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Entrevista

Oct

2021

Ennio Vivaldi: “Chile ha hecho apología del egoísmo”

El rector de la Universidad de Chile es un soñador y un experto en sueño. Desde esas dos condiciones, habla en esta entrevista que le hicimos en Piensa en Grandes. Así como se emociona con la letra de un tango, se indigna con que hayamos hecho del individualismo un dogma. Y tal como se enorgullece de su proyecto más personal, el “Parque Carén”, un centro de investigación interdisciplinario, acusa a quienes destruyeron la educación pública de la explosión social del 18 de octubre.

Por Ximena Torres Cautivo

 

–“Sur” es un metatango; un tango sobre el tango. Contiene la idea y el sentimiento de nostalgia propio del tango de arrabal. Un dato muy bonito y que explica parte de la historia es que en uno de los versos más hermosos de “Sur”, ese donde dice “sur, paredón y después…”, la frase queda trunca, no se completa y luego vuelve y sigue “sur, una luz de almacén…”. Me emociono al decirlo, como cada vez que lo escucho, porque ese efecto es totalmente casual. Cuentan que Homero Manzi, el autor, le leyó la letra a un amigo con ese después inconcluso y el consultado le aconsejó: Déjalo así, es precioso. Y luego viene aquello de “ya nunca me verás cómo me vieras, recostado en la vidriera y esperándote”. Es muy lindo –comenta, entusiasmado, el médico cirujano, referente mundial en la fisiología del  sueño, rector por segundo período de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi (71).

–¿Cómo es llevar el apellido Vivaldi, tan musical y famoso?

–El pueblo de mis bisabuelos paternos queda al lado de San Remo, como a 18 kilómetros de la frontera con Francia, en La Liguria. Es frecuente en estos pueblitos de Italia que haya muy pocos apellidos, tres, cuatro, a lo más. En Taggia, el pueblo de mi famila, hay Vivaldi, Anfossi y no muchos otros. Alguien una vez me hizo el favor de conseguir los ancestros Vivaldi, que se remontaban al año 1400. Uno emigró a San Remo, que es como decir que se fue de Santiago a Talagante. De ahí se esparcieron por Venecia, que, como Taggia, también está muy cerca de San Remo, y ahí nació Antonio Vivaldi.

–Los Vivaldi de La Liguria se instalaron en Concepción, ¿cómo fue ese tránsito?

–Fue a comienzos del siglo pasado. Posteriormente, mi abuelo volvió, tal como hicieron muchos italianos, a pelear a la Primera Guerra Mundial. Iban a defender su pueblo. Ahí conoció y se casó con mi abuela y volvieron juntos a Chile. Es muy llamativo que la migración desde estos pueblos se hiciera en bloque; partían todos desde este pueblito del norte de Italia al sur de Chile, a Concepción. Se conocían, hablaban un dialecto impronunciable y mantenían firme el vínculo con su pueblo a través del correo. La gente de Taggia sabía que el almacén de mi abuelo quedaba en la calle Capo de Cani, como lograban entender el nombre de la dirección: Caupolicán. Caupolicán lo leían como Capo di Cani, el jefe de los perros –cuenta, traduciendo y pronunciando el italiano, que habla a la perfección.

Hoy, asegura, “por mi apellido, a los italianos, les caigo bien. Me da buena llegada”. El rector estuvo en septiembre en Italia, donde participó del foro Chile-Italia en la Universidad de Bologna, que es un espacio de colaboración académica y de investigación; firmó un convenio con la editorial Trecanni, responsable de la Enciclopedia Italiana, y, lo más relevante, cerró el acuerdo con el laboratorio ReiThera en Italia, “un centro similar al que construiremos en Parque Carén y que nos permitirá producir hasta cien millones de dosis anuales de vacunas, recuperando una capacidad que Chile había perdido”.

-Esta iniciativa surge como consecuencia de la pandemia por COVID-19…

-Déjame decirte algo: nosotros como Universidad de Chile en 2017 propusimos crear un centro de producción de vacunas, pero mira el ojito que tiene la política chilena: no fue considerado. Ahora podremos sacarlo, para lo cual necesitamos financiamiento estatal y privado. Tendremos la línea de producción completa en el Parque Carén. No se trata de hacer sólo el producto final a partir de un polvo que llega de afuera; nos encargaremos de la producción completa. Y no sólo eso, además de hacer vacunas y estudiar virus, lo más importante es que crearemos un centro de investigación en biotecnología, un ambiente científico y académico para sacar adelante proyectos interdisciplinarios.

-¿Qué reflexión le deja esta inesperada pandemia que tanto daño ha causado?  

-Esto fue algo impredecible, un golpe tremendo. Lo primero es que como suele evidenciarse en cualquier tragedia, hizo aparecer realidades y necesidades invisibilizadas por mucho tiempo. Una de ellas es lo fundamental que resulta poner los esfuerzos en la atención primaria y no en la terciaria, que son las cirugías, lo que deja plata. Eso es lo que se ha hecho por cuestiones de dinero, propias de un modelo que privilegia la ganancia económica; ahora vemos que hay que invertir los énfasis. Lo segundo que destacaría es lo clave que resultó poner parte importante del esfuerzo en la vacunación; eso nos deja en una situación privilegiada frente a otros países de la región o del mundo.

Se ríe el rector, cuando le comento que a los chilenos nos encanta sabernos los mejores en algo. Y a propósito, destaca otro logro que salió a la luz a partir de los trastornos creados por la crisis sanitaria: “Es notable lo muy bien que salvó Chile en materia de educación telemática y clases online, comparado con el resto de Latinoamérica, logrando mantener la actividad académica universitaria a través de lo digital. Y eso es mérito de la Universidad de Chile, que fue pionera en los años 80 del siglo pasado, cuando partimos con el proyecto Reuna y el desarrollo de la informática. Prueba de este carácter pionero es que el dominio en internet, nuestro punto cl es propiedad no del Estado, sino de la Universidad de Chile.

 EL 18 DE OCTUBRE

Ennio Vivaldi Véjar siempre supo que sería médico, como lo era su padre, Ennio Vivaldi Ciccero, doctor y académico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción. “Siempre lo di por descontado. Nunca se me pasó otra cosa por la cabeza, a pesar de que me gustaban mucho las matemáticas y tenía una tremenda sensibilidad por la poesía, como no pude ocultarlo hace un rato cuando hablábamos del tango Sur”.

–¿Y la vocación política, su temprana inscripción en el Partido Socialista?

–Yo era joven en una zona fuertemente obrera, con muchísima clase trabajadora. Era imposible, viviendo en Concepción, no tener una conexión social con esa exposición cotidiana a las duras condiciones de vida de los trabajadores, a la pobreza que había. Recuerdo imágenes épicas que a uno le llegaban al fondo del alma, como la marcha de los mineros del carbón sobre Concepción en los 60. Fue impresionante. Había además un gran desarrollo en el ámbito de la cultura, algo que me fascinaba. La cultura estaba absolutamente vinculada a gente de pensamiento de izquierda, prácticamente todos los literatos, poetas, cineastas, artistas, eran gente muy contestataria, no sólo en Chile, sino en todo el mundo. Parecía tan natural, necesario y posible hacer un cambio importante en la sociedad, así es que desde muy temprano tuve y compartí esas ideas de transformación social. Recuerdo que cuando tenía 18 años ya me gustaba Salvador Allende y fue muy doloroso que perdiera la elección presidencial en 1958. Luego, vino la de 1970, con otro resultado.

Uno de las cosas personales que suele contar al rector es que nació en un hospital público. Y esa cuna la vincula con su convicción de que salud y educación públicas deben ser robustas y de calidad. “Me eduqué en la educación pública, donde todos nos conocíamos los cursos y éramos una fragua, una mezcla de todos los orígenes socioeconómicos e ideológicos del país”.

–Para alguien con esa convicción debe ser impresionante haber llegado a ser rector de la Chile, ¿cómo siente su cargo?  

–No es una meta que uno se plantee, algo para lo cual uno descubra que tiene un potencial. Ser rector de la Universidad de Chile es algo que a mí mismo me asombra, pues no es algo a lo que uno pueda aspirar. Es un privilegio único, una oportunidad notable que a uno se le ofrece en la vida, más cuando se tiene la alta valoración que tengo yo de lo público.

Tan gravitante le parece el tema que considera que “en la destrucción de la educación pública radica el origen del estallido social de 2018”. Sostiene: “Lo he dicho otras veces: Chile ha hecho apología del egoísmo durante muchos años a partir de un modelo de sociedad impuesto durante la dictadura cívico-militar, basado en una ideología extrema. Aceptamos como dogma el individualismo. Hoy todos saben que deben preocuparse de sí mismos porque nadie más lo hará por ti. Y eso se instaló con el desmantelamiento, el desprestigio y la minimización de todo lo público”.

Toda esta reflexión está en un artículo de 23 páginas publicado en la revista Anales del Instituto de Chile, titulado “Universidad pública y reconstrucción del bien común”, donde escribe: “En la destrenzada carrera hacia el individualismo y el lucro, no se supo valorar el gran rol de cohesionador social que cumplía la educación pública, la cual transformaba en compañeros de curso y en ciudadanos de la República a niñas, niños y jóvenes provenientes de los más heterogéneos orígenes socioeconómicos, sectoriales, religiosos, étnicos o políticos”. En el mismo artículo deja claro a quiénes considera responsables de la explosión social: “La combinación de economistas dogmáticos, jurisconsultos fundamentalistas y gobernantes inclementes tuvo como resultado que Chile emprendiera ese viaje que hoy queremos revertir, y que lo hiciera con un ímpetu tal que ni siquiera el retorno a la democracia de 1990 pudo lograr un regreso fluido a la cordura”.

-¿Cuánta esperanza cifra en la nueva Constitución?

-Espero que reemplace a este modelo extremo en que hemos vivido y revierta el individualismo desembozado. La nueva Constitución, además de revertir los excesos de la de 1980, debe hacerse cargo de tres temas principales: la equidad de derechos de la mujer, el respeto a los pueblos originarios y la descentralización administrativa y económica del país. También de nuevos temas, como la sustentabilidad, el cambio climático, la energía verde, el agua, la transformación tecnológica y, en el campo de la salud, las nuevas patologías prevalentes virales, las vinculadas a la tercera edad o la malnutrición. Así, las universidades públicas nos hemos puesto al servicio del nuevo proceso constituyente.

-¿Cómo evalúa la violencia, los saqueos y los actos delictuales que se vieron el pasado 18 de octubre?

-Lamentable. No tengo idea qué hay detrás de todo eso, no sería responsable especular. Aunque nadie quiere vincular la presencia del delito y la violencia con el daño en salud mental que ha provocado este modelo extremo, es algo que debemos considerar –dice.

LOS SUEÑOS DE VIVALDI

El rector tiene mucho de soñador. Aunque, en su caso, los sueños también son objeto de aproximación científica. “Dormimos porque la tierra gira en torno a su eje, porque hay día y noche. Los humanos somos muy sensibles a estos dos ecosistemas. Tenemos nuestra vida organizada en a ellos; de día, estamos despiertos; de noche, dormimos. La gente subestima a veces el impacto que tiene alterar ese ciclo. Así, los turnos laborales son mucho menos triviales de lo que uno podría pensar. Vivimos en ritmos circadianos, en una sucesión de vigilia y sueño, y es notable cómo cambia esa necesidad de sueño de acuerdo a la ontogenia. En el desarrollo embrionario, los seres humanos necesitamos mucho más sueño que vigilia. Hoy ya está en el conocimiento común que el cerebro tiene dos estados distintos: sueño REM, que es cuando soñamos, y sueño no REM, cuando sólo dormimos. Los adultos tenemos un quinto del primero, mientras que en el caso de un recién nacido dormido la mitad de su sueño es REM. Esa actividad onírica juega en el lactante un rol muy importante ya que estimula endógenamente su sistema nervioso central.

Vivaldi vibra con el sueño como lo haría su remoto pariente con las Cuatro Estaciones. Y se embala contando cómo en la última etapa de la vida la profundidad del sueño disminuye y, por eso, aparece el insomnio.

–A los 71 años, ¿usted se considera parte de esa tercera edad que duerme menos o esto de la vejez le parece una percepción subjetiva?

–No me siento para nada una persona mayor, pero desde el punto de vista objetivo, sin duda, la imagen que me devuelve el espejo, como dice otro tango, me hace ver los 71 que tengo. Los argentinos hablan de que se les vino el viejazo, que les cayó el viejazo –dice, imitando el tono che. Y agrega: –Antes yo no usaba el pasamano para subir las escaleras, lo hacía corriendo. Ahora me sirve para darme impulso, lo mismo que los apoyabrazos del sillón que ayudan a pararse. Veo el envejecimiento no como el ascenso de una escalera, sino como una rampa. No es que cada año sea peor, puedes estar muy bien durante muchos años, lo que depende mucho del estilo de vida. Yo tengo una vida tan activa que no pienso mucho en la vejez.

–Pero la Universidad de Chile sí piensa que los chilenos estamos envejeciendo. ¿Qué iniciativas innovadoras para mejorar la vida de las personas mayores están desarrollando?

–Nosotros tenemos el proyecto Gero, que es importantísimo en la materia. Estamos con una iniciativa de co-houssing en el Centro Carén, que está a cargo de la arquitecta Pilar Barba, porque hoy las casas en Chile se hacen con un proyecto estandarizado para familias tipo, sin considerar a las personas mayores, que se han ido quedando solas. Ese es un gran tema.

El Parque Carén, que depende directamente de la rectoría de la Universidad de Chile, es –sin duda– un sueño personal de Ennio Vivaldi. “Carén albergará proyectos transdisciplinarios propios de la Universidad. También iniciativas donde converjan otras universidades, organismos públicos, empresas y entes internacionales. Están ya en funciones dos centros: el de tecnologías de alimentos y el de la construcción”, explica, embalado.

El Instituto de Tecnología de los Alimentos (INTA), donde trabajó junto al destacado doctor Fernando Mönckeberg (95), es una suerte de modelo a escala de lo que será Carén, en el sentido que fue anticipatoriamente interdisciplinario. El 13 de octubre, el rector homenajeó al añoso médico diciendo: “Él tuvo el enorme logro de erradicar la desnutrición infantil en Chile. Es un ejemplo emocionante y elocuente de la capacidad que tiene la Universidad de Chile de incidir en el país. Vayan para él nuestro agradecimiento y gratitud”.  Y a nosotros, nos dice: “Hoy está de moda la transdisciplina, cosa que el doctor Mönckberg desarrolló en los años 60, cuando dijo el tema de la desnutrición es de una complejidad tal que no la van a resolver ni los pediatras ni los psicólogos por sí solos y sumó a muchos otros especialistas. Ese es un gran mérito, anticipatorio. Mönckeberg es extraordinario porque se da cuenta de que la desnutrición impide que el sistema nervioso central se desarrolle. Eso es un crimen para un niño, porque al negarle las proteínas que necesita, se le niega posibilidad de desplegar toda su capacidad y talentos. Y tan importante como eso es que al tener niños desnutridos, se le hace un daño enorme al país, porque se le priva de la capacidad intelectual de sus habitantes”.

El doctor Mönckeberg hoy tiene 95 años y quiso postularse a la presidencia de la República en 1989 sin éxito. El doctor Vivaldi tiene 71 y hasta ahora parece no soñar con ser presidente.