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Feb

2021

Subsidio DS49: “Arrendar es como estar regalando la plata”

Gracias a los profesionales de Programa de Apoyo Familiar del Hogar de Cristo, ubicado en Curanilahue, región del Biobío, Lucía Bravo y su familia fueron beneficiadas con el beneficio de vivienda estatal. Después de haber vivido como allegados y arrendado cuatro casas, por fin, serán dueños de su hogar.

Por María Luisa Galán

Lucía Bravo (34) siempre soñó con tener su casa propia, dice que arrendar es regalar la plata. Ya lo había intentado una vez, el 2009, cuando su papá y su abuelita, que ya falleció, le facilitaron dinero para poder postular a un subsidio. Sin embargo, debido a premuras económicas, tuvo que disponer de esos fondos para otra cosa. Pensó, que su anhelo, había quedado hasta ahí.

Un dato. Según el estudio “Chile Dice”, realizado por la Universidad Alberto Hurtado, el año 2017, un 37,4% de los entrevistados respondió que “tener una vivienda propia y cómoda” es más importante que tener acceso a la educación y a una profesión. La preferencia se dio más en mujeres entre 30 y 39 años de bajos ingresos y sectores medios.

“Ahora vimos que se podía y dije que Diosito nos acompañe, y nos fue bien’”, confiesa con emoción y alegría sobre el subsidio DS49 que se adjudicó y que le permitirá ser dueña de una de las 714 casas que el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) está construyendo en la entrada de Curanilahue. Pero el camino no fue fácil.

Su actual casa ↓

El Subsidio DS49 o Fondo Solidario de Elección de Vivienda beneficia a las familias que no son dueñas de una vivienda, viven en situación de vulnerabilidad social y pertenece al 40% de menor recursos según el Registro Social de Hogares; pueden adquirir una casa o departamento sin crédito hipotecario siempre y cuando la propiedad no supere las 950 UF ($27.444.332 aproximadamente).

“Primero postulé sola, sin ayuda, a las casas y me salió malo, porque salía sola, no con mi grupo familiar. Aparecía como soltera. Y cuando lo vi, dije ´chuta, aquí sí que la embarré, perdí la oportunidad que tanto anhelaba´. Pero como a varia gente le pasó lo mismo, permitieron volver a hacerlo. Ahí pedí ayuda, me ayudaron los tíos del Hogar de Cristo que me han dado harto apoyo”. “Los tíos” a los que se refiere, son Rodrigo, Muriel e Isabel, profesionales del Programa de Apoyo Familiar (PAFAM) que el Hogar de Cristo tiene en Curanilahue y del que Lucía y su familia son participantes.

Afortunadamente, todo salió bien, tanto que no lo podían creer cuando les dijeron que se habían ganado el subsidio. Lo supieron gracias a un pastor que los ayudó a entrar a la página web del Serviu. “Saltamos todos de alegría, mi esposo, mis hijos, todos contentos. Realmente lo veía muy lejano. No pensé que me podía salir”, dice.

Su nueva casa ↓

Ya fue a ver la casa piloto y está emocionada, ansiosa y esperanzada de poder cambiarse luego y, así, dejar de arrendar. Desde que llegó a Curanilahue, el 2007, ha vivido como allegada o arrendataria. “Es bonita, la casa. Cuando fui no pude preguntar nada, quedé para adentro, no pude preguntar casi nada. Son esas que tienen una mitad y nosotros tenemos que construir la otra mitad. Me las quise dar de ricachona y comprar la casa que viene entera, pero al final le dije a mi esposo que postuláramos a esta no más, la otra era más cara, había que estar como 20 años endeudada y es como estar pagando arriendo. Entonces se me bajaron los humos, porque esta se agranda y creo que igual va a quedar bonita. Como uno la arme, va a quedar linda igual. Lo que pasa es que la otra venía con todo hechito, no había que hacer nada más. Era llegar y vivir no más. La mía tiene dos dormitorios, baño y living y cocina juntos, es como un pedacito. Pero son bonitas, nada que decir”, describe Lucía con orgullo sobre su futura morada.

A pesar de la pandemia, el 2020 fue un año redondo para Lucía, su esposo y sus tres hijos de 14, 11 y 8 años. Por lo menos, para ella, la pandemia no le trajo mayores problemas, todo lo contrario. “Yo estudié hasta octavo básico y por mi trabajo pude sacar mi cuarto medio. Me llamaron por teléfono para preguntarme si quería. Al principio dije que no, porque como uno tiene hijos, tienes que estar pendiente de ellos. Pero me dijeron que me diera el tiempo, un poco para mí, así que saqué el cuarto medio. Lo malo fue que falleció mi mamá, tenía una infección a los riñones, muró aquí en la casa. Pero después empezaron puras cosas buenas. Creo que me está bendiciendo desde el cielo, me está dando un empujón. Ella decía que quería que tuviera mi casa para que no anduviera arrendando, porque arrendar es como estar regalando la plata”, relata Lucía, quien nació en la localidad de Rafael, cerca de Tomé, pero creció y se crió en Coronel. Sin embargo, cuenta que su hogar está en Curanilahue, en donde se enamoró no sólo de su esposo, que es oriundo de la ciudad, sino que del pueblo mismo. Incluso, dice que quiere que la entierren ahí.

Actualmente está trabajando gracias al Programa Pro Empleo del gobierno, hace aseo en una iglesia. Su marido está sin trabajo, hace trabajos esporádicos. “Sabe hacer casas, baños, todo lo que es carpintería. Así que con él no vamos a tener que pagar maestro. Ojalá que la casa nos la entreguen antes del invierno, porque ahí no hay tanto trabajo como en el verano”, dice feliz, dichosa.

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