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Opinión

Nov

2019

En el Día de la Educadora de Párvulos: Niños en crisis

Por Claudia Fasani, jefa nacional de jardines infantiles y salas cuna del Hogar de Cristo

La noche del miércoles al jueves de la semana pasada y anoche mismo, Quilicura las vivió en vela. El saqueo de tres supermercados obligó a los vecinos a enfrentar a los delincuentes a pedradas, quienes respondieron con balas. Un “arrullo” que en muchos de los territorios donde están nuestros 40 jardines y salas cuna no es algo raro o excepcional. La desigualdad que se vive desde la última década en poblaciones como la Parinacota, de Quilicura; Bajos de Mena, en Puente Alto; o en tantos territorios excluidos de ciudades de distintas regiones del país, ha acostumbrado a los niños a tirarse al suelo y meterse debajo de las mesas cuando escuchan el zumbido de los proyectiles. La crisis social allí se vive los 365 días del año y los pequeños la tienen internalizada; ahora simplemente explotó y se extendió y todos pudimos  verla.

En algunos jardines, como en Puente Alto, donde la destrucción del Metro ha logrado dificultar aún más los largos desplazamientos de padres y madres para llegar a sus trabajos, hemos tenido menor asistencia. Comprensible: si antes una mamá tardaba 2 horas de ida; ahora les puede tomar 4. Y los regresos se han vuelto más largos y complejos, y el temor a perder la pega es grande. Por eso las familias que pueden se han allegado a casas de parientes o amigos que pueden quedar más cerca de sus lugares de trabajo.

En Quilicura y en jardines de otras comunas ha habido mayor demanda de la habitual, porque atender para nosotros no es una opción y nos hemos convertido en los únicos abiertos de la zona y los padres necesitan con quién dejar a sus hijos ahora que se demoran más en sus traslados. Los niños se adaptan; son moldeables, flexibles, pero todo inevitablemente repercute en ellos, en especial la angustia, el temor, la rabia de sus padres.

Ante la situación actual de violencia y caos lo que hacemos es “enternecer” la situación, porque los niños saben lo que pasa… y les afecta. Cuentan lo que ven y lo que escuchan. El jardín representa confianza y protección, su espacio de tranquilidad, lo conocen y, en estos días, hemos mantenido nuestra metodología basada en valores. Esto se lo explicamos a ellos y a sus padres, algunos de los cuales por estos días han llegado a traer regalos inauditos y de dudosa procedencia a las educadoras. Nosotras, no juzgamos. Tampoco justificamos, pero entendemos, somos empáticas, nos ponemos en su lugar, que es lo que ha faltado tanto.

Padres y apoderados confían en nosotros, porque no los hemos dejado botados, aunque las educadoras y las técnicas también han padecido la falta de locomoción, la inseguridad y la anormalidad en sus rutinas. Quienes trabajamos en educación parvularia sabemos lo clave que es para los niños y niñas pequeños mantener este espacio de aprendizaje y desarrollo para la vida, donde se forman la tolerancia, el respeto legitimo por el otro, sin discriminación alguna, la admiración y valoración  de las raíces y el amor en el convivir. Los padres responden con gratitud. Protegen el jardín de sus niños, cuidan a las tías y a todas sus trabajadoras, lo que es esperanzador en un clima de incertidumbre que tiene un único pilar: la confianza, que en medio del caos, es lo único que salva.