí todo: la pega, la casa. Me fui a vivir con mi mamá, pero no me sentía bien, estaba acostumbrado a mandarme solo. Me adapté a la calle”.

-¿Cómo fue vivir en calle?

-“Punto uno, no te levantas, la noche es día y el día es noche, porque en la noche uno no duerme, menos estando al lado de la carretera donde el ruido de la locomoción no te deja dormir, sobre todo en verano. Lamentablemente, todos los días se consume droga quieras o no quieras, no falta. Conocí un chico en la calle que tenía un ruco, y que le decían ´el gitano´, y él me decía Luis para qué te vas a ir, quédate aquí, obviamente por el vicio, uno se queda pegado. Y uno sigue ahí consumiendo y ya pasa un día, dos días y así se fueron pasando los días y a la final estuve casi cinco años en la calle”.

-¿Cómo generabas ingresos para vivir?

-“Yo trabajé en varios lados, incluso en las bodegas de Falabella, tenía un buen horario, porque entraba a la una de la tarde y salía a las diez de la noche, horario de mall. Estaba todo el día trabajando pero lo que pasa es que uno se cansa, uno no rinde como debería rendir, a veces te agotas, a veces quieres dormir en tu ruco y no falta quien llega con una botella de cerveza, con un paquete de marihuana. Es difícil trabajar, porque uno no descansa lo suficiente, no come bien, no tiene ducha, entonces se hace cuesta arriba”.

-¿Y tu familia no supo de tu situación?

-“Mis sobrinos me iban a buscar, no soportaban verme dormir en el suelo, mi madre vino a saber hace dos meses que yo vivía en la calle, era un secreto a voces. No faltó la persona maldadosa que le mandó fotos de mí enfermo de curado, se las mandaron por whatsapp. Pero ahora ya no estoy en la calle, gracias a este programa Vivienda Primero. ”.

-¿Cómo supiste del programa?

-“Las personas del Hogar de Cristo que hacen Ruta Calle me tenían registrado y me contaron de este proyecto. Carolina y Alejandra, que son de Emplea, se preocuparon mucho por mí cuando supieron que me habían quemado el ruco. Ellas llamaron al restaurante donde a veces iba, porque gracias a Emplea supe que puedo volver a trabajar. Ahora estoy además en tratamiento de rehabilitación en Paréntesis para dejar la droga. No quiero volver a la calle por nada del mundo”.

-¿Por qué te sirve tener una casa propia?

-“Por muchas cosas, punto uno, la seguridad de tener dónde llegar, un lugar donde vas a poder dormir tranquilo y donde no tienes las tentaciones a los lados, porque en la calle lamentablemente hay que ser muy fuerte para decir no. Aquí yo sé que no voy a recaer porque tengo un compañero que también ha pasado situaciones como yo y también se quiere superar, también valoriza lo que tenemos en este momento y hay que cuidarlo, tratar de no caerse y tirar para arriba nomás, por uno, no por los demás. Aquí uno no tiene que demostrarle nada a nadie”.

Luis Jara hace planes. Quiere estudiar logística y desembalaje en bodega. “Mi sueño es tener lo mío, mi casa, y traer a mi madre a vivir conmigo. Ahora ella arrienda una pieza en Antofagasta. Tiene 71 años y es regia, estupenda. Nunca me discriminó por ser gay. Mi meta es postular al subsidio habitacional una vez que tenga un trabajo estable”, concluye.

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