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Entrevista

Jun

2021

Fernando Vidal: “El 96% de la mujeres que vive en la calle han sido violadas”

Y el 84%, abusadas, indica el director de fundación Hogar Sí, pionera en la instalación de Housing First, en Madrid, política social que en Chile se llama Vivienda Primero y tiene a 353 personas en situación de calle viviendo en una casa. Ultra crítico de la especulación inmobiliaria y el individualismo familiar, propio del neoliberalismo, explica aquí las bases del sinhogarismo y la esperanza que representa la vivienda.

 

Por Ximena Torres Cautivo

“Para mí fue muy impresionante el caso de una persona que recibió su departamento y, al cabo de varios meses, cuando fuimos a verla, aún seguía durmiendo en el suelo. No se atrevía a dormir en la cama, decía que no se lo merecía. Ese sentimiento de no ser merecedora de algo es pura transferencia de lo que les hemos transmitido como sociedad a las personas en situación de calle”. 

El doctor en sociología de la Universidad Complutense y académico durante 30 años de la Universidad de Comillas, Fernando Vidal Fernández (54), es el director del programa Habitat, la versión española de Housing First, Vivienda Primero, en Chile, política social que otorga una casa sin exigencias de buena conducta a quienes carecen de un techo y están en peores condiciones de salud física y mental, además de darles apoyo psicosocial durante 3 años.

En España, país de más de 47 millones de habitantes, se estima que hay 33 mil personas sin hogar, 8 mil de las cuales viven en la calle.  Hábitat funciona desde hace 6 años y desde entonces 393 hombres y mujeres han dejado la calle. En Chile, con 19 millones de habitantes, se calcula que los que viven en calle son cerca de 20 mil, casi tres veces más que en España. Y el programa Vivienda Primero, que debutó en 2019, es operado por Hogar de Cristo y otras fundaciones y financiado por el Ministerio Social, tiene ya a 353 beneficiarios, todos mayores de 50 años y con al menos 5 de experiencia en calle.

En el espacio virtual “Hora de Conversar” de Hogar de Cristo, Fernando Vidal centró el origen del sinhogarismo en la crisis de la vivienda, que para él es consecuencia “del sistema neoliberal, que ha convertido la vivienda en un objeto de especulación, ya no sólo para los grandes conjuntos empresariales, sino individualmente. El Estado en conjunto con la sociedad hoy no garantizan el mínimo acceso a una vivienda, que es un bien indispensable para la vida”.

Vidal va más allá de la especulación inmobiliaria. Sin pelos en la lengua, sostiene que el sistema neoliberal conlleva otros males que están en la base del sinhogarismo: “Un factor importantísimo es la des-familiarización, la desestructuración de las familias a partir de la glorificación de la familia nuclear y de la disminución de la natalidad. Esto ha llevado a que la familia carezca de recursos comunitarios para acoger a aquellos cercanos que tienen dificultades. Hoy nadie siente ni la necesidad ni la responsabilidad frente a un tío carnal o a un primo que está viviendo en la calle. Eso, antes, cuando la familia era amplia, nadie habría podido soportarlo, se habría traído al tío o al primo a casa sin dudarlo. Esa gran desvinculación humana la hemos sufrido no solamente las familias, sino que la sociedad toda en los últimos 40 años”.

Compara lo sucedido en materia social con el surgimiento de los hidrolacolitos a causa del cambio climático, que son esos cráteres que aparecieron en Siberia a partir del descongelamiento de la tundra. “Se producen unas grandes capas de vacío de 10 a 15 metros, que se llenan de metano y a veces explotan y generan unos tremendo cráteres. Esto es similar a los grandes vacíos sociales, que se empezaron a crear desde hace medio siglo atrás. Hemos generado un modelo social des-familiarizado, una gran desvinculación humana, hemos especulado con bienes primarios, y eso está generando unos grandes cráteres en cada una de nuestras vidas y en la de nuestras familias. En Estados Unidos, hay ciudades como Nueva York, donde las personas sin hogar suman 60 mil. Eso alcanza niveles de emergencia humanitaria”.

El programa Housing First nació justamente en Nueva York, a partir del trabajo en terreno del psicólogo estadounidense Sam Tsemberis.  Pese a que en la gran manzana las personas en situación de calle crecen, el caso de los 70 mil veteranos de guerra sin hogar que había en Estados Unidos y que fue resuelto por esta vía es un buen ejemplo de que el programa funciona. La Casa Blanca ha anunciado que son varias las ciudades que han erradicado el problema y que, en solo tres años, se ha reducido en un 36% en todo el país.

ZAPATOS NUEVOS

-Uno de los grandes temas en Chile respecto de las personas de calle es el prejuicio, el desprecio, la estigmatización. ¿Cómo ves el tema de la exclusión que padecen?

-Por un lado, sufren la exclusión de las estructuras que permiten sobrevivir, y por otro, la estigmatización, el prejuicio de todos nosotros y las expectativas negativas que tenemos sobre ellos. Eso se traduce en actitudes que los culpabilizan, los presentan como peligrosos, como una amenaza para la sociedad. Otros los ven como carentes de voluntad o, peor, como que han elegido estar ahí. Yo jamás he conocido a una persona sin hogar que quiera estar en la calle. Y hay otros que los consideran una expresión política de resistencia o de rebeldía. Nada de eso es real, todos son víctimas del sinhogarismo y, como tales, están dotados de capacidades para salir adelante si no fuera por esas visiones distorsionadas y prejuiciosas que les restan posibilidades.

-Lo más novedoso de Housing First es que no pone exigencias. ¿Podrías abundar en ese aspecto? 

-El origen histórico del sinhogarismo siempre ha estado vinculado a la crisis de la vivienda, pero hay otros aspectos, que también son importantes, como las toxicomanías, los problemas mentales, la falta de capital relacional, la falta de empleo y de educación que sufren las personas de calle. Los programas tradicionales les exigen subir todos estos escalones para, al final, otorgarles una vivienda, cuando todo debe partir por el techo, por un sitio seguro que les permita lograr lo demás. Eso es lo que hace Hábitat en España y Vivienda Primero en Chile: ser una palanca que acaba generando la superación de todos esos otros problemas. A nosotros no se nos ocurriría que nuestros vecinos que consumen alcohol tengan que dejar su vivienda; en cambio, le exigimos a una persona de calle desintoxicarse, tener empleo, buen carácter, no generar conflictos, no cantar  fuerte… Todo esto, sin considerar el fracaso sistémico de casi todas las políticas de sinhogarismo en Nueva York, especialmente para las personas que tenían problemas de salud mental, antes de que Sam Tsembaris ideara Housing First. Tener una vivienda personal y de manera incondicional, acaba generando una mejora continua en todas las demás variables propias del sinhogarismo.

-Es importante señalar que este programa propone viviendas individuales, no colectivas, porque muchas veces se entregan soluciones habitacionales masivas, porque que se estima que son más baratas.

-Sí, Vivienda Primero, surge de un nuevo paradigma de intervención social que se llama ricovering, recuperación, que nace en los años 60, al alero de grandes movimientos reinvindicativos, como el de la liberación de la mujer. Entonces las personas con problemas de salud mental reclamaron sus derechos, su desinstitucionalización, porque hasta ese momento no se confiaba en que pudieran tomar decisiones libres y responsabilizarse de sus vidas. Desde entonces se empieza a trabajar desde esta perspectiva de la responsabilidad personal y la reconstrucción de una comunidad donde todos caben. Ahí se inscribe Housing First. No es solución recoger a una persona en la calle y llevarla a un alojamiento colectivo, porque esa colectivización es parte del problema. Yo les digo: el argumento económico es falaz: una plaza de albergue cuesta 39 euros diarios hoy en Madrid, mientras que una vivienda de Housing First con muebles, comida, trasporte y todos los servicios básicos está en torno a  27 euros al día. Pese a lo que se cree, el asistencialismo es siempre lo más caro.

-¿Cómo ha resultado en España la inserción del programa dentro de las comunidades y los vecindarios?  

-El criterio es que sólo puede haber una vivienda perteneciente al programa por calle. Eso permite una integración total. Tenemos muchos casos en que la comunidad se vuelca en atenciones, invitando a las personas que están solas a cenar con una familia en Navidad, por ejemplo. La gente de calle se integra, porque tú normalizas su presencia en la comunidad y ésta es capaz de absorber esa sociabilidad. Lo difícil es la convivencia cuando tienes un albergue masivo en un barrio, donde hay filas de 50 o 60 personas a las 7 de la tarde esperando que los dejen entrar.

Fernando cuenta que en Hábitat ellos tienen un rito central: la entrega de  las llaves. “La persona abre y entra sola a su nueva casa, suelen ser pisos o departamentos, en Madrid. Nosotros nos quedamos fuera. Lo primero que hacen todos es llamar a su familia. Un caso que me conmueve es el de una persona que no entró y salió disparado, corriendo. Al cabo de un rato, volvió con zapatos nuevos. Se los había ido a comprar, porque sintió que su calzado no estaba a la altura. Uno ve cómo una persona de calle que entra a su nueva casa siente que su dignidad se eleva en muchos puntos”.

En España, sólo el 13% de las personas que viven en la calle reciben alguna renta o pensión, por eso, “esto cambia drásticamente, cuando tienen un lugar donde recibir el correo, una mesa donde escribir y llenar formularios para hacer sus postulaciones. Housing First reduce la mendicidad. O sea, tanto de un punto de vista de económico como de dignidad, es un sistema muy eficaz”.

-¿Cómo ha impactado la pandemia en el sinhogarismo?

-Lo primero que ha hecho es que la gente tomó conciencia de que hay personas viviendo en la calle. Que las ha visto quizás por primera vez. En España hicimos una campaña publicitaria que decía “quédate en casa” y personas en situación de calle respondían: “Pero ¿en qué casa me quedo, si no tengo?”. Eso impactó mucho a muchos. La respuesta sanitaria de generar grandes espacios donde la gente se metía en literas llevó a una concentración que no parece segura en términos epidemiológicos. Sin duda, el empobrecimiento general a causa de la pandemia, acabará en un impacto en la pérdida de vivienda y, por ende, en un aumento del sinhogarismo en el mundo.

-Hablemos del factor género, ¿son muy diferentes las mujeres en calle de los hombres en calle?

-En España, el perfil tipo de la persona en calle suele ser un varón en torno a los 40 años, que pertenece a la clase media baja. Pero cada vez hay más presencia de mujeres y de jóvenes. Una verdad absoluta es que las mujeres que están en calle han sufrido un maltrato institucional y de todo tipo muchísimo más grave que los hombres. Sólo unos datos: un 96% de ella ha sido violada y el 84% ha sido abusada en los últimos años, sufriendo una violencia extremadamente más intensa que cualquier varón que esté en la calle.

Lo único positivo es que por el daño y la vulnerabilidad que acarrean, ellas tienen prioridad de entrar a Habitat, el Housing First que administra la fundación Hogar Sí, que dirige Fernando Vidal, y que fue pionera en su instalación en España.

Desde su oficina en Madrid, Vidal concluye: “Este programa además de transformar las políticas sociales orientándolas a evidencias científicas, pone el acento en re-humanizarnos. En volver a creer en cada una de nosotros y eso no tiene impacto sólo en las personas sin hogar, sino que en todos los que habitamos este mundo, porque lo vuelve más fraterno al darnos constatar que cada ser humano es un tesoro que nunca podemos descuidar”.

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