Nov
2021
Voluntario Jainer Gómez: “No creo en dar para recibir, prefiero dar y no esperar nada a cambio”
Este joven sobreviviente a un accidente vascular cerebral, llegó a Chile en mayo de 2019 y de inmediato se enroló como voluntario en la casa de acogida para adultos mayores de San Bernardo. Si bien lo hizo por una exigencia académica, es un convencido de que el voluntariado “te humaniza y obliga a enfocarte en las personas más vulnerables que uno”.
Por María Teresa Villafrade
El joven venezolano Jainer Gómez (26) llegó a Chile en mayo de 2019 junto a su hermano mayor. Ambos estaban trabajando en Ecuador en el rubro del turismo, pero las cosas se pusieron difíciles allá. Antes, habían estado en Colombia un año, donde él trabajó en la compañía Electricaribe en Cartagena y en una panadería como vendedor, en Cali. “Estando en Ecuador, donde solo alcanzamos a vivir tres meses, nos llegó la invitación de unas compatriotas radicadas en Chile para venirnos. No lo pensamos dos veces y viajamos con lo poco que teníamos, confiando en encontrar mejores condiciones de vida aquí”, señala.
En Venezuela quedaron sus padres y hermanas mayores a quienes confiesa extrañar mucho. “La ausencia de la familia duele demasiado”. Quizás esa nostalgia por la tierra y los seres queridos es lo que lo ha hecho empatizar más con el dolor del prójimo, en especial si se trata de personas muy vulnerables como aquellas que conoció en la Casa de Acogida de Hogar de Cristo en San Bernardo. En ese lugar, que antes era una hospedería para personas en situación de calle, viven 23 adultos mayores a quienes Jainer tuvo el gusto de conocer y atender.
Becado en dos universidades en su tierra natal, en la Universidad de Carabobo, que es pública, y en el Instituto Universitario de Tecnología para la Informática. En este último actualmente está cursando online el último semestre de la carrera de Administración Industrial mención Contaduría.
“Durante meses estuve buscando un lugar donde poder hacer servicio comunitario tanto en la Municipalidad de Pudahuel –que es la comuna donde vivo- como en el Senadis, pero en ninguna parte me aceptaron. Solo el Hogar de Cristo me abrió sus puertas y finalmente fui aceptado para ser voluntario en San Bernardo. Le agradezco mucho a Emilio Jorquera, encargado del área del voluntariado, darme esa oportunidad. Diariamente y durante tres meses, en pleno invierno, me levantaba muy temprano con todo el amor del mundo para llegar a tiempo y entregar mi ayuda a los adultos mayores de la casa de acogida”, relata.
Jainer cuenta que si bien es una exigencia académica que rige en Venezuela para todas las carreras técnicas y profesionales, incluso en la enseñanza media, hacer servicio comunitario es algo que siempre estuvo en sus planes.
“Yo soy sobreviviente de un derrame cerebral que me dio hace siete años en Venezuela. Estoy bien, con pocas secuelas de una enfermedad que, gracias a Dios, no me ha inhabilitado para trabajar. Me afectó el sistema nervioso central del lado izquierdo y todavía tengo un poco de hormigueo, pero he recuperado la visión después de varias cirugías. Sé, por lo tanto, que la vida te puede cambiar de un momento a otro. Nunca se sabe lo que puede pasar, por eso aspiro a ayudar a otros lo necesitan, independiente de la carrera que estoy estudiando”, dice.
En su voluntariado conoció a hombres que han tenido vidas difíciles, en extrema pobreza y que han envejecido solos, sin cariño ni familia. “Siempre hay quienes te agarran más cariño y con quien tú compaginas mejor. Recuerdo especialmente a don Manuel, quien tenía problemas a la vista y me decía que se quería matar, entonces yo lo confortaba, no piense eso, usted se va a recuperar. Hice todo lo que estuvo en mis manos, lo acompañé en todo el proceso de controles médicos, hasta que lo operaron de las cataratas, primero de un ojo, después del otro. A él le gusta pintar, imagino que pronto volverá a hacerlo. Le guardo un cariño enorme”.
VOLUNTARIADO DE BUENA FE
El joven voluntario venezolano es un convencido de que no se necesita estudiar trabajo social para desarrollar la solidaridad. “Si bien yo no estudié esa carrera, como ser humano soy sensible y creo que todos estamos capacitados para ayudar a otros, lo importante es hacerlo de buena fe. ¿Cuántas personas no maltratan a sus mayores, les gritan, los empujan y mueven de un lado a otro como si fuesen muebles? Nadie entiende por qué se llega a tanta soledad. Muchos de ellos lloran porque perdieron a sus hijos, porque están abandonados, se quedaron solos. Entonces si uno puede acompañarlos y al mismo tiempo adquirir experiencia de vida, hay que hacerlo. Uno también va a ser abuelo, o al menos yo tengo la esperanza de llegar a esa edad”.
Dice que le gustaría mucho volver. “El cariño que uno les agarra a los mayores es tremendo. Ellos te respetan, muchas veces me dieron las gracias porque les sorprendía que una persona de otro país fuera bueno con ellos. Yo les decía que todas las personas mayores tienen derecho a ser atendidos. Darles atención es muy importante, independiente de cuáles fueron las circunstancias que los llevaron a estar en una residencia de acogida”.
En octubre finalizó su voluntariado y empezó a trabajar en una compañía de perfumes en el área de auditoría. “Me dolió mucho en lo personal dejar el Hogar. Actualmente por causa de la pandemia, estoy más limitado para poder visitarlos. Hubo un contagio en la residencia y se han vuelto a poner restricciones para no exponerlos”, explica.
-¿Cuál es el principal aprendizaje que te deja esta experiencia?
-Que debemos ser más amorosos y fraternos. Si uno hace las cosas con amor, eso te reconforta. Por lo general hay personas que usan este lema: dar para recibir, pero yo no creo en eso. Yo creo que si uno hace las cosas con el corazón puesto en ello, es siempre mejor dar. Sin importar si se recibe o no algo a cambio. Esa es la mejor satisfacción que podemos tener como seres humanos. En mi caso, si no fuese por una causa académica igual haría voluntariado. Me gustaría seguir en ello, si tuviera a mi familia acá, lo haría. Pero me queda muy complicado trabajar y hacer voluntariado, al mismo tiempo.
-¿Cuál es tu proyecto de vida en Chile?
-Me gustaría seguir formándome. Tuve que salir de mi país forzosamente, pero igual no me he detenido, seguí estudiando pese a todos los contratiempos. Sigo de la mano de Dios para avanzar y poner en control mi salud, que es una de las cosas que más quiero. Quiero felicitar al Hogar de Cristo por el magnífico trabajo que realizan con las personas mayores. La verdad es que son muy profesionales y entregan mucho amor en lo que hacen. Agradezco mucho a Elizabeth Brull y a todos los monitores pues se portaron excelente conmigo. Presenté a mi universidad el proyecto de lo que trabajé en la casa y les encantó, fui el primero en mi promoción”, concluye orgulloso.