Jun
2018
José Yuraszeck, en la Eucaristía del 29 de mayo: “Seamos fuegos que enciendan otros fuegos”
“No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones – y en la vida futura, vida eterna”. Esta cita dio pie a la reflexión eucarística del nuevo capellán del Hogar de Cristo, texto que aquí reproducimos.
Por José Yuraszeck
“Cada una de las más de cien casas del Hogar de Cristo que hemos visitado junto con Pablo Walker en este mes que está concluyendo –comunidades terapéuticas, jardines infantiles, residencias protegidas, programas de acogida y ambulatorios, de reinserción educativa, residencias infanto-adolescentes y de adulto mayor, centros de encuentro, programas de atención domiciliaria– me permiten atestiguar que las palabras del Evangelio que acabamos de proclamar son ciertas.
Quisiera expresar el precioso desafío que significa asumir hoy esta misión a partir de cinco vivencias que he escuchado este último tiempo. Todas ellas ilustran trayectorias de inclusión con una cierta perspectiva de egreso.
En la hospedería de Castro, la primera semana de mayo, conocí la historia de BamBam: hace un tiempo murió en la calle y fue llevado al Servicio Médico Legal. Por diversas circunstancias, no había quién reclamara su cuerpo. Las trabajadoras de la Hospedería se organizaron para sacarlo de ahí, juntar algo de dinero y comprar una urna, llorarlo y velarlo con sus amigos en la capilla de la misma hospedería y, finalmente, darle sepultura. Concurrieron voluntades y, aunque demoraron más de lo que hubieran querido, lo consiguieron.
Participamos del círculo con que comienzan el día en la comunidad terapéutica de Paréntesis en Villamávida, en la región del Biobío. Este es un espacio de escucha que permite exteriorizar sentimientos y experiencias, y acompañarse en cada una de las etapas del proceso que siguen quienes han tenido consumo problemático de alcohol o drogas. Yo compartí la gratitud por la confianza que han depositado en mí al confiarme esta misión como capellán en el Hogar de Cristo, a la vez que cierto julepe por el tamaño del desafío. Recibí de parte de los que ahí estaban un gran abrazo mientras rodeábamos una vela encendida en la sala a oscuras y hacían una arenga de motivación. “Sí, se puede “. Esas palabras adquirían en voz de nuestros acompañantes una emotividad particular: el largo camino de rehabilitación y reinserción social que emprenden, con tropiezos y vueltas a levantarse, les daba una autoridad conmovedora.
Los jóvenes Jesús, Sebastián, Gabriel y Brandon, que participan del programa de reinserción educativa de Súmate en el Centro Comunitario Bonilla de Antofagasta, después de verse doblegados en el pingpong por este flamante capellán, nos estuvieron compartiendo que estaban completando este año quinto y sexto básico por lo que el próximo año, si todo marcha bien, podrían celebrar su licenciatura de enseñanza básica. Quedamos en que me invitarían a esa celebración y que yo presentaría un número artístico. Ya estoy afinando voz y guitarra, para celebrar con ellos ese momento tan especial. También nos acompañó Eduardo, egresado el año pasado. Agradecían especialmente a sus mamás, que los han empujado a terminar sus estudios tras varios años de interrupción. También agradecían a Pauli, su profesora, y a todo el equipo de Súmate.
Mientras compartíamos un desayuno en la Hospedería de Iquique, que incluía a tres amigos de Sierra Leona que acababan de llegar como refugiados a la ciudad, cada cual compartió parte de su historia. Roberto ilustraba con dos frases que le han dicho en el Mercado de la ciudad, el camino que ha hecho desde que ha ido dejando la calle tras entrar a la Hospedería. ‘Ya, váyase de acá. No moleste’, le decían quienes atendían los puestos de comida tiempo atrás. Hace poco volvió a pasar y le han dicho: ‘Joven, ¿qué se va a servir?’. Roberto compartía este cambio de actitud hacia él con un orgullo que motiva.
El jueves pasado bendijimos la Sala de Cuidados Especiales Padre Alberto Hurtado de la Residencia de Adulto Mayor Asunción de Peñablanca. Esta sala era parte del compromiso asumido tras el cierre de la sala Padre Hurtado cerquita de acá. Al momento de rociar con agua bendita ese lugar, quise saludar una a una a todas las personas que estaban ahí, pasando tal vez sus últimos días. Al llegar a la última sala me encontré con María, que dormitaba. La saludé, tocando suavemente su hombro y recibí un cariñoso: ‘Déjenme sola, váyanse a la mierda’. Me soplaron después que ella vive un poco pegada en el pasado, con mucho resentimiento hacia algunas personas y es por eso de pocas amigas. Pude constatar lo que le gusta decir al Padre Josse van der Rest, los pobres mueren como ricos. Y ahora no en un solo lugar, sino en cuatro.
Las historias de BamBam y María nos hablan de un cierto tipo de egreso, hacia la vida eterna, con la mayor dignidad posible. Las de Roberto, los participantes de Villamávida y los jóvenes de Súmate, de una trayectoria de inclusión que nos permite soñar con un futuro mejor en acciones y vidas bien concretas, con un impacto en sus personas y también en sus familias y en la sociedad toda.
En este último mes nos hemos encontrado con trabajadores, miembros de las directivas sindicales, participantes, consejeros, captadoras de socios y recaudadoras, jefes, voluntarios, miembros de la comunidad y de la sociedad civil organizada, autoridades civiles y eclesiales. Hemos compartido la mesa con el sabor de cada lugar –los kilos de más lo atestiguan–, recordando historias de personas y programas que los constituyen localmente, que le han dado vida al Hogar de Cristo; hemos cantado, reído y llorado; hemos también celebrado la eucaristía, orado, recibido el cariño y el testimonio de acogidos y trabajadores.
Una de las cosas que repetían agradecidamente de Pablo tras sus 7 años como capellán y que recibo de algún modo como mandato es la preocupación por la pastoral, por promover la espiritualidad del Padre Hurtado, por mostrarse cercano en tiempos de dificultades personales y como equipos, por reconocer y valorar el aporte de las trabajadoras, por levantar la voz promoviendo una sociedad más inclusiva y defensora de los derechos humanos. También agradecían que en su momento se haya mostrado frágil, dado que su trabajo afectó fuertemente su salud, y eso le pasa habitualmente a quienes trabajan acá, especialmente a los de trato directo.
Desde la definición de bien común que se nos ofrece en la Doctrina Social de la Iglesia –el conjunto de condiciones sociales favorables que permiten que personas, familias y agrupaciones alcancen el máximo de su propia perfección– podemos comprender en parte el sentido que tiene cada una de nuestros programas. Reconociendo el innegable rol del Estado, no podemos mirar en menos el de las distintas organizaciones de la sociedad civil, incluyendo ONGs y empresas, y, por cierto, el rol de cada uno de los ciudadanos, comenzando por los que viven en las fronteras de la exclusión. Hemos de caminar hacia constituir distintas alianzas que permitan que cada cual pueda desplegar al máximo sus capacidades y talentos. No se trata sólo de dineros o proyectos: sino de generar experiencias y encuentros transformadores. Un desafío mayor es el de desatar la solidaridad en cada territorio donde están nuestros programas. Y, por qué no, promover que sean nuestros propios acogidos los que en el futuro próximo participen como voluntarios, constituyéndose en referentes para quienes están en alguna situación similar.
Cada gesto de cariño, cuidado, apertura, inclusión, que realizamos en cualquiera de nuestros programas, hace que el rostro hosco y a veces oscuro de las ciudades de nuestro país se vuelva amable y luminoso. Pidamos a Dios para que, por intercesión del Padre Hurtado, podamos juntos seguir tratando con amor y cariño a nuestros patroncitos y que convoquemos cada vez a más personas y comunidades a ello. Seamos fuegos que encienden otros fuegos para que este Hogar de Cristo pueda seguir iluminando con la buena noticia de Jesús todos los rincones de nuestro Chile.