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Mar

2021

Cómo es ser niña en una residencia de protección

Por Paulo Egenau, director social nacional del Hogar de Cristo

¡24 años! Ese tiempo lleva la ley de garantías de derechos de la infancia y la adolescencia debatiéndose en el Parlamento. Toda una vida, la que se traduce en muchas vidas y generaciones de niños y niñas, ahora, jóvenes, vulnerables y desprotegidos, arruinadas. Por eso, no por una ingeniosidad lingüística, el epígrafe del estudio “Ser niña en una residencia de protección en Chile”, es “Del Dicho al Derecho”.

En 2017 presentamos con el mismo antetítulo otro estudio donde describíamos un modelo de calidad de hogares de protección para responder a las necesidades de los niños que están bajo el cuidado del Estado por grave vulneración de sus derechos. Ahí demostrábamos que el sistema estaba colapsado y que si bien existían esfuerzos institucionales importantes, no estaba reparando, sino, en muchos casos, victimizaba aún más a quienes acogía.

Una falencia de ese primer estudio –y del funcionamiento actual del sistema de protección– fue no considerar las profundas diferencias entre la población femenina y la masculina que vive en esos dispositivos. Ellas arrastran más fractura, han sufrido mucho más trauma, particularmente mayor violencia y abuso sexual e incluso han sido víctimas de explotación sexual comercial, mucho más que los niños. Y su respuesta a estas experiencias es mucho más compleja de tratar, ya que responde a lo que se denomina “daño silencioso”, el que se traduce en mayores niveles de depresión, desórdenes ansiosos, estrés postraumático, ideación e intentos suicidas, desórdenes alimentarios y conductas destructivas.

“Ser niña en una residencia de protección en Chile” es una mirada comprensiva desde la perspectiva de género a la pobreza y desigualdad. Su foco son niñas y jóvenes bajo cuidado del Estado, pero aplica a todas –niñas, jóvenes, adultas– que conjugan pobreza, vulnerabilidad, consumo problemático, situación de calle, alguna discapacidad física o mental, cierto origen ético, son migrantes, han sido abandonadas y todas las desventajas imaginables, sumadas al simple hecho de ser mujeres. Porque, en todo, ellas están atrás.

Por eso, pedimos pasar “Del Dicho al Derecho”; llegó la hora de dejar el blablá y actuar, partiendo por desbaratar las mafias que tienen identificadas a las niñas y adolescentes más vulnerables de Chile, las que viven en residencias de protección, que las rondan cual depredadores para –recurriendo al grooming– seducirlas con transacciones disfrazadas de apoyo, que ellas muchas veces ellas confunden con amor.

¿Quieres ayudar a niñas en riesgo social? Entonces…

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