займ онлайн без проверок
Noticias

Oct

2018

José García y Guillermo Núñez: Hasta la victoria, siempre

Alumnos de Bellas Artes, comunistas comprometidos con el proyecto de la UP, detenido y torturado uno, exiliados ambos, formaron la brigada Pablo Neruda para denunciar con arte los abusos de la dictadura militar en Europa. José Balmes y Gracia Barrios fueron parte del lote. Hoy, uno vive en el Hogar de Cristo y el otro es Premio Nacional. Esta es la historia de su reencuentro 40 años después.

 

Por Ximena Torres Cautivo

 

José García, artista y chef, tiene 74 años, pero luce más frágil y deteriorado que “el guatón Núñez”, como llama al Premio Nacional de Artes 2007, Guillermo Núñez, de 88, un tipo eternamente joven pese a su edad, que reniega del calificativo “artista pop” y prefiere el de “artista pop-lítico”.

 

Hoy, después de casi 4 décadas, se reencontrarán, después de haber sido amigos, colegas, compañeros artistas, absolutamente comprometidos con el gobierno de la UP, en cuya campaña trabajaron, por cuya militancia y compromiso salieron al exilio a Europa, donde pintaron murales contra la dictadura militar junto a José Balmes, Gracias Barrios y José Martínez, y desde donde regresaron a Chile en distintos momentos de los años 80, con destinos diametralmente opuestos.

 

Uno, José García, vive en la hospedería Josse Van der Rest, del Hogar de Cristo, en Estación Central, desde hace 3 años. No tiene ni un vínculo con sus tres hermanas, su ex mujer, sus dos hijastros. Está solo y gana 40 mil pesos al mes en el taller Expreso, una iniciativa de inclusión para personas en situación de calle que rescata madera de desecho y la convierte en tablas para el aperitivo. Camina a un kilómetro por hora; una fractura de la pelvis fue el comienzo de su progresivo deterioro físico, pero la cabeza, el humor, el interés por el mundo y el país le funcionan a toda velocidad. Cuando en enero, el papa Francisco tuvo su encuentro con los más pobres en Estación Central, Pepe García fue uno de esos pobres, sorprendiendo a todos con su riqueza cultural.

 

El otro es Guillermo Núñez, exitoso, próspero, emparejado desde que salió al exilio con la escritora Soledad Bianchi, autor de casi 40 libros e infinidad de obras, desde serigrafías hasta óleos de gran formato, padre de dos hijos, Pedro y Pablo, reconocido con innumerables premios, habitante de una gran casa en medio de una parcela en la misma calle donde vive Carlos Altamirano, en La Florida Oriente, reducto de la llamada y casi desaparecida “izquierda exquisita”.

 

En enero, fue el famoso muralista Alejandro “Mono” González quien le comentó a Núñez que García, su ex compañero en la Brigada Pablo Neruda, “primero llamada Luis Corvalán”, vivía en el Hogar de Cristo; lo había visto en una foto en el diario junto al Papa. Fue una gran impresión para él y su mujer Soledad, que lo había saludado en la calle hace una década, cuando aún estaba viva su madre y tenía casa y trabajo. Ahora, a propósito de la celebración de los 74 años de existencia de la causa del padre Hurtado, los mismos que tiene José García, Guillermo Núñez invita a su amigo a tomar té en su casa. Y nosotros somos testigos.

 

  

FALTÓ AMOR Y PERDÓN

 

-Ya no estai guatón, Guatón. Y te veo más chico. Es la erosión del cuerpo -reflexiona Pepe, abrazando a Guillermo. Hay emoción contenida y ambos se reconocen como si no hubieran pasado los años. Uno se define como “bolchevique católico”; el otro como “marxista zen”. Así están hoy, tras la caída del Muro, después de tanto suceso. Entran a la casa tomados del brazo; José se ayuda con su bastón. Dentro, hay té en pocillos japoneses, baguette para recordar París, huevo duro molido con ajo, aceite de oliva y pimentón. “Yo le daba pelea a Pepe cocinando en esos años del exilio. Las municipalidades comunistas que nos invitaban a pintar murales nos pagaban alojamiento y comida, pero nos cocinábamos nosotros. Balmes no tenía idea de hacer nada, era muy flojo, pero con una rapidez y una facilidad para pintar, un genio”, dice Guillermo. Y afirma que “Pepe era flojo o, mejor dicho, escéptico de su trabajo. Dudabas y borrabas todo lo que pintabas. Una vez que estábamos pintando un mural fuera del palacio de La Documenta, en Kassel, Alemania, hiciste una cara enorme y después la borraste y dejaste sólo los ojos”.

 

-Los ojos eran lo único bueno del dibujo- responde Pepe, quien de camino para acá nos dijo de su amigo: -El guatón Núñez no para. Es trabajador, incansable, gracioso y buena persona. En París, yo vivía en los suburbios. Una vez fue a verme, yo no estaba y me dejó debajo de la puerta un sobrecito con 100 francos. Tenía esos gestos.

 

Pepe fuma 2 cajetillas diarias desde los 14 años. Y ahora pide salir a fumar. Lo acompaña Soledad Bianchi. Guillermo nos comenta: 

-Pepe siempre fue muy exigente consigo mismo. Y pesimista, en eso no nos parecemos. Yo soy al revés. No me quedo quieto, siempre estoy emprendiendo, organizando leseras, como cuando hicimos desfilar un circo completo para el cierre de campaña de Allende. Le pedí al compañero Toni Caluga que fueran todos vestidos de payasos y así lo hicieron, pero después me cobró el desfile. Dijo que un payaso cuando está vestido, cobra, y tuve que pagarles de mi bolsillo.

-¿Qué sientes al ver a Pepe tan solo, tan pobre?

-Él me emociona. Pepe eligió su vida. Era un bolchevique, un hombre seriamente comunista. Y hoy su sabiduría consiste en no tener más que su bastón. Eso me da envidia. Y esto de volver a las raíces católicas es coherente con su ser: de, algún modo, salió de una Iglesia para entrar a otra.

 

A Núñez fue la tortura la que cambió su mirada y su arte. Fue detenido dos veces después del Golpe. La primera por esconder en su casa de Lo Curro a Víctor Toro, dirigente del MIR. “Era política del MIR delatar a los ayudistas”. Estuvo meses encarcelado, con la vista vendada en dependencias de la FACh y otros centros. Una vez en que lo llevaban al baño se le corrió la venda y se encontró con el Miguel Krassnoff, quien lo golpeó duramente por mirarlo. Después, en 1974, su exposición Exculturas, velada crítica a los atropellos de la dictadura, fue censurada y volvió a ser detenido y finalmente expulsado sin retorno. Hoy reflexiona: “A estas alturas, ya no me duele lo sucedido. No me gusta que se confunda justicia con venganza, yo no soy así, soy mejor que eso, mejor que ellos, que hicieron cosas tan horribles. Tengo teorías sobre este tema, pero prefiero guardármelas. También creo que una de las cosas que les faltó a las experiencias socialistas en el mundo fue el amor y el perdón”.

 

A Pepe, “que no vivió el ‘privilegio’ de la detención y la tortura”, ironiza Guillermo, lo que lo golpeó y transformó fue la caída del muro de Berlín. Reconoce que, tras separarse de su mujer, volvió a Chile, al que encontró “cambiado; hasta la entonación de la gente al hablar era distinta”. Su papá, un médico español, murió pronto; su mamá  vivió hasta los 100 años. “Yo era su regalón”. Pepe no tuvo hijos, lo que no lamenta. Sostiene que su separación quizás tenga que ver con que es muy difícil entrar “en esa unidad cerrada que es una mujer con sus hijos”. Ahora está solo y cuenta que una de sus ventanas al mundo es internet, al que se conecta todos los días. Despotrica contra Bolsonaro y otros líderes de derecha como él. “Es increíble que la gente elija democráticamente a dictadores. Le auguro lo peor a Brasil”, dice y cuenta: “Me mantengo informado a través de la Red Voltaire y de los noticieros de la televisión iraní, que tienen señal traducida al francés”.

 

-¿Televisión iraní? ¡Qué exotique!- exclama Guillermo.

-SÍ, es que interesa el mundo más allá de la CNN e Irán es un país cototudo.

 

Cae la tarde, los amigos hacen un aparte. De qué hablan. Sólo ellos lo saben. Al despedirse, levantan el puño y dicen al unísono: “Hasta la victoria, siempre”.

 

 

¿Quieres apoyar a personas en situación de pobreza y exclusión social? ¡Hazte socio!