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Sep

2017

Historia de un encuentro, coincidencia o milagro.

El propósito de esta nota no es repetir a cabalidad la historia de ambos. De los momentos e instantes que la forman. Sólo nos interesa su encuentro; del resto relataremos lo indispensable para que esta maravillosa coincidencia cobre sentido.

Por Matías Concha

José García dejó Chile en 1974, cuando el contexto político obligó a su familia a escapar de un país en dictadura. “Me había ganado una de esas becas sin retorno, junto con mi familia, una de esas becas llamadas exilio”. Su vida, hasta ese día, había sido la de un chileno común: en 1959 entró a estudiar Derecho en la Universidad Católica, egresó a los cinco años como Geógrafo. En 1967, a sus 27 años, se casó con Marcela Oyanedel, tuvieron tres hijos.

“Supe que me andaban buscando. Para salvar mi vida, viajé oculto a Santiago, pero tuve suerte, desde Bélgica me mandaron un pasaje para que me fuera a Argelia”. No lo dudaron, la familia entera emprendió un viaje que duro ocho años al norte de África.

La familia se despide. Viaje a Argelia, 3 de agosto, 1974.

Así comenzó la historia de los homónimos: “Un día, en Argel, empecé a recibir sucesivas cartas remitidas a mi nombre. Lo curioso es que nunca estuvieron dirigidas para mí, le hablaban a un tal “Pepe García” que yo no conocía”.

Con Marcela, su esposa, en Argel, capital de Argelia, año 1976.

La coincidencia no superó la anécdota hasta hace unos años, cuando José decidió ser voluntario en la casa de acogida Josse van der Rest del Hogar de Cristo. “Un día, me habló un señor que me pregunta: “¿Usted estuvo en Argelia? Bueno, las cartas que usted recibía eran para mí, yo soy “Pepe” García”.

José “Pepe” García, también viajó en 1974 al exilio. Hasta entonces, su historia, también había sido la de un chileno cualquiera: en 1968 entró a estudiar Bellas Artes en la Universidad de Chile. A los 29 contrajo matrimonio con Mireya. Luego de solicitar asilo político en Francia, vivió 8 años en París. Al cabo de unos años, terminó su relación y volvió a Chile. Ambos habían decidido no tener hijos.

José “Pepe” García, 1952 (el único registro fotográfico de su vida)

En 2010 sufrió una fractura de pelvis que lo mantuvo hospitalizado siete meses. Al ser dado de alta y no contar con apoyo de familiares, viajó a Punta Arenas para vivir en la casa de amigos cercanos. Después de cinco años, regresó a Santiago buscando una alternativa habitacional estable e ingresó de forma transitoria a la Casa de Acogida Josse van Der Rest, ubicada en Estación Central. Responde José, Pepe García:

-¿Cómo fue cuando se encontraron?

-Pa’ cagarse de la risa, me lo encontré aquí en la Biblioteca del Hogar. De repente escuché que lo llamaban a él por mi nombre, mi tocayo, empecé a escucharlo, a saber sobre su exilio, su vida en Argelia. Obviamente tenía que ser el mismo, ahí lo saludé y le dije: “Así que tú soy el José García de Argelia”.

-¿Por qué las cartas tuyas le llegaban al José García de Argelia?

-Alguien le contó a un amigo mío sueco (el autor de las cartas) que yo vivía en Argelia, y nada que ver, en ese tiempo yo estaba en Francia. Entonces me empezó a escribir pensando que me las mandaba a mí, pero le llegaban a este huevón –dice, entre risas.

-¿Las habrá leído?

-Claro que las leía, disfrutaba, si mi amigo escribía entretenido. Al pasar los años, cuando me reencontré con mi amigo- el que escribía las cartas- me contó el enredo que había pasado.

-¿Llegaste a saber lo que decían las cartas?

-Nunca supe lo que decían. Después me contó que cuando le dijo a mi amigo sueco que él no era el José “Pepe” García que buscaba, le dijo: “No soy el Pepe que tú buscas, pero sigue escribiéndome que estay más entretenido que la cresta”.

Años después, José García, el de Argelia, frente a los adultos mayores de la Casa de Acogida Joss Van Der Rest, que asisten al taller de lectura que él lidera como voluntario, había de recordar aquel encuentro que los convirtió en amigos: “Lo importante es que todos somos libros y los libros hay que abrirlos para aprender a conocernos, como las cartas que recibía de Pepe. Con él nos encontramos 40 años después, aquí. No sé si será un milagro, pero sí algo que sólo se podría haber producido en este lugar… en el Hogar de Cristo”.

Unamuno, el filosofo español, señalaba a la «intrahistoria» de las personas desconocidas como verdadera fuente de realidad. La anécdota de José y Pepe García tiene el mismo espíritu. Una simple coincidencia puede afectar por décadas la vida de dos personas, anónimas: José García, de 77 años y José García, de 73 años.

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