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Entrevista

Nov

2021

Rosario Martínez, Sename: “Las actuales unidades psiquiátricas no dan abasto”

Tiene a su cargo a los 5.348 adolescentes y jóvenes que han entrado en conflicto con la ley, de los cuales hoy 451 se encuentran privados de libertad. Lleva un año a la cabeza del tristemente célebre Servicio Nacional de Menores, hoy dividido en dos. Su responsabilidad es la Reinserción Social Juvenil, donde los trastornos mentales son comunes y la pandemia los ha extremado. “Urge una mayor oferta”, dice.

Por Ximena Torres Cautivo/ Publicado en El Dínamo

Eran 28. Tenían entre 14 y 18 años. Murieron 10. Ocho, asfixiados en el baño tras el incendio que ellos mismos provocaron; dos, por muerte cerebral en el hospital, a causa de la inhalación de monóxido de carbono. Fue en octubre de 2007.

Entre los que perecieron en el lugar había dos hermanos de 16  y 14, que llevaban doce meses detenidos en el Centro de Rehabilitación Conductual (CERECO), “Tiempo de Crecer”, del Servicio Nacional de Menores (Sename), de Puerto Montt. La presidenta de entonces, Michelle Bachelet, “lamentó los decesos”. Hoy, de una sorprendente y poética manera, los hermanos reviven en “Mis hermanos sueñan despiertos”, largometraje de la cineasta Claudia Huaiquimilla, película ganadora del Festival de Cine de Valdivia.

¿Ha visto la película, directora?

La pregunta es para Rosario Martínez (38), la socióloga que hace justo un año -vía Alta Dirección Pública- fue seleccionada para dirigir el Sename y participar de su división en dos entidades: una dedicada a la protección de niños, niñas y adolescentes que, por una medida de los tribunales de familia, son separados de sus padres y quedan bajo la protección del Estado, y otra que se ocupa de los adolescentes que entran en conflicto con la ley.

La primera quedó en manos de María José Castro y se conoce como “Mejor Niñez”; es la más visible y publicitada. La segunda es la que dirige la socióloga Martínez y tiene bajo su responsabilidad a “5.348 adolescentes y jóvenes que están cumpliendo sanciones en centros privativos de libertad o con una medida en medio libre. De este total, solo 451 están privados de libertad, y de ellos, sólo 23 son mujeres”, explica la aludida, quien reconoce que no ha visto la película. “Sólo he podido revisar el tráiler”, comenta y agrega que, aunque entonces era una estudiante de 24 años, supo y se impactó con los luctuosos hechos sucedidos hace 14 años en Puerto Montt.

-Tengo muy clara la tragedia que ocurrió en ese centro. El Sename como servicio es muy antiguo (fue creado en 1979) y hay instalaciones muy viejas, que ya lo eran desde su origen y no cumplen con los estándares que deben tener. Ahora estamos trabajando con el Ministerio de Justicia para avanzar en la construcción de centros más idóneos para las intervenciones que se debe hacer con los jóvenes. Nosotros no los criminalizamos; los ayudamos a salir adelante. Creemos que eso es posible y para ello se requieren espacios que estimulen su desarrollo; el espacio físico pesa mucho en el éxito del trabajo. Los adolescentes necesitan diversas prestaciones y el lugar donde viven es clave. Muy pronto, y esta es una primicia, inauguraremos el nuevo Centro de Internación Cerrado de Puerto Montt, donde también funcionará el Centro de Internación Provisoria, porque no son todos condenados; hay algunos con internación provisoria por investigación del caso en que están implicados. Ese Centro de Puerto Montt tiene el sello de hacia dónde queremos avanzar.

-¿Qué capacidad tendrá ese Centro de Puerto Montt?

-Ese nuevo centro comenzará a funcionar el próximo año, pero ya están listas sus instalaciones, las que se levantan en un terreno de más de 6 mil metros cuadrados. Tendrá una capacidad para 72 jóvenes y adolescentes. El enfoque de derechos humanos que le hemos dado a estos centros, permite una  intervención multi sistémica con espacios dignos para vivir y trabajar. Es un recinto muy grande, donde los jóvenes estarán holgados, como pasa en la mayoría de nuestros centros. Esto porque las personas que hoy están cumpliendo medidas en centros cerrados son los menos. Privar de su libertad a un adolescente es nuestra última ratio; en esto, los criterios han cambiado.

Rosario Martínez pidió hablar con nosotros tras leer la entrevista que le hicimos al fiscal antidrogas hace un par de semanas, Luis Toledo. Quería aclarar lo que le parecía una imprecisión.

El fiscal Toledo dijo: “La letra de los proyectos de ley es linda, pero en la práctica nada de lo escrito en la legislación funciona. Esto lo he dicho en muchas mesas de trabajo. En el tema de los jóvenes infractores de ley debería, junto con la privación de libertad, hacérseles tratamiento para el consumo de drogas, por ejemplo, y seguimiento al salir. Eso está escrito en la ley, pero nunca se ha cumplido”.

La socióloga puntualiza sobre este punto: “El Sename tiene sus atribuciones definidas por ley. No es que yo decida qué hacer y qué no hacer. La ley no me permite hacer seguimiento de los jóvenes post sanción. No me permite gastar recursos después de la medida de privación de libertad. La idea es que el nuevo servicio de reinserción juvenil se enfoque fuertemente en ese seguimiento post sanción, porque los jóvenes que salen de un régimen cerrado es muy probable que se vean enfrentados a factores de riesgo que los hagan volver a incurrir en delitos. Cuando yo hago un plan de intervención, puedo controlar los factores de riesgo, pero una vez que el joven vuelve a la calle, el riesgo está muy latente. Basta que vaya a un carrete, le ofrezcan droga y caiga en la tentación. Si lográramos invertir en seguimiento, tomarlo de la mano, guiarlo, sin judicializarlo, podríamos ayudarlo. Eso nos encantaría; es, sin duda, una falencia del Sename actual. Esperamos que el proyecto del nuevo servicio de protección juvenil avance en la Comisión Mixta y podamos ayudar a los egresados a salir adelante; hoy no podemos”.

ESCASEZ DE CAMAS PSIQUIÁTRICAS

La boxeadora Krespita Rodríguez es una suerte de “niña símbolo” para Rosario. Alude a ella cuando le comentamos que nacer y crecer en pobreza puede tener consecuencias tan nocivas como entrar en conflicto con la ley, caer en un consumo problemático de alcohol y de otras drogas o –quizás lo más insalvable y letal de todo– desarrollar trastornos mentales graves, lo que suele ser común entre los niños ingresados al Sename. “Más que la pobreza, el factor de riesgo determinante para mí es el haber sido víctima de alguna vulneración de derechos. Esto es lo que está más correlacionado con conductas delictuales en los jóvenes, así como una familia ausente o inexistente. La Krespita Rodríguez me ha explicado que, en su caso, aprender a boxear fue lo que la salvó. Aprender a defenderse de las pandillas, de los grupos de antisociales de su población, con los puños. La vulneración de sus derechos es lo que hace que un niño delinca. Tiene que ver con la ausencia de cuidado y amor. Nosotros como chilenos somos bien chispitas. Tenemos muy normalizada la crianza a través de la violencia, el castigo, ya sea físico o psicológico. Y eso es algo que hay que erradicar. La recompensa, el estímulo positivo, es lo más importante”, afirma la socióloga.

-Un reciente estudio titulado “Ser niña en una residencia de protección” revela lo necesario que es tratar la vulneración de derechos de la infancia con perspectiva de género. ¿Son más vulneradas las niñas que los niños, a su juicio?

-El scanner que les hacemos a los jóvenes de nuestros planes de intervención considera la perspectiva de género. Para mí ser mujer pareciera ser un factor protector. Nosotras tenemos más herramientas para salir adelante, somos más prudentes, nos cuidamos más, aunque los daños son distintos.

-Pero en materia de abusos y violencia sexual las niñas son mucho más afectadas que los niños y eso tiene un impacto tremendo y de por vida en ellas.

-Sí, ese es un daño  mucho más de las mujeres, por eso cada caso requiere de una estrategia distinta de tratamiento. Pero en los centros cerrados, como ya dije, la población es mayoritariamente masculina, lo mismo que en las medidas de sistema abierto, donde sólo un 10 por ciento son mujeres.

A propósito de tratamientos, afirma que es necesario separar el tema en dos ámbitos: el consumo de drogas y las intervenciones siquiátricas. También distingue entre lo que se ofrece a los jóvenes privados de libertad y la oferta para los que están con medidas en sistema abierto.

-Actualmente sólo cinco regiones cuentan con unidades de corta estadía hospitalaria de intervención psiquiátrica dentro de los centros de reclusión. Cada una tiene una plaza total de 35 camas. Los jóvenes en régimen cerrado, son atendidos por el Ministerio de Salud (MINSAL) en unidades hospitalarias psiquiátricas ubicadas dentro de los centros de privación de libertad. Allí reciben tratamiento intensivo, en internaciones de máximo 60 días, para salir de esta problemática que es muy determinante de su conducta antisocial.

-¿Eso da abasto, porque parece insuficiente?

-No. No da abasto. Tenemos que seguir avanzando en esta línea. Requerimos más unidades de hospitalización de cuidados intensivos psiquiátricos y esta necesidad se ha visto agudizada por el tema de la pandemia. Como ya dije, tenemos 5 con 35 camas en todo el país, pero el número de camas ha debido reducirse por temas de aforo y por la reconversión del sistema hospitalario para generar cupos para enfermos de COVID-19. Tenemos que seguir avanzando con esto y para esto es el MINSAL, a través de la Subsecretaría de Salud, el que debe ampliar el número de estos anexos hospitalarios.

-Suena crítico, dada la agudización de los problemas de salud mental entre las poblaciones más vulnerables.

-Sí, ciertamente. Necesitamos de estos anexos en las regiones australes para no generar traslados costosos. Hay jóvenes que tienen estos factores de riesgo y requieren planes de intervención de calidad y de disponibilidad inmediata. No podemos hacerlos esperar. Nos gustaría tener esa disponibilidad en cada una de las regiones –sostiene la directora.

 FOCO EN EL DAÑO Y NO EN LA REPARACIÓN

Y está el tratamiento de consumo problemático drogas, que desde 2010 se hace en colaboración con el Minsal, el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), Gendarmería y Sename. “Cuando un joven es ingresado por una sanción o medida cautelar se le hace una evaluación y un plan de intervención personalizado si se detecta que un determinante en su conducta antisocial es el consumo de drogas”.

Rosario Martínez afirma que “para jóvenes y adolescentes que cumplen alguna medida en el medio libre, no existe lista de espera. Es decir, todos los que lo requieran pueden optar a programas ambulatorios y de internación para un tratamiento contra las drogas y el alcohol. Hoy estamos trabajando intensamente con Senda en unas mesas establecidas por la ley y vemos casos concretos. No hablamos en general. Buscamos cómo resolver el tema y dar una respuesta a la necesidad de una persona concreta. Y aunque la pandemia ha sido nefasta para nosotros, trabajamos en conocer los casos y ocuparnos de ellos, respetando su privacidad”.

Da la casualidad que Rosario Martínez es la esposa del abogado Carlos Charme, director de Senda desde 2018, cuestión que generó ciertas críticas cuando ella fue nombrada a cargo del Sename. La socióloga explica:

-Sí, estoy relacionada familiarmente con Senda, soy la mujer de Carlos Charme. La jefatura de ambos servicios, Senda y Sename, son elegidos por Alta Dirección Pública y no hay incompatibilidad en que ambos seamos jefes de servicio. Es más, me parece provechoso que tengamos complicidad como matrimonio para trabajar en pos de los niños, niñas y adolescentes vulnerables de Chile. No hay impedimento legal, porque no tenemos la misma dependencia, aunque trabajamos muy coordinadamente. Los dos somos funcionarios públicos, nos conocimos en el mundo del trabajo –dice, en jerga administrativa, pero luego va soltando prendas más personales. Cuenta: “Si me tengo que pelear con él por algo profesional, no tengo problemas; sabemos diferenciar muy bien los planos. Nos casamos hace dos años. Él tiene tres hijos mayores de un anterior matrimonio y yo vivo con ellos desde 2015. En 2017, tuvimos un hijo y, en 2018, nos casamos. Él tiene cinco años más que yo y a mí me gusta hacérselo notar”, confiesa, risueña, dentro de su formalidad.

También habla de lo complejo que ha sido este primer año a la cabeza del Sename.

-Este 2021 ha resultado muy, muy intenso, pero yo siempre tuve la intención de postular a este cargo, porque me importa mucho la infancia vulnerada. Soy medio groupie de la criminología y tenía la convicción de que hay mucho que hacer desde el Sename sin necesidad incluso de una nueva ley, sino desde adentro. A mí me gusta conocer a los jóvenes que están privados de libertad, darme el espacio para hablar con ellos. Una no puede verse afectada por ese contacto, cuando te das cuenta de que estos adolescentes tienen una vida de mierda. No hay otra manera de decirlo. Mucha gente los estigmatiza, los llama “los niños Sename”, sin darse cuenta de que son seres humanos a los que les ha tocado padecer eventos terribles, pero son niños. Hay que creer en ellos. Hacerlos sentir que pueden salir adelante. Nos falta creer en ellos y dejar de estigmatizarlos. Ponernos en sus zapatos. No son adolescentes malos, sino que la violencia ha sido naturalizada en sus vidas. Estar en este puesto ha sido como tener a un quinto hijo. Y siento que hemos podido avanzar. Soy súper apurete, pienso que el tiempo es corto, pero como equipo tenemos el punch para mejorar las cosas.

-Una crítica es que la profesionalización de los trabajadores no ha sido lo esperada. Que sigue siendo personal poco preparado para la compleja tarea que tienen entre manos.

-El nuevo servicio de reinserción social viene con mucha mayor exigencia profesional. El personal debe contar con preparación y herramientas para abordar a una población que es muy compleja. Hay  jóvenes con alto compromiso delictual, que están condenados por delitos muy gravosos. Tienen una cultura violenta, que está muy arraigada en su medio. Esa es la manera en que están acostumbrados a vivir y es una conducta que no desaparece. Que es muy difícil cambiar. De repente, se generan rencillas por cualquier cosa. Los motines van a seguir existiendo, por eso tenemos que tener una capacidad de respuesta coordinada con Gendarmería, que es el encargado de  custodiar estos centros. Y debemos articular mejor las rutinas, no sólo las actividades básicas, sino la educación, muchos jóvenes deben terminar la educación básica, también los talleres recreativos, los de apresto laboral, el deporte, porque el tiempo de ocio es caldo de cultivo para los motines –dice la socióloga, volviendo a su jerga funcionaria-administrativa.

Y me viene a la cabeza Franco, el menor de “Mis hermanos sueñan despiertos”, angustiado por la ausencia de visitas de su mamá, cortándose los brazos, queriendo matarse a cabezazos. Y recuerdo las palabras de Alberto Larraín, el mediático psiquiatra, que aunque participó de la concepción teórica tras el nuevo Sename, hoy dice con desaliento: “Creo que no mejorará gran cosa porque sigue estando enfocado en el daño y no en la reparación. Ese es el problema”.

Si te importa la infancia vulnerada en Chile, involúcrate aquí.