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Abr

2020

Sara Miranda, jefa de sala cuna en La Pintana: ¿Es posible educar a una guagua a distancia?

Tras un mes y medio de cuarentena y distanciamiento social, 13 funcionarias de la sala cuna Monseñor Santiago Tapia se las ingenian con videos y canciones por WhatsApp para continuar con la educación de un grupo de lactantes en situación de pobreza y vulnerabilidad social. La jefa de equipo se hace aquí preguntas de futuro esenciales.

Por Daniela Calderón P.

El pasado 4 de marzo, un grupo de 59 “alumnos” de entre 3 meses y dos años de vida fueron llevados por sus familias a la sala Cuna Monseñor Santiago Tapia de La Pintana para iniciar su trayectoria educativa en una etapa que es crucial para “emparejar la cancha” desde la partida, porque es cuando el cerebro humano más absorbe y aprende.

Durante una semana todo funcionó según lo planificado, las guaguas se habían adaptado a estar sin sus madres y cuidadores y la jornada se extendía hasta las cuatro de la tarde. Pero apareció la pandemia y el coronavirus obligó a suspender las clases presenciales en todos los establecimientos educacionales a lo largo del país.

A partir ahí y hasta hoy, las 13 funcionarias de la sala cuna debieron ingeniárselas para mantener el contacto con las familias y apoderados, personas en situación de pobreza y vulnerabilidad, muchas de ellas jefas de hogar, o padres privados de libertad o familias que viven en condición de allegados y que cuentan con bajo nivel educacional en un territorio donde la precariedad es la norma.

“Buscamos varias formas de enviar apoyo a nuestros apoderados y una de ellas fue un video motivacional. La idea nació a partir de un video que vimos en redes sociales. Ahí las chicas empezaron a motivar a sus compañeras a que se grabaran con un algún cartel que enviara un mensaje de energía y ánimo para las madres de los niños que acogemos. Una vez editado se lo enviamos a las familias por WhatsApp. Nuestra idea era que ellas supieran que nosotras seguimos acá apoyándolas y que nos sigan teniendo presente. Sobre todo porque la mitad de los apoderados eran nuevos en la sala cuna”, explica Sara Miranda, jefa de la sala cuna Monseñor Santiago.

El objetivo se cumplió. El resultado del trabajo en equipo fue un emotivo video donde cada una de las “tías” aparece mostrando carteles con frases como “sonríe en los malos momentos, porque en los buenos lo hace todo el mundo”, “pronto volveremos a estar juntos”, “juntos, en familia, lo vamos a lograr”, “por ti, por mí, por los demás, quédate en casa”, que emocionaron a las 59 familias del jardín y fueron muy agradecidas.

Satisfechas con la respuesta al video, comenzaron a enviar material didáctico para que las familias trabajaran con sus guaguas en casa, sistema que Sara, la jefa del programa, considera esencial para mantener el contacto y continuar el trabajo que habían comenzado a principio de marzo. “Estamos implementando y creando cosas nuevas. Hasta antes de la crisis sanitaria, el uso de WhatsApp era esporádico, no era una herramienta muy utilizada para contactar a los apoderados porque el trato era personal. Ahora, como es la única vía de comunicación que tenemos, decidimos hacer grupos de WhatsApp y mantener una comunicación a individual con cada familia. Pero no queremos provocar angustia en los cuidadores, por eso, más que enviarles trabajos para realizar con sus niños lo que hacemos es enviarles actividades sencillas que se pueden hacer en casa, todo acompañado con un mensaje pedagógico. Por ejemplo, si hoy trabajamos el lenguaje, les pedimos que nombren frutas con sus niños. Ese mensaje siempre va acompañado con un envío de energía y ánimo, de pedirles que se cuiden para que nos veamos pronto”, agrega, orgullosa del trabajo que hacen pese a todas las dificultades.

Y es que para Sara y el equipo de la sala cuna, el trabajo a distancia no ha sido fácil ya que no cuentan con el material virtual suficiente para educar a los niños. “En todas las redes de la Superintendencia de Educación Parvularia del Ministerio de Educación hay muy poco material para sala cuna. Todo lo que se ha creado es para niños más grandes. No hay material para el trabajo que realizamos. Y no pedimos mucho. Necesitamos cosas sencillas, precisas, con todo el enfoque pedagógico y cercano al trabajo con guaguas. Por eso este trabajo virtual es tan difícil de pensar, porque son la madre, el padre, los abuelos o el cuidador quienes deben desarrollarlo. Nosotros recibimos guaguas que llegan muy rígidas, porque pasan gran parte del día en el coche frente a una pantalla. Eso, porque viven en casas pequeñas, con hacinamiento. A esa realidad es a la que le pedimos cuarentena y teletrabajo”.

La solución no es simple. A pesar de las dificultades del trabajo a distancia, reabrir la sala cuna también implica un riesgo para la salud de los niños, sus apoderados y las funcionarias del recinto. “Tengo una contradicción muy grande. Se necesita mucho la sala cuna presencial porque las familias necesitan trabajar y con guaguas en las casas no pueden. Además de eso, la violencia, el consumo, hacen que la sala cuna sea un espacio de protección y seguridad, y las familias lo saben. Ellos van confiados a dejar a sus guaguas. Pero ¿cómo vamos a volver, en qué condiciones? A nuestras guaguas no les podemos poner mascarillas, las tenemos que mudar, darles almuerzo, acunar, tomarlas en brazos. Nuestro trabajo diario y nuestro sello como sala cuna es mediante el vínculo afectivo. Entonces ¿cómo vamos a atender a esas guagüitas? También hay que pensar en la protección del equipo, de las familias que todos los días entran a la sala a dejar a sus hijos. Es muy difícil pensar en volver a trabajar de forma presencial, no me lo imagino. ¿Cómo podríamos mantener un metro de distancia con una guagua? Ellos están conociendo el mundo a través de los sentidos por eso necesitan tocar, oler y ver. Es muy difícil y angustiante imaginar el futuro”, concluye Sara.

 

 

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