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Entrevista

Nov

2018

Marlon Parra, tatuador de famosos: “Un tatuaje puede hablar bien de ti”

Ha trabajado en la piel de Marcelo Ríos, Mauricio Pinilla, Jhendelyn Núñez, Vanesa Borghi, entre otros. Y de figuras internacionales, como el ex futbolista italiano, Fabio Cannavaro. En Creamfields, podría tatuarte a ti, siempre que te comprometas con alguna de las causas sociales del Hogar de Cristo, que Marlon diseñó, desde jóvenes excluidos del colegio hasta personas con discapacidad.

Por Mauricio Bascuñán A.

 

Marlon Parra (41), conocido como “el tatuador de los famosos”, apoyará este 17 de noviembre a Hogar de Cristo en la propuesta gráfica denominada “Tattoo Light Studio”. La actividad busca que los miles de jóvenes que participarán en Creamfields, la fiesta electrónica más grande del país, conozcan y se comprometan con las diversas causas sociales de la fundación, como la reinserción educativa de los más de 72 mil niños y jóvenes que están fuera del sistema escolar.

Marlon también diseñó plantillas que muestran la inclusión de adultos con discapacidad, el consumo problemático de alcohol y otras drogas, la violencia contra la mujer y las personas en situación de calle. Lo hizo, porque cree que “si los jóvenes parten tatuándose un dibujo que muestra distintas problemáticas sociales, graficadas en tatuajes, tomarán conciencia de los problemas del país, se involucrarán y harán algo”.

Positivo, pacifista sereno, el tatuado tatuador, al que no le queda piel virgen en su cuerpo, excluyendo su cara, cree que la pobreza y la desigualdad se resuelven con familia y educación sólidas. Y sostiene que el remedio para la violencia es “sentarse a conversar”.

Eso hicimos en Tattoo Rockers, una de las varias tiendas de tatuaje que posee en Santiago. Allí cuenta que empezó por Condorito y terminó con los superhéroes de Marvel, como Spiderman, del recientemente fallecido Stan Lee. Los hacía para sus compañeros de colegio en Temuco. Con el tiempo, viendo que le quedaban cada vez mejor y que sus amigos le encargaban más y más, decidió perfeccionarse y profesionalizarse. Estudió diseño gráfico y, a poco andar, logró adquirir con la ayuda de su hermano, fanático de los tatuajes, una precaria máquina.

Eran los años en que, según él, los tatuajes tenían mala fama. Se asociaban al hampa, a los patos malos, a los violentos. En que había muchos prejuicios, pero él tiene unos padres abiertos de mente, que lo motivaron y estimularon su vocación sin pensar en el qué dirán.  Mi papá es profesor. Él y mi mamá me estimularon para que me desarrollara en el arte. Por el colegio sólo pasé -cuenta, riéndose-, aunque mis compañeros del liceo se acuerdan muchísimo de mis dibujos y siempre me etiquetan en sus redes sociales. Gracias a ellos pude creerme el cuento y profesionalizarme”.

Sus primeras creaciones fueron re-creaciones. “De chico, dibujaba a Mickey y al Pájaro Loco; de adolescente, hice a Batman, Superman y, después, a todos los de Marvel. Casi al mismo tiempo, creé mis propios superhéores con capas de colores, como una mezcla de todo. ¡Era una buena dinámica de creatividad!”.

-¿En qué momento pasaste del papel a la piel?

-A los 18 años, cuando todo estaba aún en pañales lo del tatuaje, mi hermano me ayudó a comprar la máquina, que incluía un breve curso de cómo se usaba y me hice en el cuerpo un tatuaje, para probar.  Siempre he creído que las herramientas cambian, pero los lenguajes visuales se mantienen, ya se trate de óleo, acrílico, tinta. En las manifestaciones artísticas siempre están los mismos parámetros.

-¿No te dio miedo de probar en ti mismo la primera máquina para tatuar?

No, para nada. Hay que perder el miedo. Siempre hay que ser consecuente con lo que a uno le gusta. Los miedos juegan en contra para manifestarse en cualquier área artística. Siempre conocí los tatuajes como algo bien underground. En la década de los 80, no era bien visto tener uno, era como ser rebelde. En mi familia, mi hermano era el rebelde de la casa. Él una vez me habló de las máquinas, las tintas y los colores. Me ayudó a comprar mi primera máquina y nunca más paré de hacer tatuajes.

Cuenta que lo primero que se tatuó fue una calavera en el brazo derecho, “estaba buena. Luego, con los años, otro artista la tapó. No quedó como recuerdo”. Y el primer tatuaje que hizo fue “un Condorito a un amigo, el primer día que llegué con la máquina a la casa. Le hice algo que sabía dibujar bien. Sirvió para probar la máquina y lo hice así, sin calco”.

-En la actualidad, algunos se arrepienten y se borran los tatuajes.

-Sí, muchos lo hacen para hacerse otro encima. Creo que el tatuaje en la vida de las personas tiene cierta importancia. No es más importante que la parte espiritual de las personas. Si te arrepientes, seguramente es por algo que tenía que ver con un fanatismo, pero un tatuaje puede convertirse en una pieza, una decoración, algo que hable bien de ti, como una persona especial. Borrárselo es como arrepentirse de algo, y uno se arrepiente de los errores que uno comete en la vida. No sé si un tatuaje puede llegar a convertirse en una mochila tan pesada como eso.

´¿Tú te has borrado algún tatuaje?

-¡No! Y trato de hacerme tatuajes con diferentes artistas. Tengo algunos de tipos bien famosos. Destaco el valor de la imagen, del estilo, y son diferentes unos de otros. El renombre no es tan importante, los busco por el estilo.

-¿Qué opinas de que los jóvenes se tatúen estas plantillas que nos diseñaste para Creamfield inspiradas en las causas sociales del Hogar de Cristo?  ¿Y por qué lo hiciste?

-Siempre he tenido la necesidad de ayudar. Ahora, por ejemplo, con Hogar de Cristo la idea es aportar con el entorno, al bien común y, sobre todo, que los demás conozcan problemáticas muchas veces olvidadas por la sociedad. Colaboro porque me parece positivo aportar con algo de calidad, como esta propuesta que tendremos en Creamfields, que denominamos “Tattoo Light Studio”. Siempre que se dé tribuna al arte, va a ser positivo. Hoy los artistas se están involucrando con causas nobles, porque también se les toma en cuenta, los llaman.

 

 

 

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