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Covid-19

Nov

2020

Mabel Henríquez coordina comedor en La Pintana: “Hay adultos mayores pasando hambre”

Hasta que llegó la pandemia, la Casa de la Mujer Gabriela, además de ofrecer capacitación a mujeres del sector Santo Tomás, entregaba alimentación a adultos mayores una vez a la semana. “Llegaban temprano y se notaba que pasaban mucho tiempo sin comer”, explica Mabel, razón que la motivó a crear una cocina comunitaria.

Por María Teresa Villafrade

El compromiso social de Mabel Henríquez (65) ha estado siempre vinculado a la Iglesia Católica, primero como coordinadora de comedores infantiles en la Vicaría Zona Oeste de Santiago, época en que conoció a monseñor Enrique Alvear, a quien llamaban “el obispo de los pobres”. En 1988 llegó a trabajar en el sector Santo Tomás, en La Pintana. “A muchas familias que vivíamos en la periferia, en Pudahuel, La Pincoya, nos fueron a tirar a la otra periferia, esta vez en la zona sur”, relata.

Primero, se vinculó a la Vicaría de la Zona Sur en un proyecto llamado Cultura Solidaria que llegó a tener 15 organizaciones. “Fue el tiempo de las ollas comunes y de comprar todos juntos. Me preocupaban principalmente los niños trabajadores en las ferias, las mamás adolescentes y las madres trabajadoras pues había mucha cesantía. Con un grupo de mujeres que teníamos trayectoria con la Iglesia formamos la Agrupación Mujeres de Santo Tomás. En este sector hay 23 poblaciones, es muy grande”, cuenta.

Mabel trabajó en el departamento social de la Constructora BioBío, la misma empresa que construyó las viviendas sociales del sector. “El dueño era don Jorge Cisternas Larenas –fundador de Belén Educa- quien fue nuestro principal benefactor. Necesitábamos un jardín infantil y sala cuna y él nos pidió hacer un pre-censo para saber cuántos niños pre-escolares había en el área. Contabilizamos seis mil niños, pero Integra nos ofrecía cobertura solo para 200. Don Jorge nos construyó el primer jardín y actualmente tenemos un total de 8, la mayoría con sala cuna, y seis colegios. Éramos todos matrimonios jóvenes que necesitábamos trabajar y contar con espacios educativos para nuestros hijos”, rememora.

Gracias al benefactor se construyó el Colegio Polivalente que contaba con guardería para que las 70 mamás adolescentes pudieran seguir estudiando. “Además, este caballero nos regaló una casa que es la ocupamos hoy, la Casa de la Mujer Gabriela, para que pudiéramos capacitar laboralmente a las mujeres en cursos de peluquería, corte y confección, cuidado de enfermos, manualidades, manipulación de alimentos, y desarrollo personal. El 2016 cumplimos 30 años como organización, pero la casa la tenemos desde 1994, porque don Jorge vio nuestro trabajo y los problemas de continuidad que teníamos en los locales de las juntas de vecinos. Él falleció en 2009 y se acabó la ayuda, porque los hijos no piensan igual”, dice.

Con el Hogar de Cristo mantiene una relación que data de la época en que Benito Baranda era el director social. “Nos ayudó mucho, incluso abrimos un centro diurno para el adulto mayor, porque hoy mi principal preocupación son los adultos mayores que viven en extrema pobreza”.

LA RECONVERSIÓN

Ya desde el año pasado, Mabel Henríquez iba todos los miércoles con la psicóloga del consultorio a visitar a los “abuelitos”, como cariñosamente los llama. “Con nuestros propios recursos los reuníamos y les dábamos once. Me di cuenta que muchos llegaban sin haber probado bocado en todo el día. Estaban pasando hambre. Y a todas nosotras se nos partía el alma. Entonces empezamos a darles comida dos veces a la semana, los lunes y los viernes”, explica.

Con la llegada de la pandemia en marzo no lo dudaron un minuto y reconvirtieron la Casa de la Mujer en comedor comunitario. Partieron entregando 30 raciones fundamentalmente a los adultos mayores. “Pero después tuvimos que ampliarlo a las jefas de hogar de nuestra organización y también a sus familias ya que sus maridos comenzaron a quedar cesantes. Fuimos subiendo las raciones semana a semana hasta llegar a 180”, agrega.

Cuentan con el apoyo de 10 voluntarias, de la municipalidad de La Pintana que les entrega vales de gas, de la Central de Restaurantes que aporta los almuerzos y de Acción Solidaria de Hogar de Cristo, que contribuye con una suma mensual proveniente de la colecta Chile Comparte. “Gracias a ese dinero podemos comprar una colación de pan, margarina y jamón. Hoy estamos entregando 140 raciones de almuerzos tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes. Esperamos continuar hasta marzo del próximo año”, señala Mabel.

Sagradamente, a partir de la una de la tarde, empiezan a llegar en busca de alimento desde personas en situación de calle hasta adultos mayores, a la sede ubicada en La Serena 10.766. “Como no podemos tenerlos adentro, les ponemos unas bancas afuera para que puedan comer con algo de dignidad y no sentados en la calle”, dice refiriéndose a los que no cuentan con techo ni hogar.

Entre varias voluntarias del comedor, se preocupan de repartir las viandas a los domicilios de adultos mayores que no pueden desplazarse. “A la señora Gladys, por ejemplo, voy yo personalmente porque su situación es bien difícil: su marido es alcohólico y con ellos vive un hijo que ahora de adulto le diagnosticaron esquizofrenia. Un día la atacó y ella estuvo tres días hospitalizada en la posta. Ha costado un mundo que le den tratamiento al hijo, ahora perdió su carné de identidad y no se puede hacer ningún trámite. Si yo tuviera dónde llevármela, me la llevo a ella y a otras mujeres que están igualmente mal que doña Gladys. Otro caso que me inquieta mucho es el de la señora Sylvia, ella usa silla de ruedas y viene todos los días a buscar su comidita. Pero cuando su pareja toma, se cura, le pega y la echa”.

El sueño de Mabel Henríquez es tener una casa grande y cuidar a todas esas mujeres mayores que están sufriendo. “Soy viuda y mis tres hijos ya están grandes, soy bisabuela. Ahora vivo en La Florida y lamentablemente mi casa tiene el baño en el segundo piso. Hay una deuda gigante del país con estas adultas mayores que están muy solas, con pensiones que no alcanzan. Por eso ahora estamos haciendo los trámites como Casa de la Mujer Gabriela para tener personalidad jurídica y poder presentar proyectos y obtener financiamiento para ayudar más a los abuelos y abuelas de La Pintana”.

Lo concreto es que seguirán con el comedor comunitario hasta diciembre y, si se puede, hasta marzo del 2021. “Queremos seguir lo que más que se pueda”, señala con optimismo.

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