Ene
2021
Hogar de Cristo recibió a más de 500 jóvenes practicantes en el 2020
En un año complejo, con muchos campos clínicos cerrados, la fundación y las instituciones de educación superior innovaron y crearon espacios de atención a distancia, pudiendo cumplir con este importante paso estudiantil y, además, llegar a lugares y personas que dada la contingencia no estaban recibiendo atención de salud.
Por María Luisa Galán
¿Quién no se acuerda de la práctica? Esa etapa de la vida estudiantil en donde se pone a prueba todo lo aprendido en las aulas y, de paso, se ve si hay vocación y dedos para el piano. Es sin duda un proceso esencial e importante para los jóvenes pero que, durante el 2020, fue complejo debido a la crisis sanitaria. Según la empresa de recursos humanos, My First Job, el año pasado las ofertas de prácticas disminuyeron un 71% con respecto al 2019 en el mismo período.
Hubo, entonces, que reinventarse y acomodarse a la “nueva normalidad”. Si en la vida pre Covid-19 casi todos los campos de práctica eran offline, el año pasado casi todo estuvo reconvertido a un mundo virtual. Y así lo hicieron las instituciones de educación superior, los estudiantes y las organizaciones receptoras, como el Hogar de Cristo, que durante el 2020 recibió a nivel nacional 553 jóvenes, siendo las carreras de trabajo social, terapia ocupacional y enfermería las que más alumnos aportaron.
Un caso de éxito fue el trabajo que realizó la escuela de enfermería de la Universidad Andrés Bello (UNAB) en la región del Biobío con más de 50 jóvenes. Lo hicieron durante el primer y segundo semestre con estudiantes de tercer año, quienes a través de la modalidad de tele asistencia pudieron llegar a pacientes alejados de los centros urbanos, como Curanilahue.
“En general, la posibilidad de práctica en los campos clínicos se resguardó tanto la atención que a nivel intrahospitalario se reconvirtieron las camas básicas a críticas, por ende la prioridad durante la pandemia se ajustaron todos los objetivos hacia donde estaban las atenciones. Entonces era muy probable que tener estudiantes generaba una mayor circulación en las unidades y se resguardó la seguridad de ellos, de la población y los pacientes. En ese sentido, nos adaptamos a la contingencia y las necesidades que se presentaron, tratando de brindar las atenciones donde la gente quedó sin cubrir, a través de la telemedicina”, explica Sergio Durán, enfermero y docente de la UNAB.
Los jóvenes de la UNAB tuvieron dos experiencias de prácticas. Durante el primer semestre aplicaron sus conocimientos de cuidados de enfermería y salud familiar y en el segundo en cuidado de enfermería en salud mental. Trabajaron con más de veinte usuarios de Curanilahue y Concepción, realizando tres contactos por cada paciente. “El objetivo general era hacer una valoración del estado de salud, con un enfoque biosocial, siendo este un tema prioritario porque los centros de salud familiares no estaban atendiendo, quedando muchos pacientes sin atención médica”, cuenta Sergio.
Además de la práctica, la Universidad Andrés Bello, a través de su área de vinculación con el medio, donó 40 kits de cuidados en el hogar para los acogidos del Hogar de Cristo en Curanilahue y Arauco, los que incluían un equipo de toma de presión digital de muñeca y un termómetro digital.
Valentina Bobadilla, Coordinara de Vinculación con el Medio de la UNAB, complementa acerca de rol de la fundación en el proceso formativo de los alumnos. “Nuestros estudiantes cuentan con un sello formativo, declarado en el modelo educativo para alcanzar la excelencia académica, esto les permite entre otras cosas incorporar los valores institucionales y dentro de este sello está la responsabilidad social, que para la institución es la capacidad y obligación de responder ante la sociedad, actual y futura. Involucra compromiso con otros y con el medio circundante para la mejora de las condiciones de vida de su entorno. Por lo tanto, el Hogar de Cristo les entrega la oportunidad de poner en práctica su sello formativo y comprometerse aún más con su profesión al servicio de los demás”, dice.
El año pasado los programas del Hogar de Cristo en Biobío fueron los que más abrieron sus puertas virtuales, y físicas en algunos casos, para la realización de prácticas profesionales. En total fueron 96 jóvenes de diversas carreras e instituciones de educación superior. “Las practicas se focalizaron recogiendo los lineamientos planteados por la fundación, que son: trabajar con otros, innovación, incidencia en política pública, territorio. Son cuatros elementos sobre los que durante el 2020 pusimos un fuerte énfasis producto de la pandemia y lo implementamos en la relación que vamos construyendo con las instituciones de educación superior”, cuenta Luis Cuevas, Jefe de Operación Territorial de Concepción y Arauco.
Del norte al sur
Y si de innovación se trata, un ejemplo es la práctica realizada por una cuadrilla de cinco estudiantes de psicología de último año de la Universidad de Atacama ubicada en Copiapó. A través de su Centro de Atención Psicológica (CAPSI) atendieron a distancia a acogidos y trabajadores de los distintos programas del Hogar de Cristo en la región del Maule. Precisamente, ese fue uno de sus grandes desafíos, atender a distancia y adaptarse al contexto territorial.
Pablo Brizuelaz es psicólogo y fue el docente que guió la práctica de los estudiantes. “Plantearse objetivos era complicado porque pensaba sobre los resultados que podríamos obtener en este tipo de modalidad y en un contexto desconocido, entonces tratamos desde el comienzo de hacerlo lo mejor posible para que resultara. Tenemos la sensación de que Maule fue una señal de que es posible trabajar entre regiones, en distintos contextos, y lograr un trabajo adecuado. Y aunque lo presencial permite otras cosas, pudimos hacer un buen trabajo”, dice.
Agrega que si bien fue complicado tener espacios de práctica, la universidad cuenta con profesionales competentes que pudieron encontrar campos clínicos en medio de la pandemia. “La del Hogar de Cristo fue una de las prácticas más destacadas del 2020, por la envergadura y el contexto, porque se experimentó con una institución distinta en una región diferente. Para los alumnos fue un gran aprendizaje, en donde tuvieron acceso directo a los usuarios a través de videollamadas y eso fue muy provechoso”, comenta sobre el trabajo que hicieron los jóvenes, que implicó, además de la atención como tal, reuniones semanales y coordinar el tema logístico de conexión.
“Me sorprendió que la práctica tomara un ribete diferente porque en algún minuto empezó a expandirse, llegando a tener en una videoconferencia cerca de 100 personas y eso significó un enorme desafío porque no lo teníamos previsto, pero fue un indicador de la necesidad que había”, cuenta Pablo Brizuelaz desde el norte de Chile.