Feb
2019
Francisco Idalsoaga, de Fundación Salud Calle: “Para los médicos, estos pacientes son un cacho”
El joven doctor se refiere a las personas en situación de calle, las que son discriminadas y marginadas en los servicios de salud. Francisco ha pasado 11 de sus 32 años de edad dedicado a atender gratuitamente a este grupo de pacientes, que se salen de la norma. Una cruzada que comenzó en su primer año de medicina como voluntario de Hogar de Cristo, inspirado por las palabras de San Alberto Hurtado: “El pobre es Cristo”, y que cada vez se vuelve más amplia y profesional.
Por María Teresa Villafrade
La joven presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, en entrevista a La Segunda contó que históricamente en Chile la medicina surge como respuesta a los problemas sociales, pero con la llegada del neoliberalismo, la privatización de la salud y el avance tecnológico “los médicos nos fuimos tecnificando y alejándonos del rol social, hemos perdido credibilidad, somos vistos como mercachifles, distantes del servicio e interesados por el negocio”.
Ese no es el caso de Francisco Idalsoaga (32), quien junto a cientos de médicos voluntarios que cooperan en la Fundación Salud Calle, lucha contra viento y marea para brindar una atención de salud digna a los más excluidos del sistema: las personas en situación de calle. Resulta paradojal que teniendo toda la voluntad y el ánimo disponibles para ayudar en sus problemas de salud, lo que escasea no sea el personal humano, sino los recursos.
“Se tiene la imagen del médico que egresa y lo único que quiere es ganar plata, pero acá tenemos un ejemplo concreto de que esto no es así. En estos 11 años de la fundación hemos tenido 2.800 voluntarios y anualmente se inscriben 200 estudiantes de medicina a principios de año para trabajar con nosotros a lo largo del año. Además, ya tenemos una generación de 50 médicos titulados, algunos especialistas, todos dispuestos a cooperar. En lo único que topamos para optimizar nuestra atención es en los recursos”, cuenta Francisco, que es uno de los fundadores de Salud Calle, quien está haciendo su especialidad en medicina interna.
Es un convencido de que la gran mayoría de los que entran a estudiar la carrera, lo hacen motivados por una vocación social “que a veces se pierde o se nubla en el camino, es un desafío para los médicos mantener esa fuerza vital que nos impulsó a escoger esta carrera, después se hace cada vez más difícil”, dice.
A LOS POBRES NO SE PUEDE LLEGAR CON LAS MANOS VACÍAS
-¿Por qué escogiste trabajar de voluntario con las personas en situación de calle?
-Siempre he sentido una vinculación especial con el padre Hurtado y ese Dios que está en los más pobres. En mi primer año como estudiante de medicina me hice voluntario del Hogar de Cristo y comencé a hacer ruta calle. Así se sembró la semilla de lo que sería después la Fundación Salud Calle. Tuve el regalo de estar en Calcuta hace algunos años por unos meses, y se ha dado en distintas esferas que siempre me he vinculado con la gente en situación de calle, a veces no buscándolo, pero ha sido un eje fundamental en mi vida personal.
Aclara que la principal motivación que lo mueve es un anhelo profundo de justicia ya que si bien existe un sistema de salud público, consultorios, urgencias y hospitales, “en realidad no hay un acceso efectivo a la salud de la gente que vive en situación de calle. En eso faltamos como sociedad y como país y es porque el sistema en que estamos acostumbrado a hacer medicina, no está estructurado para atender personas que tienen situaciones de vida distinta, responde a la masa, a la gente que trabaja de 8 a 5, a la gente que está inscrita en Fonasa, que tiene carné de identidad, pero no mira a estos nichos particulares que no cumplen los requisitos y cosas tan básicas como el mismo carné, o los horarios de trabajo, hacen que no puedan tener acceso a la salud de forma efectiva. Creemos que el acceso a la salud es un derecho universal, un derecho humano. Desde esa base, como país no damos respuesta y nosotros sentimos que es un deber hacer justicia con las personas en situación de calle”.
En 2011 vivieron una crisis económica que los obligó a replantearse para ser sostenibles en el tiempo. Recordó la frase de Teresa de Calcuta que decía que “a los pobres no se puede llegar con las manos vacías” y, justo, providencialmente, ganaron un fondo concursable del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) que les permitió obtener recursos por cinco años y ser premiados como “el mejor proyecto social del año”.
“ESTOS PACIENTES SON UN CACHO”
Tras formar un directorio y consolidarse como fundación, se propusieron tres tareas principales: la primera es brindar atención médica a las personas en situación de calle, duplicando en los últimos dos años las cifras a 50 pacientes semanales, y en invierno a cerca de 200; la segunda es integrarlos al sistema de salud para solucionar el problema de fondo.
“Nosotros estamos convencidos de que por el contexto que se da la atención de salud en el sistema público, estas personas tratan de no vincularse demasiado porque los discriminan, los atienden mal, las hacen esperar mucho y porque los médicos no están acostumbrados a atenderlos. Si estás en urgencia con demasiada carga laboral, se transforman en un cacho, no solamente por la falta de aseo o porque resulte desagradable, sino también por temas médicos. Por ejemplo, si tiene una fractura en la pierna, no va a cumplir con el reposo indicado y el yeso seguramente va a estar mojado, sucio. Todo esto genera conflicto a los médicos”, explica Francisco.
Esa es precisamente la tercera misión de su fundación: sensibilizar a estos profesionales desde que están estudiando para alentarlos a cambiar la actitud y generar vínculos espontáneos en las rutas calle con los más marginados de la sociedad para redignificar la atención médica.
Entre los desafíos que se plantean está regionalizar la labor de la Fundación Salud Calle primero a Antofagasta, Calama, Concepción y Valparaíso. “Hemos recibido solicitudes de todas esas ciudades para funcionar allá. Actualmente estamos en Puerto Montt donde tenemos excelente relación con el Hogar de Cristo. En una noche hacemos rutas completas: ruta calle, albergues y hospederías. Pero en Santiago vamos alternando”.
Finalmente, hace un llamado a quienes se interesen en aportar recursos a la Fundación Salud Calle ya que éstos siempre son escasos. “Si queremos cambiar a la sociedad, necesitamos más médicos sensibilizados con la pobreza y la exclusión. Tenemos muchos voluntarios y a ellos tampoco queremos fallarles. Cada aporte es importante, en especial ahora que nuestro sueño es abrir un policlínico exclusivo para las personas en situación de calle”.
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