Ene
2019
Juan Domingo Molina: “Dejé de consumir alcohol para conocer al Papa Francisco”
Te invitamos a conocer el testimonio en primera persona de Juan Domingo Molina (41), cuya vida estuvo marcada por el abandono familiar y el maltrato, la exclusión del sistema escolar, el consumo problemático de pasta base y alcohol a partir de su adolescencia y la lucha por superar todos estos traumas. Hace un año estuvo compartiendo escenario con el Papa Francisco, ocasión que lo motivó a cambiar su vida completamente.
Por María Teresa Villafrade
“Fui un niño muy maltratado y golpeado. A los dos años, mi mamá me trajo de Osorno a Santiago y me dio en adopción a una familia que nunca me quiso. Me escapé porque me pegaban y pasé mi infancia en muchos hogares de menores: Mi Patria, de Carabineros, Ciudad del Niño y el Hogar de Cristo. Los conozco todos.
Tengo una pena grande de no haber sacado mis estudios, tenía 15 años y estaba en tercero básico; sólo llegué hasta cuarto básico. Me costaba mucho, no me dio la cabeza, pero creo que es por tanto golpe que recibí. Si yo me rapara, se pueden apreciar todas las cicatrices de los golpes que recibí de mi padrastro, también tengo una gran quemadura de cigarrillo en una pierna. Me cuesta leer hasta el día de hoy. Quería que me viera un sicólogo, porque de repente la cabeza me juega en contra.
Yo digo que Dios es el único que me ha apoyado en todo, nadie más. Él me ha dado salud y fuerza para luchar, porque he estado viviendo en la calle y en hogares desde niño. A los 10 años, la familia que me adoptó me contó que ellos no eran mis verdaderos padres. “La señora que está al frente, ella es tu mamá”, me dijeron. Eso me dolió mucho, pero me hizo entender por qué ellos no me querían. En esa época estaba internado en un hogar de María Pinto. Mi mamá verdadera se llamaba Rosa del Carmen y ya es finada. La conocí y estuve un tiempo viviendo con ella, pero no me quiso, nunca me dio cariño, aunque yo trataba de darle mi amor. Tengo un hermano y una hermana, no entiendo por qué a ellos siempre les dio cariño y a mí, jamás.
Eso me hizo vivir en la calle y caer en las drogas y el alcohol. Estuve 15 años consumiendo pasta base, pero gracias a Dios logré dejarla. La gente no me cree cuando le digo que dejé la pasta base sin ayuda, a punta de pura voluntad, fue duro pero lo logré. Lo que no he podido controlar todavía totalmente es el alcohol. Tengo mis recaídas, especialmente cuando estoy parado, sin ocupación. Trabajo como peoneta desde hace muchos años en la empresa Carozzi, pero no internamente sino como externo. Cuando tengo trabajo me distraigo y me entretengo.
A los 16 años empecé a tomar y a fumar un pito en una fiesta. ¿Saben por qué? Es que me pone muy mal recordar que incluso en los hogares donde estuve, yo era uno de los pocos que jamás recibía visita de un pariente, eso es muy doloroso. Sólo dos veces me fue a ver mi madrastra, ella me dejó tirado. De mí nadie se preocupó. La mayoría de mi familia sabía que yo estaba internado, pero no les importó. Ella sigue viva, mi padrastro murió.
Estuve mucho tiempo en la calle hasta que llegué a la hospedería de San Bernardo, estaba muy mal y allí me acogieron, me bañé y me dieron ropa, me puse a buscar trabajo y me portaba bien. Yo soy una persona muy servicial, siempre me las rebusqué: cuidaba autos, limpiaba sitios, recolectaba basura, cortaba el pasto. Hice de voluntario también en ruta calle, ayudaba a los chiquillos llevándoles comida, recogíamos a los que estaban más mal. Me acuerdo y me da pena cuando veo gente en la calle.
Al padre Hurtado, la Virgen María y los santos, a todos, siempre les pido ayuda. Un día, en la hospedería me dijeron que iba a conocer al Papa Francisco en persona. Quedé para adentro. Nunca lo imaginé ni lo soñé. Yo creo que me eligieron por mi buena conducta y por mi esfuerzo por salir adelante. Me dijeron que no tenía que ponerme nervioso y que le iba a entregar al Papa una carta. No recuerdo bien lo que decía esa carta pero en ella contaba lo que era el hogar de San Bernardo.
La visita del Papa fue un privilegio y me propuse estar muy bien, sobrio. La pasta base ya la había dejado hacía rato, pero me falta el alcohol. Me dije “no podís seguir tomando”. Y no lo hice. Me ayudaron mucho los voluntarios de la hospedería.
Cuando finalmente llegó el 16 de enero de 2018, la fecha del encuentro, yo solamente lo saludé, quedé sorprendido, sentí como si se me abriera la mente y el corazón al darme la mano, fue una emoción especial. Una persona tan importante me saludó y me dio la mano. Me sentí otra persona y eso me duró un buen tiempo. Después tuve una recaída con el alcohol pero me sigo esforzando. Ni cigarros fumo desde que dejé la droga. A veces me pasa que me deprimo, algo se me mete en la cabeza y me tomo una cerveza.
Me gustaría comprar una casita y tener una pareja. Estoy arrendando y me alcanza para pagar el arriendo, pero en el verano se pone pesada la pista y baja la pega. Espero dejar el alcohol totalmente de lado, con la ayuda del padre Hurtado, la Virgen y todos los santos.
El Hogar de Cristo es para todos, para la gente de la calle, para los niños y los viejitos abandonados. Para los que consumen alcohol, droga y están viviendo un infierno, yo estuve ahí, conozco eso. Uno se convierte en otra persona. Hasta balazos me pegaron cuando estuve en la droga, la bala entró y salió de mi brazo derecho. Me salvé de morir gracias al Señor, él me habló, me dijo “tú no eres para esto”, gracias a Dios nunca he estado en la cárcel.
Estoy orgulloso y contento de haber conocido al Papa, estoy muy agradecido del Hogar de Cristo porque me apoyó cuando más lo necesité y me eligieron para vivir un momento que siempre llevaré en mi corazón.
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