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Ago

2019

Jaime Muñoz, sociólogo: “Los pobres mueren antes de tiempo”

El sociólogo Jaime Muñoz, integrante del equipo de Pastoral del Hogar de Cristo, prontamente publicará su charla REC, símil chileno de las TED, que dio en el marco del Mes de la Solidaridad. En ella da cuenta de su vasta experiencia en el mundo de las cárceles y de la vulneración de derechos que padece la población penitenciaria en nuestro país.

Por Mauricio Bascuñán A.

Empezó a conocer los centros penitenciarios al formar parte del equipo de voluntarios del proyecto de la Universidad Católica “Calcuta Cárceles” y por su fugaz aunque profundo paso como integrante remunerado en una penitenciaría. En ella conoció las muchas vulneraciones que miles de chilenos padecen en los penales de Chile.

Desde muy joven se conectó con la problemática de las personas privadas de libertad. Estando en  tercero y cuarto medio, ya formaba parte de distintas iniciativas que se articulaban en Colina 1. Compromiso que reafirmó hace 16 años cuando inició sus funciones en la Pastoral UC, desde donde lideró iniciativas para “aliviar en el dolor a las personas más vulnerables de la sociedad”.

“En 2003, antes de pisar una cárcel, llevé a la Universidad Católica una obra de teatro que se llama ‘Colina 1, tierra de nadie´. Fue gratuita, pero tuvimos que conseguirnos 500 mil pesos para lograr exhibirla. Queríamos que desde allí los alumnos se aproximaran a la realidad carcelaria. Esa vez actuaron dos ex reclusos y varios jóvenes”, recuerda Muñoz, quien siendo un estudiante de primer año le propuso la idea al entonces director de la pastoral UC, Antonio Daher.

La razón de compartir los fines de semana como voluntario siempre estuvieron claras: compartir experiencias, la buena Nueva de Jesús y buscar caminos de liberación y esperanza en un centro penitenciario. Tarea dura, recalca, ya que “en nuestra sociedad está muy castigado colaborar con reclusos. Muchas veces, mis amigos y cercanos, me decían que por qué no trabajaba con niños, por ejemplo, para evitar que los menores fueran delincuentes a futuro”. Dice que ese es un discurso muy común en el país y él siempre responde “que a los ojos de Jesús nunca hay nada perdido, ni siquiera un delincuente rematado”.

-¿Las personas privadas de libertad están alejadas de la fe?

-No, todo lo contrario. Como allí dentro lo has pedido todo y lo único que te queda es Dios, los privados de libertad son un pueblo creyente. Dios es muy válido dentro, donde hay espacio para el asombro. Hay muchos evangélicos y católicos. No es raro ser parte de un grupo religioso dentro de la cárcel.

Sin duda, la experiencia que lo marcó fue su paso de ocho meses como funcionario pagado en la Penitenciaría de Santiago. “Allí hice una opción obrera viviendo con los Hermanitos de Jesús y fui auxiliar de economato (quiosco ambulante) al interior del penal”.

En esos pocos meses, fue testigo de más vulneraciones a los derechos humanos que en sus 10 años como voluntario de la pastoral carcelaria. “Los maltratos los vi con mis propios ojos. En general siempre los gendarmes se cuidan del capellán, de los voluntarios y los abogados, pero de los auxiliares no, porque ellos son como parte del inventario en las cárceles concesionadas. No les importa dar una golpiza brutal frente a los trabajadores, por eso vi muchas brutalidades”.

Fue esta experiencia la que lo llevó a desafiarse aún más en su lucha por los derechos humanos de las personas privadas de libertad. Emprendió viaje a Colombia. “Allí pasé un tiempo muy corto porque lo que vi en la Penitenciaría me destrozó en lo  mental. Rápidamente, volví a Chile y un amigo jesuita me recomendó no pisar una cárcel por dos años”. Sugerencia que cumplió, ya que a su vuelta decidió colaborar con familiares de personas privadas de libertad. “Reconozco que mi paso como economato en la cárcel fue un exceso, me rompí”.

-¿Cómo se trabaja la reinserción social de las personas privadas de libertad una vez que cumplen sus condenas?

-Obviamente, se trata de un problema multidimensional que debe ser intervenido en diversos frentes, al igual que la pobreza. Tener penas alternativas es fundamental, que se encarcele menos, aunque parezca contradictorio. En Chile estamos acostumbrados a decir que ante cualquier error, uno debe ir a la cárcel. Hasta hace poco había unos carteles en el Transantiago que denunciaban que si se evadía, te podrías ir a la cárcel. ¡Eso es un absurdo para mí!

El imaginario penal de la sociedad civil está asociada a la cárcel, relata, lo que hacina en el corto plazo a los reos y se convierte a la rehabilitación en una lucha casi imposible. “Hay que encarcelar menos y penar alternativamente con trabajo comunitario, brazalete electrónico, firma semanal e investigar más las penas alternativas a nivel internacional”.

Hoy más del 30 por ciento de las penas son privativas de libertad, una cifra alta, “sobre todo porque las cárceles siguen atestadas de gente”. El especialista propone que para disminuir esta cifra es necesario un cambio cultural que acepte que una persona que comente un delito, no vaya a la cárcel sino que pague de otra manera. Pasar por la cárcel te capacita para seguir delinquiendo. El sistema está podrido, tanto por la dignidad del ser humano como por la seguridad de todos nosotros”.

Hace unos días, en el teatro Alberto Hurtado de Hogar de Cristo en Estación Central, el sociólogo se presentó ante 200 personas para exponer sobre la problemática carcelaria.

“Partí con la frase ‘los pobres mueren antes de tiempo’ del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez. Tiene que ver con una experiencia que viví en la población La Bandera, ya que a mi vecina se le murieron sus dos hijos en el incendio de San Miguel”. Esa frase y su exposición tiene que ver con la respuesta que le podemos dar a las personas en situación de pobreza, las que han sido violentadas incluso antes de nacer. Asegura que la solidaridad es buena respuesta, pero “no cualquier tipo de solidaridad”, sino la que está basada en transformaciones y encuentros profundos con los demás.

Próximamente su exposición será publicada en Youtube en el canal de REC, Razón en Cristo, junto a la de personalidades como la dirigente social mapuche Isolde Reuque, el empresario Rolando Madeiros, y la expresidenta del Colegio de Arquitectos, Pilar Urrejola.

 

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