займ онлайн без проверок
Noticias

Dic

2021

Homenaje a Isabel Díaz: “El Hogar de Cristo era su vida”

El 5 de diciembre, justo en el día que se reconoce la labor del voluntario, murió una de las voluntarias más comprometidas de la fundación. Durante más de veinte años acompañó a los adultos mayores de la Casa de Acogida Padre Hurtado de Estación Central y del establecimiento de larga estadía de Recoleta. La pandemia la alejó, deteriorándola poco a poco hasta fallecer por temas cardiacos. Aquí recordamos quién fue esta gran mujer.

Por María Luisa Galán

“Ella fue una maravilla. Llegó humildemente a ayudarme, cuando me tocaba preparar la misa para que todo estuviera listo cuando llegara el sacerdote. Tuvimos un caminar juntas como de catorce años, una amistad preciosa. Cuando empezó la pandemia, comenzó a decaer. Tuve muchos deseos de ir a verla, pero no me lo permitió. Decía que esto no había pasado. Pero nos llamábamos muy seguido”, recuerda María Angélica Araya, compañera de Isabel Díaz en el voluntariado que realizaban en el Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM) del Hogar de Cristo ubicado en Recoleta.

A principios de diciembre, los residentes y el equipo del ELEAM del Hogar de Cristo recibieron la lamentable noticia: su acompañante estrella, su confidente y luz, falleció por temas cardiacos. Por más de quince años y hasta la pandemia, Isabel asistió cada semana a asesorar espiritualmente a las personas mayores del programa, entre otras labores. Debido a su avanzada edad, la crisis sanitaria la obligó a guarecerse, sola, porque no tuvo hijos ni marido. Y paradójicamente, Isabel partió un 5 de diciembre, el día en que se celebra el Día Internacional de los Voluntarios.

Nadia Córdova, terapeuta ocupacional y encargada del voluntariado en el ELEAM, la recuerda. “Era súper alegre, jovial, por eso nos sorprendió su deterioro, tan abrupto por la pandemia. Era mayor pero tenía mucha energía, contagiaba a los adultos mayores. Con lluvia o truenos, ella estaba acá martes y viernes. Estaba camiseteada con la obra del padre Hurtado. Acá la esperaban, sobre todo los participaban de la liturgia; pero todos la reconocían porque no sólo llegaba a hacer la misa. Pasaba a saludar, los iba a buscar y los ayudaba a trasladarse a la capilla, después se quedaba conversando”.

María Angélica, su amiga, evoca: “Era una persona muy agradable, se notaba que lo que hacía, lo hacía con cariño. Como era tan buena para cocinar, en el invierno juntábamos pesitos y hacía empanadas. Entonces al final de la misa. entregábamos paquetitos con empanadas o sándwiches. Y los adultos mayores, felices. Después, y no sé si compró o tejió, regaló gorros y bufandas como para los cien participantes de la residencia. Siempre estaba pendiente de hacerles algo”.

Isabel estaba jubilada y de eso vivía. Trabajó gran parte de su vida en el comercio como empleada en un negocio. “Como era tan amorosa, fue muy bien considerada por parte de sus patrones. Y los hijos de estos crecieron con Isabel, entonces los jóvenes siempre la iban a ver. Algo muy bonito, porque siendo de un nivel social alto, nunca la dejaron de ir a ver”, dice María Angélica.

Pero su vínculo con el Hogar de Cristo traspasó el radio del ELEAM de Recoleta. También fue parte del equipo de la Casa de Acogida Padre Hurtado de Estación Central, comúnmente conocido como Hogar Abierto y que cerró sus puertas este año.

Adelina Espinoza estuvo durante cuatro años liderando este programa y compartió con Isabel. “Era una mujer tremendamente cristiana, fervorosa de su fe. Muy comprometida, a través de su espiritualidad, con el Hogar de Cristo. Generosa, tejía paños a crochet y estaba siempre preocupada de hacer un presente, algo pequeño”.

Añade, lamentando no haberla podido acompañar en sus últimos momentos: “En el Hogar Abierto ella se preocupaba con todo lo relacionada a la espiritualidad. Los martes y jueves, las chicas se dividían porque acompañaban a los adultos mayores a la feria. Les cocían la ropa, se preocupaban que tuvieran las uñas cortas. Ella estaba preocupada de cosas sencillas pero importantes. porque si no, nadie las hacía. Se fue una gran mujer, una gran voluntaria que no declinaba. Si bien ella, junto a otras, eran mayores, son las mejores que he tenido, con un compromiso inclaudicable. Una vez me regaló una taza de mucho valor, muy elegante. Le decía: ¿Qué voy a hacer con esta taza? No la voy a usar para que no se me rompa. Ella respondió que era para que me acordara de ella. Nos invitaba a tomar once a su departamento y era muy unida con sus compañeras voluntarias del Hogar Abierto. Se visitaban, había una amistad muy profunda”, cuenta Adelina.

Ante el inminente cierre de la Casa de Acogida y lo pesado que se le hacía el traslado en locomoción colectiva desde su residencia en Recoleta hasta Estación Central, Isabel decidió quedarse sólo con el voluntariado en el ELEAM.

“A los adultos mayores le gustaba la cercanía de ella porque era empática con ellos. Iba como diez veces a la feria por encargo de los adultos mayores y después volvía a su casa caminando con su carrito de feria y su compra”, describe la kinesióloga del ELEAM, Isa Imaí, quien calcula que su casa estaba a unos tres kilómetros del programa.

Para ella el Hogar de Cristo era su vida. Las dos éramos solteras, no teníamos hijos, ni nietos. Ella se destacó por su vocación y cariño. Cuando en el invierno se resfriaba, me llamaba para decirme que no iba a poder ir. Era así, muy entregada. Aprendí mucho de ella. Y no me dio pena cuando partió porque está en un lugar mejor en el reino de Dios. Ella se entregó en cuerpo y alma. Iban muchos voluntarios, pero se destacaba”, dice María Angélica.

Aunque se lo dijo en vida, Nadia, el equipo y los acogidos del ELEAM, le hacen un homenaje póstumo. “A nombre del equipo le agradecemos su entrega, dedicación, compromiso con la causa, porque creía de verdad en un Chile más justo para los más pobres entre los pobres. Era el alma de todos los voluntarios que teníamos acá. Estaba preocupaba por los adultos mayores, camiseteada hasta el último de sus días. Ella lograba lo que quería el padre Hurtado: contagiar y convocar a otros”.