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Ago

2021

David Maturana: El enfierrador que lucha contra la droga

Desde muy joven, David Maturana ha estado ligado al servicio comunitario. En su natal Lota partió con un comedor infantil. Después al emigrar a San Fernando, abrió una olla común y un sindicato. Ahora quiere instalar una escuela popular para ayudar a la juventud de las poblaciones más vulnerables de su sector y sacarla de la droga y la delincuencia.

Por María Teresa Villafrade

Estuvo un año cesante durante la pandemia y se tuvo que “comer” todo su ahorro previsional. Pero David Maturana (57) no se amilana frente a la adversidad, al contrario. Ya en tiempos de dictadura, en su natal Lota, abrió un comedor infantil para ayudar a los niños más pobres de su comuna. “Siempre he sido de ayudarnos unos a otros”, dice.

Igual tuvo que emigrar de la zona en busca de mejores oportunidades y se radicó en San Fernando. Cuenta que en el año 2000, a los 36 años, terminó cuarto medio y se acreditó como enfierrador. Actualmente es temporero de la construcción y trabaja principalmente en las minas del norte. “Ahora estoy en Antofagasta, en Socaire, esperando a que me habiliten para entrar a la planta, faltan unos papeles nomás. He trabajado en Escondida, Centinela y Collahuasi como temporero, por proyecto”, aclara.

En San Fernando recuerda que la primera olla común que abrió fue en la toma de la población 18 de Septiembre. Después formó junto a varios compañeros el Sindicato Auka –que en mapudungun significa “no sometido”– de temporeros y cesantes, y con la pandemia, nació también la olla comunitaria Auka. “Ahora la convertimos en delivery; es decir, repartimos alimentos como porotos, papas, cebolla, harina y azúcar para que la gente se cocine en sus casas. Gracias al aporte que nos da Acción Solidaria del Hogar de Cristo, estamos ayudando a 50 familias de distintas poblaciones como las 18 de Septiembre, O´Higgins, Las Lomas de Necolauta, Millahue, San Juan y San Hernán”, dice David.

Las tres últimas son edificios de departamentos donde viven muchas familias hacinadas. Los jóvenes entonces salen y se juntan en los alrededores, muchos sin nada que hacer. Es una zona considerada muy conflictiva, donde existe consumo problemático de drogas, delincuencia y microtráfico. Esto lo llevó a buscar alternativas para ofrecer a los jóvenes y así nacieron los talleres de reciclaje de botellas.

 

YOUTUBE EN LA ZONA ROJA

Ya han realizado tres talleres en los que se enseña a los jóvenes a cortar botellas. “Estamos averiguando todo por Youtube y por personas que nos colaboran, como la señora que tiene un negocio en el centro y nos regaló dos máquinas manuales para cortar y nos va a dar clases y está dispuesta a seguir ayudándonos”, explica.

Dado que el sector donde viven son poblaciones de alto riesgo, hay áreas calificadas como “zona roja”, donde no llegan internet ni la electricidad. “Recién en algunas partes están instalando, da pena decirlo, pero tenemos mucho problemas con la droga, la mayoría de los jóvenes está de una u otra forma vinculado. Este proyecto es para todos, tenemos que seguir intentando sumarlos en talleres participativos, hay chicas que tienen telares, otros tienen huertos medicinales, artesanos en cueros, la idea es formar una red comunitaria y crear ojalá escuelas populares. La idea es que nosotros les enseñemos los oficios que sabemos: soldadura, electricidad, enfierrado…”.

Están fabricando vasos, jarros y floreros, dependiendo de las botellas. Dice que rescataron dos toneladas de botellas que tienen almacenadas en una pieza. “Nuestras máquinas son manuales, no hemos podido tener algo más automático, que las corte más rápido y las deje más lindas, cortamos con una maquinita y después hay que usar un hilo, fuego, se mete en el agua y la corta. Porque la máquina no logra cortar la botella de un todo. Es un trabajo muy artesanal, tenemos unos grabadores, no sé, uno sueña cosas más grandes incluso, más amplio, donde también enseñemos artesanía en alambre, en cuero, donde logremos que nuestra junta de vecinos se convierta en una escuela popular para chicos y jóvenes, que vengan profesores a enseñarnos monocultivo, reciclaje de papel, que reciclemos todos los desechos que la gente bota. Sería ideal”.

Al principio funcionaron en la sede de la junta de vecinos de la Villa Millahue, pero allí se instalaron personas en situación de calle, el lugar se quemó y ahora está en malas condiciones. Por ello se trasladaron a la sede de la junta de vecinos de la Villa San Juan.

-¿Qué pasa con los colegios? ¿Están cerrados?

-Yo veo que las escuelas no están formando para la vida. Por eso hablo de estos talleres. Los chicos ni siquiera terminan su cuarto medio, se quedan botados en el camino. Soy enfierrador de oficio, me gustaría capacitar a los jóvenes, y tengo un hermano soldador que también puede enseñarles. Nosotros mismos podemos darles formación técnica. La droga les da plata rápida pero cada vez las cárceles se van llenando de estos jóvenes delincuentes. El SENCE no sirvió de nada, no entregó la capacitación que se debía, no enseñó a los jóvenes un oficio. Recuerdo que del sindicato mandamos a varios chiquillos a la escuela Industrial de San Fernando, que prestó sus salas y máquinas, se suponía que les iban a enseñar soldadura e interpretación en plano. Les daban tres mil pesos semanales o diarios para comida y locomoción, pero los chicos salieron sin aprender nada. Hubo demandas por esa situación”.

David Maturana no se rinde y busca una institución que los apoye. “Queremos tejer redes para que la comunidad y las familias se involucren. Queremos que disminuya la drogadicción y la delincuencia, cuidar el medio ambiente. Todo es para el beneficio de la comuna y la ciudad. Todo comenzó con la olla común y nos dimos cuenta que la juventud requería de tener algo qué hacer, que les interese. Queremos que tengan oficio, una oportunidad. Somos todos maestros de la construcción dispuestos a enseñar”, advierte.

-¿Qué necesitan en concreto?

-Primero que nos capaciten para poder sacar adelante los proyectos que tenemos. Segundo, ver la posibilidad de comprar herramientas para poder enseñar. Yo tengo una que puedo prestar, mi hermano soldador, también. Queremos que el municipio nos apoye, estuvimos hablando con el alcalde saliente Luis Berwart y él se interesó pero quedó todo con el puro interés nomás. Aún no hemos conversado con el nuevo edil, Pablo Silva. Acá estamos hablando de una pega a largo plazo para sacar soldadores, gasfíteres, eléctricos, una escuela popular intensiva de mínimo seis meses, ojalá en un lugar bonito para que sicológicamente también sea grato, con espacio amplio, sería lo ideal”.

Ya son 20 años que David Maturana lleva “trabajando por la ciudadanía, sin fines de lucro, es algo que llevo en la sangre nomás”, agrega, orgulloso. Ojalá su sueño se concrete y logre que no sean solo 15 jóvenes los inscritos como ahora, sino muchos, muchos más.

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