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Entrevista

Nov

2021

Claudia Huaiquimilla: “Elisa Loncon ha guiado mis pasos desde niña”

La joven y reconocida cineasta acaba de estrenar “Mis hermanos sueñan despiertos”, película que ya acumula varios premios y se inspira en una tragedia real ocurrida en una residencia del Sename en 2007. Aquí nos comparte el tejido creativo que ha ido construyendo desde siempre y que finalmente revela la realidad de una mujer “mapurbe”, el mapuche santiaguino, de la que ella es parte, orgullosa y consciente.

Por Ximena Torres Cautivo/ Publicado en El Dínamo

Huaiquimilla significa “lanza dorada” en mapudungun. “No porque sea de oro, sino porque el sol le pega de lado y la ilumina, haciendo que, siendo plateada, dé destellos dorados”.

Si Claudia Huaquimilla (33) fuese un concepto, una palabra, sería “luz”. Es el término que más usa, cuando quiere describir el talento de un actor, algún detalle técnico cinematográfico o el sentido de su apellido paterno, evidentemente mapuche y absolutamente definitorio de su ser y de su quehacer.

Premiada directora de “Mis hermanos sueñan despiertos” (2021), cinta ganadora del Festival de Cine de Valdivia, tras obtener tres galardones en el de Guadalajara –mejor película, mejor guión y mejor actor– y de “Mala junta” (2016), ahora trabaja en el guión de una próxima película, que gira en torno a lo “mapurbe”, como el libro y concepto creado por el poeta David Añiñir, a quien Claudia cita.

Aniñir en su libro “Mapurbe: Venganza a raíz” instala la idea del mapuche urbano y transcultural, de un transmapuche, del mapuche santiaguino. Claudia es “mapurbe”. Una mujer de origen mapuche en la urbe, tal como las más de 600 mil personas que se identifican como tales en la región Metropolitana, 300 mil más que las que viven en La Araucanía.

“Hija de madre chilena y de padre indígena”, como precisa, se crio en La Florida. “Soy floridana, de La Mariquina y de Lanco”, declara, aunque asegura que es en Lanco donde está su refugio, al que trata de ir cada vez que puede y que es una ventaja que no todos los mapurbe tienen. Allí trabaja su padre, dedicado a la reforestación de especies nativas.

“Soy consecuencia de ese sincretismo y en Santiago, recién llegada, sentí el choque cultural. Tempranamente, percibí lo que significa ser mapuche, pero lo soy y con orgullo. Antes de aprender a contar en inglés, mi papá ya me había enseñado a hacerlo en mapudungun”, responde cuando le preguntamos si es hablante de su lengua. Comenta también que se sintió discriminada desde el colegio en cuestiones cotidianas y sutiles, “como que alguna gente me comente: Oye, qué extraño que tengas sentido del humor, que te rías harto, cuando los mapuche son tan tristes. Son miradas reduccionistas de nuestra identidad, profundamente estereotipadas y reduccionistas”.

Claudia entró a la Universidad Católica a estudiar dirección audiovisual en la Escuela de Comunicaciones. Allí se topó con la celebrada Maite Alberdi, directora de “El Agente Topo”, “Los Niños”, “La Once”, que es cinco años mayor y ya era profesora. Dice de ella: “No soy la Maite Alberdi. Ella es parte de mi corazón. La sigo, la admiro, la amo, pero mi forma de narrar es otra. Yo no podría hacer documentales. Yo tomo testimonio de la realidad, pero tengo que pasar esas vivencias por la ficción, por una interpretación propia. No puedo entregarlas así, tal cual”.

“Mala junta”, su primer largometraje, es elocuente de esa manera de abordar la realidad. Estrenado en 2016, ganador también del Festival de Cine de Valdivia de ese año, además de los de Toulouse y La Habana, cuenta la historia del Tano y el Cheo, un chico rebelde al que su padre lleva al campo para evitar que sea derivado al  Sename y un tímido niño mapuche, respectivamente.

De la relación entre ambos, de cómo se unen para enfrentar la violencia y los prejuicios en la complicada etapa adolescente, trata la película, que es el segundo eslabón de la trenza creativa que está tejiendo Claudia. Una cosa lleva a la otra: antes de “Mala Junta”, hizo un cortometraje, que también filmó en la comunidad mapuche de su papá, “San Juan, la noche más larga” (2012), y trata sobre traumas infantiles y su origen indígena. Y, ahora, para “Mis hermanos sueñan despiertos” se inspira en la tragedia que en 2007 culminó con la muerte de 10 adolescentes en el Centro de Rehabilitación Conductual (CERECO), “Tiempo de Crecer”, del Servicio Nacional de Menores (SENAME), de Puerto Montt. La presidenta de entonces, Michelle Bachelet, “lamentó los decesos”, que se produjeron cuando los jóvenes iniciaron un incendio para intentar fugarse y ocho de ellos perecieron asfixiados en el baño del lugar. Otros dos estuvieron con muerte cerebral por más de una semana en el hospital regional hasta terminar muriendo a causa de la inhalación de monóxido de carbono.

MI PRIMO CHEO

“Yo fui a exhibir Mala Junta a varios centros del Sename, pensando que me encontraría con casas de acogida, pero eran cárceles, con seguridad, rejas, donde me revisaron, me quitaron el celular, con espacios precarios, pequeños, destinados a distintas actividades. Allí mostré mi película y nunca me he vuelto a encontrar con un público más respetuoso. Ellos y ellas, porque la exhibí en distintos centros, veían la película en total silencio, abrazados. Me impresiona sobre todo esa hermandad, esa familia que forman al estar separados de la propia, que suele ser el gran dolor que arrastran. La resiliencia que tienen es gigantesca, notable”, recuerda Claudia, quien ahí empezó a concebir su recién estrenado segundo largometraje.

-¿Qué conclusión sacaste después de esas funciones?

-Que a ellos lo que más les importa es que dejen de mirarlos como “niños Sename”, que dejen de estigmatizarlos. Ellos buscan transmitir que son personas con sueños y anhelos, con ansias de superación.

Un reciente trabajo llamado “Ser niña en una residencia de protección”, hecho por varias organizaciones de la sociedad civil –Hogar de Cristo y Colunga, entre otras–,  revela que las niñas y adolescentes vulneradas bajo la protección del Estado, lo son mucho más que sus pares masculinos. Acarrean mayor nivel de abusos, de todo tipo, incluida la explotación sexual comercial, lo que genera un grado notorio de trauma y debería obligar a tratarlas de manera diferenciada, con una aproximación de género, sin prejuicios.

-¿Percibiste diferencias entre las niñas y los niños que están en esos centros?

-Sí, sus relatos son diferentes. Aunque el número de niñas que vi fue menor, percibía en cuestiones prácticas los efectos de esas vidas trastocadas y el cómo van dejando su pequeño rastro en esas casas, que con todo lo malo, finalmente son sus casas. Los dibujos en las paredes, los peluches, señas. Yo no registro esas señales, no las grabo en sus piezas, no invado sus intimidades. Eso no lo hago, por respeto a su dignidad.

Claudia insiste en su método de trabajo: en su recreación de la realidad, en pasar por su propio cedazo los casos que la conmueven, sin ser literal. En ese sentido, ha dicho: “Una de las herramientas más poderosas del cine es darle a una persona el acceso privilegiado al sentimiento de otra persona muy distinta, para generar empatía.  De eso se trata esta historia. Espero que los espectadores entren en este mundo sin prejuicios, observando los lazos de fraternidad que pueden surgir en los lugares menos esperados”.

Cuenta que estaba en segundo año de Universidad, cuando supo lo del incendio y de las muertes en ese centro del Sename en 2007. Así se enteró de dos hermanos que habían muerto “cuando no deberían haber estado ahí” y esa fue la génesis de “Mis hermanos sueñan despiertos”. “Ellos tenían una diferencia de edad similar a la que tengo con mi hermana. Me impactaron esas muertes y así nacieron Ángel y Franco, los protagonistas de la película”.

-En varias entrevistas has dicho que te aterra que “los cambios del Sename se queden sólo en el nombre”. En ese sentido, ¿lo tuyo es cine de activismo social?

-No es algo que me plantee así, a mí me marcó desde siempre y demasiado el que la historia oficial no calce con la real, la que uno vive en su familia, en su comunidad, en su mundo. Hay una conversación de voces acalladas, que no tienen eco público y que interesa que se escuchen.

Lo que hace Claudia es mostrar las consecuencias –muchas veces fatales– de nacer y crecer en pobreza. Puesto en palabras de quienes trabajan en el tema, el filme revela que en Chile no existe una Ley de Garantías de la Niñez, que asegure un piso de protección social a niños, niñas y adolescentes, particularmente a los más pobres.

Pero su activismo por esa causa es sutil; lo hace con el filtro que ya ha dicho, el de su propia subjetividad, muy femenina y sensible, por cierto.

“Somos pocas las mujeres haciendo cine y menos las que tenemos origen indígena. Esas voces femeninas son muy difíciles de encontrar. Yo conozco, por ejemplo a Milady Orozco, una cineasta colombiana, pero ella, como Maite Alberti, también es documentalista. Lo mío es, como ya dije, un código diferente”.

Otro rasgo distintivo de su manera de trabajar es la selección de “actores naturales”, como los llama, a los que cuida como si fueran hijos o hermanos. “Familia”, dice, y, en algún caso, eso es literal. El actor que interpreta a Cheo, el niño mapuche, en “Mala Junta”, es su primo. “Yo lo protegí mucho, porque el cine no es fácil, por la exposición que significa. Yo soy muy recelosa para dar el contacto de mis actores naturales. Me pasa lo mismo con César Herrera, que es quien hace el papel de Franco, el menor, en ´Mis hermanos sueñan despiertos´. Tiene 17 años y es lo máximo. Irradia una luz poderosa. Llegó a través de un casting y luego, coincidentemente, resultó que Pablo Greene, el coguionista de la película, lo había visto en una competencia escolar de actuación y lo había destacado. A César y a todos los cuido mucho. No quiero que la sobre exposición les mate las ganas”.

Ángel, el hermano mayor, está encarnado por Iván Cáceres, quien tiene 23 años y tampoco es actor profesional. Sólo había hecho un curso de actuación. “Cuando llegó al casting de unos cien postulantes, se veía muy mayor. No daba el look, pero al pedirle que improvisara una de las escenas, aquella del plan de escape, nos dimos cuenta de que era Ángel, él tenía que ser”. Le cortaron el pelo, lo pusieron junto a César y la magia surgió. Hoy Iván tiene el premio al Mejor Actor en el Festival de Cine de Guadalajara.

LA PRESIDENTA LONCON

Aunque sabíamos que Claudia estaba aburrida de que los periodistas le preguntaran por su origen mapuche, en esta oportunidad habla llena de convicción y sin presiones sobre el tema. Dice:

-Duele muchísimo el trato discriminatorio. Me acuerdo de lo que vivimos en 1992, cuando yo estaba en el colegio y se hablaba de los 500 años del “descubrimiento de América”, del encuentro de dos pueblos, cuando lo que sucedió ahí fue un genocidio. Algo absolutamente violento que generó mucho dolor y lo ha seguido provocando.

Uno vive defendiéndose de eso, de la violencia sistemática del Estado chileno, lo digo, sobre todo, pensando en los niños, niñas y niñes que viven en los territorios del sur –afirma.

Ella estuvo mostrando “Mala junta” en escuelas de Tirúa y otras localidades de Arauco. “Los directores de esas escuelas me hablaban de los graves problemas de autoestima que tienen los niños mapuche. En ese sentido, yo era para ellos un testimonio de carne y hueso, alguien cercano a su realidad de niñes, que podía demostrarles que se puede ser médico, científico o cineasta, más allá de donde hayas nacido”.

-¿Y con “Mis hermanos sueñan despiertos” qué quieres conseguir?

-Yo, desde mi propio lugar, no de manera literal, textual, ni documental, pero desde mi propio corazón, con caras, con gestos, con detalles, quiero transmitir lo que esos niños, niñas y niñes me transmitieron a mí: su necesidad de ser considerados algo más que niños vulnerados, niños del Sename –insiste.

-¿Crees que los espectadores comprenden esa intención?

-Una nunca sabe. Los premios y reconocimientos han sido sorprendentes, porque uno nunca sabe qué película hizo hasta que la gente la ve. En Locarno, Suiza, donde fue el estreno, hubo una buena reacción, pero su realidad es tan lejana de lo que muestra la película, que no tiene que ver con lo que pasó en México, y para qué decir en Valdivia. El conversatorio posterior a la exhibición que hacemos y que ahora haremos en los estrenos en regiones es pura suma de nuevas historias, porque la gente abre su corazón y cuenta cuestiones importantes, increíbles, que yo llego después corriendo a escribir a mi casa para no olvidarlas. En muchos casos, me cruzo con mi propia biografía, oyéndolas.

Admiradora declarada de la académica y constituyente Elisa Loncon, a la que llama “nuestra presidenta”, afirma: “La conozco desde antes que se convirtiera en líder del proceso constitucional. Le tengo una profunda admiración. Por su persistencia, su coherencia, su lucha. Ha guiado mis pasos desde niña y me da mucha tranquilidad que ella esté presidiendo el proceso constituyente. Hace poco me tocó visitarla en el Congreso y es la misma persona acogedora, sabia y que no se avergüenza de su origen de siempre”, dice Claudia, quien presentará su película a los constituyentes, en el contexto de la publicación de “Nacer y Crecer en Pobreza y Vulnerabilidad”, un estudio del que participaron UNICEF, Fundación Colunga, Cideni, Núcleo Milenio y Hogar de Cristo, y que es considerado “la publicación más relevante en materia de pobreza infantil de la última década”.

Claudia recuerda que fue justamente en 1992, cuando hizo su estreno la bandera mapuche, esa que hoy vemos enarbolada en marchas, protestas, manifestaciones, y que marca para ella un antes/después en esta historia. “No pensé que viviría para ver a miles de mapurbes orgullosos de su origen, haciendo oírse, enarbolando esa bandera, tal como lo vemos hoy a diario”.

Si te importa la infancia que nace y crece en pobreza