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Dic

2020

Tomás, el barbero de Maipú

Su vida está muy lejos de ser una comedia, como la famosa ópera de Rossini. Pero sí es una historia nutrida de esfuerzo y creatividad. Cuando tenía tan solo 13 años se sumergió en el mar de Youtube, buscó los mejores tutoriales y hoy, a sus 17, se define como un estilista profesional. Gracias al retiro del primer 10% de las AFP, su madre le habilitó un espacio donde atiende y sostiene su hogar.

Por María Luisa Galán

“Soy barbero desde que nací, nací con este don en las manos. Hace cuatro años que le entregué mi vida a la barbería. Uno desde chico piensa en trabajar porque en la casa las cosas nunca están. Me las tenía que buscar y una de las formas legales era haciendo lo que a mí me gustaba. De chico andaba metido en las barberías de los dominicanos, de amigos, y después empecé a meter la mano solo”, cuenta un orgulloso Tomás Ibaceta Barahona que a sus cortos 17 años se define como “barbero profesional”.

Gracias al primer retiro del 10% de las AFP, su madre, Beatriz, le cedió su habitación ubicada en el primer piso de un pasaje en Maipú y se la habilitó con lo básico. Cambió el piso, instaló muebles y espejos, mientras Tomás se compró un lavapelo y un vecino le regaló un sillón. “Cuando salió el 10% no lo pensé dos veces e invertí para hacerle su barbería aquí. Tiene sus máquinas, su secador. Le compré una pechera con su nombre y hace lo que le gusta”, cuenta, orgullosa, su progenitora, madre de otros dos jóvenes, de 29 y 33 años.

Aprendió solo. “A mí no me enseñó nadie, no tuve la suerte de tener un profesor que me dijera cómo se hacía, aprendí solito por Youtube. Pescaba a mis amigos y les decía que cortaba el pelo hacía tiempo; para algo están los amigos”, dice entre risas. “Pero nunca me mandé una embarrada porque siempre lo miré como un trabajo más que un juego. Arriesgué mi futuro con la barbería, me lancé a hacer algo que quería decidido, no la pensé”, cuenta.

Tomás es experto, sabe de lo que habla al momento de comentar temas de peluquería. No sólo corta pelo, también es colorista, arregla barbas y cejas; usa máquina y tijeras y atiende desde niños hasta adultos mayores. Sobre la competencia foránea, dice: “El chileno acapara más rango en la barbería que el extranjero. El extranjero se dedica a un solo tipo corte. Yo tengo más de diez cortes de pelo distintos y todos llevan diferentes secciones. Ellos no saben ocupar muy bien la tijera. Es diferente”, cuenta el joven que tiene su cuenta de Instagram, donde sube exhibe su trabajo. Su página en la red social se llama “21 cuts in the sky” (21 cortes en el cielo), en honor a Pablo, su fallecido amigo y compañero de labores.

-¿Con qué sueñas, Tomás?

-Estoy juntando plata para cumplir mi pequeño sueño, que es tener un sillón reclinable. Siempre he trabajado con una silla nada más. Ahora tengo una silla de peluquería, pero me gusta trabajar con un sillón reclinable, porque hago barba, cejas, y necesito otro ángulo y postura.

Actualmente, el hogar de Tomás está compuesto por él y su madre. Ella está desempleada. Por muchos años fue promotora de ropa interior en grandes tiendas y fue gracias a su esfuerzo que logró comprar su casa y sacar adelante a sus tres hijos sola, porque el padre se fue apenas Tomás nació. Prácticamente ambos viven de lo que gana el joven barbero. “Mi hijo maduró muy niño, asumió la responsabilidad de que me tenía que apoyar y estar conmigo en la casa porque yo hacía comida para vender. Siempre ha buscado trabajar. Estuvo en la feria, hizo humitas con una señora y salió a vender, siempre busca cosas para ayudarme. Me siento orgullosa porque es un niño sano, no anda metido en tonteras, en la droga. Él es el más chico de todos los niños del pasaje y es el único que piensa en surgir, le dice a los otros que no anden metidos en tonteras, haciendo nada malo”, cuenta Beatriz.

Tomás, complementa las palabras de su madre: “Desde pequeño tuve que pasar cosas feas, cosas que faltaban en la casa y yo tenía que saber buscármela, porque no me las iban a regalar”.  Y a pesar de que a veces falta, Tomás no tiene reparos en enseñar a otros jóvenes con espíritu emprendedor como él. Uno de ellos es Bastián Rodríguez, unos años mayor que él. Se conocieron en la escuela de reingreso Padre Álvaro Lavín de Súmate, fundación del Hogar de Cristo. “Me gustaba desde antes la barbería y me veo trabajando en esto, me gusta. Quiero aprender más. Mi sueño es tener una barbería propia”, dice Bastián, el joven que hace unos días egresó de cuarto medio. Vive en Padre Hurtado y dice que ahí no tiene competencia. Aún no tiene nombre su pequeño negocio, pero está pensando sobre cuál sería el mejor nombre.

A Tomás aún le queda un poco para terminar sus estudios secundarios. Como es el sostén de su hogar, se le hace difícil complementar ambas actividades. Sin embargo, agradece las oportunidades que le brindan sus profesoras. “Si no fuera por Súmate no estaría estudiando ahora y seguiría sólo trabajando. El colegio me ayuda, porque tengo el tiempo justo para estudiar y trabajar tranquilo. Trabajo de lunes a lunes, desde las 10 de la mañana hasta las 11 de la noche”, dice.

“Ese colegio es una bendición, ¡tienen una vocación las tías! Todos valen oro porque son tan buenas personas. Participo en todo, en cada actividad que hay. Para la graduación de octavo, yo preparé el coctel para que saliera todo bonito”, agrega Beatriz, una mujer orgullosa de Tomás, sus hijos y nietos, pero sobre todo de ella misma por sus logros, fruto de su esfuerzo.

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