Feb
2019
Felicinda y el sueño de la casa propia
Tras una década viviendo de allegada en una iglesia y con 76 años de edad, esta mujer de Lonquimay por fin tendrá un hogar. Con ayuda de trabajadores y voluntarios de Hogar de Cristo consiguió un subsidio para la vivienda. La solidaridad de una vecina resolvió dónde ponerle, porque faltaba el terreno. Una historia, literalmente edificante.
Por Arantza Alvayay Ramírez
Hace catorce años, Felicinda Ñanco (76) decidió dejar el frío Lonquimay para instalarse en Collipulli. Vivió los primeros años con sus patrones -era empleada de casa particular-, pero un par de años después perdió su trabajo y quedó sola y sin techo. Al no tener contacto con su hija ni redes de apoyo, estaba a la deriva. Acudió a la iglesia local para encontrar refugio en las gélidas noches de la Araucanía, donde la temperatura promedio es de 7,6 grados en invierno.
En la iglesia le facilitaron un dormitorio para que pasara la noche. Contaba con una cama pequeña sin acceso a baño ni ducha. Tenía que sacar agua helada de un tambor para asearse y hacer sus necesidades básicas. Tampoco tenía acceso a una cocina. Su plan nunca fue quedarse, pero el tiempo no espera. Han pasado 10 años desde que llegó de allegada a la iglesia, viviendo en la precariedad, sin acceso a los servicios básicos ni a una vivienda digna.
Funcionarios del Programa de Atención Domiciliaria para el Adulto Mayor (PADAM) del Hogar de Cristo se encontraron con su caso y comenzaron a gestionar un subsidio junto con la Municipalidad de Collipulli. Al cabo de unos meses, Felicinda al fin firmó los papeles de su propia casa.
Ya tenía casa, pero ¿dónde la pondría?
Al no tener un terreno donde instalarse, una vecina generosa y solidaria le facilitó un espacio en su patio trasero, donde hoy en día empieza a tomar forma su casa definitiva.
Siempre que puede se escapa a mirar la construcción de su casa. Un dormitorio, un baño y una cocina comienzan a tomar forma.
La realidad de los adultos mayores de la región de la Araucanía, en particular los de las zonas rurales, es crítica. Si quieres hacer algo por ellos, #involúcrate aquí.
Felicinda sonríe orgullosa. Luego de diez años viviendo de allegada en una iglesia, escapando del frío invierno, sin acceso a un baño propio, ni a una ducha caliente, al fin tendrá su propio hogar.