Jul
2017
Hogar de Cristo propone modelo para cambiar la realidad de las Residencias de Menores
Reducir el número de niños por cada centro, profesionalizar a los cuidadores o asegurar el seguimiento a los egresados son parte de las iniciativas que propone la entidad para subir los estándares de calidad. Su director social, Paulo Egenau, desmenuza las propuestas y el costo del proyecto que, dependiendo del financiamiento, puede ver la luz en 2018.
Todo comenzó con una autocrítica, parte reconociendo el director social del Hogar de Cristo, Paulo Egenau. La institución no estaba satisfecha con los servicios entregados a los niños y adolescentes en sus ocho residencias a nivel nacional. Y fue así como en 2015 iniciaron una investigación para encontrar un modelo que sí respondiera a las necesidades de los jóvenes en situación de vulnerabilidad.
En el camino, el caso de Lissette, la niña muerta en un hogar del Sename, puso de manifiesto la crisis del sistema de protección de menores y abrió un debate cuya intensidad aumenta conforme se van conociendo nuevos antecedentes. Egenau habla de un momento de “lucidez transitoria”, en que el país ha tomado conciencia de un tema generalmente relegado, y llama a aprovecharlo, antes de que los niños sean nuevamente olvidados por la opinión pública. Por eso, decidió adelantar a “El Mercurio” las conclusiones de la investigación.
79 entrevistas, revisión de la experiencia internacional y 5 mil recomendaciones iniciales
El trabajo partió en las propias residencias que el Hogar de Cristo mantiene, en su calidad de entidad colaboradora del Sename. Realizaron 79 entrevistas: a los mismos niños, a jóvenes egresados, a familiares y a trabajadores.
Las deficiencias encontradas fueron múltiples. Falencias en la formación de los trabajadores y en la infraestructura de las residencias. Un rango de edad demasiado amplio -de 5 a 21 años- de niños y jóvenes atendidos en un mismo lugar. Extensos tiempos de permanencia en los centros: 1 año y 8 meses en promedio, pero con máximos de 8 años. También, deficiente trabajo para reparar historias personales marcadas por el trauma, y escasa intervención con las familias. Hubo cifras elocuentes: solo el 68% de los niños y adolescente asistía regularmente al colegio; el 43% consumía un medicamento psiquiátrico y el 59% había sufrido algún tipo de maltrato.
Con esos antecedentes, vino la segunda fase de la indagatoria: revisión de la literatura científica especializada y de los modelos de atención a menores vulnerados en 36 países -Inglaterra, Canadá, Australia y Argentina, entre otros-. Con ello, se elaboró un primer listado de 5 mil recomendaciones.
Egenau explica, en todo caso, que en esta materia no hay “un” modelo internacional a seguir, sino que se trata de dar “con el calce correcto”, esto es, la solución más adecuada para tratar las situaciones que en la práctica se presentan.
Lo grafica con una experiencia vivida en el hogar Maruri, de la Fundación Paréntesis, una residencia para adolescentes varones con capacidad para 16 niños:
“Un día entro a las 9 de la mañana y veo un niño de 6 años con un parche en el ojo, prácticamente ciego, con retardo mental, sentado y solo. Le pregunto al equipo qué hace él acá. Me acerco y me doy cuenta de que tenía necesidades especiales y que la residencia no satisfacía ninguna de sus necesidades más allá del alojamiento y la alimentación. O sea, éramos una respuesta dañina. Nos costó seis meses sacarlo de allí”.
Para Egenau, una buena política debiera dar cuenta de esta diversidad de historias. “Los ‘niños Sename’ no existen. Es un grupo de niños y niñas sumamente heterogéneo”, dice.
Hoy solo se cumple el 15% de los estándares; la idea es subir al 65%
Esas 5 mil recomendaciones iniciales fueron sometidas al análisis de 47 especialistas: académicos chilenos y extranjeros, profesionales de distintos ministerios e instituciones como el Senda. Así se llegó a establecer 91 orientaciones para el desarrollo de un modelo de atención de menores sustentado técnicamente. Según el análisis, el sistema hoy solo cumple con el 15% de esos estándares. Y la propuesta del Hogar de Cristo apunta, por realismo, a subir al 65%. “Si llegáramos al 100 por ciento, estaríamos en el rango de Inglaterra”, dice Egenau.
El modelo así definido es el de un tipo de residencia especializada para acoger a jóvenes vulnerados de entre 12 y 21 años con dificultades emocionales y de comportamiento de carácter complejo. El objetivo es “mejorar su calidad de vida e insertarlos socialmente”.
Un cambio clave en comparación con las actuales residencias para menores es la reducción de la capacidad de cada centro a un máximo de 10 plazas, “para poder garantizar un ambiente familiar y entregar una atención personalizada”. La idea sería contar, idealmente, con cuartos individuales. O, en el peor de los casos, con un máximo de dos menores por habitación. Hoy las residencias del Hogar de Cristo, las más pequeñas del sistema, reciben, cada una, entre 16 y 18 niños. Y en los centros estatales “podemos llegar a residencias con 100 jóvenes”, con dormitorios que albergan “hasta 12 niños por pieza”.
El modelo del Hogar de Cristo contempla una nueva figura, la del “tutor”, ejercida por profesionales afines a las necesidades de los menores, a cargo cada uno de un máximo de tres niños. Además, se propone un trabajo de intervención con las familias y un seguimiento a los egresados “en su transición a la vida adulta”. También se plantea un foco en la atención de salud mental (uno de los grandes déficits que tiene hoy el sistema) y asesoría jurídica.
Por todo lo anterior, el informe considera necesario contar con un total de 21 profesionales por residencia.
Egenau explica que la idea es poder suplir así las falencias del Estado en esta materia, pues en teoría debería ser este el encargado de coordinar a sus distintas carteras (desde Salud a Educación) para garantizar los derechos a todo menor. Ello, sin embargo, está lejos de darse en la realidad. Así lo grafica otra historia:
“Nos tocó en la Fundación Paréntesis, hace siete años -recuerda-, el caso de una niña de 15 que fue derivada por el Tribunal de Familia de Coyhaique a Santiago. Venía de una historia de pobreza, con consumo de alcohol y drogas que la ponía en riesgo”.
Pero el traslado estuvo lejos de ser beneficioso:
“La niñita durante seis meses vivió una depresión. Su anhelo, razonable, era volver a Coyhaique. La verdad es que estaba siendo sometida a una medida arbitraria que promovía el desarraigo, la pretensión absurda de que mágicamente ella iba a ser rehabilitada en Santiago. Hicimos todos los intentos con diversos oficios al Tribunal para que fuera regresada a su territorio. Se nos negó y negó hasta que la niña hizo un intento de suicidio. Gracias a Dios nos pudimos dar cuenta y colocamos un recurso de protección a su nombre. Finalmente, fue restituida a su entorno“.
Costos en residencias del Estado pueden incluso superar el de la propuesta “modelo”
¿Cuánto costaría llevar a la práctica el modelo propuesto por el Hogar de Cristo? Sin considerar los montos por infraestructura (que pueden ser muy variables, dependiendo de la realidad de que se parta), el cálculo es de $1.988.200 mensuales por menor, para asegurar el referido 65% de los estándares considerados. Ahora, si se pretendiera cumplir el 100%, el valor ascendería a $3 millones, pero Egenau reconoce que eso por ahora es irreal.
A modo de comparación con la situación actual, hoy el Hogar de Cristo gasta en sus residencias de tipo especializado (es decir, las que atienden casos complejos de niños vulerados en sus derechos) $800.000 en promedio por menor, de los cuales el Estado solo aporta una subvención de $380.828.
A la vista de tales números el modelo propuesto podría parecer utópico. Otras cifras, sin embargo, muestran que puede ser factible. En efecto, Egenau cuenta que, a través de una solicitud vía Ley de Transparencia, pudieron conocer los costos de los programas bajo administración directa del Sename del año 2015. “Y nos encontramos con que, en residencias especializadas como las que estamos planteando acá, el costo promedio aproximado (del Estado) es de $1.600.000 por niño mensuales”, asegura el sociólogo. Y entrega más detalles:
“En las residencias más pequeñas -y llamanos ‘pequeñas’ a las que acogen entre 40 y 45 niños- el costo va entre $1.947.000 a los $2.115.000. Eso es lo que hoy el Estado está gastando en administración directa. Y en las más masivas, por temas de economía de escala, tú bajas a 1,1 millones de pesos, a 1 millón 300, a 1 millón 275 mil y eso da el promedio de $1.682.000 aproximadamente”.
Objetivo: partir en marzo
El Hogar de Cristo no quiere quedarse solo en el planteamiento teórico. Luego de presentar la investigación en un seminario programado para octubre, esperan conseguir el financiamiento para implementar dos residencias piloto, una de hombres y otra de mujeres.
Para conseguir los fondos, Egenau dice que se están explorando distintas redes. Ello implicará recurrir a privados, aunque el modelo ha sido ya conversado con la directora del Sename, Solange Huerta. Los plazos, finalmente, dependerán de que se logre reunir el dinero. “Si yo tengo la certeza de los recursos en septiembre, puedo empezar a operar las dos experiencias piloto en marzo de 2018”, explica.
Una vez iniciado el funcionamiento de las residencias, vendría una etapa de evaluación por parte de entidades externas que harían un estudio final de la experiencia, para así entregar una propuesta formal de cuál sería un modelo a implementar también por el Estado.
“La expectativa es que aquí haya un compromiso país de financiar servicios especializados garantizando el cumplimiento de los estándares mínimos. Si se da todo, pasaríamos de tener este estado de lucidez transitoria respecto del tema menores a una lucidez permanente, que significa respeto y la promoción de los derechos de las personas”, concluye Egenau. Esa al menos es su esperanza.
Fuente: Reportajes El Mercurio. Por Eduardo Monrroy y Ale Catalina Fernández