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May

2020

Comedor solidario de Batuco: Adultas mayores anhelan volver a cocinar para los más vulnerables

Siete voluntarias adultas mayores, cuyas edades fluctúan entre 60 y 93 años, cocinaban religiosamente, de lunes a viernes, el almuerzo para 60 personas vulnerables de Batuco, que forman parte del Programa de Atención Domiciliaria para el Adulto Mayor del Hogar de Cristo. Hoy lamentan que la cuarentena les ate las manos y lo único que quieren es volver a trabajar para ellos.

Por María Teresa Villafrade

Josefa Méndez, a quien todos llaman “Pepita”, está desolada.

A sus 67 años, no puede aceptar que por primera vez desde el año 2000 en que partieron con el comedor solidario de Batuco, no puedan reunirse con la Pety (83), la Juanita (76), la Juanita Requena (65), la Sonia (72), la Marcelina (60) y con la “Mama”, quien con sus 93 años ostenta el título de la más veterana del grupo. Juntas cada mañana, a las 7:30 se reunían a tomar desayuno y a preparar la comida para 60 adultos mayores vulnerables.

“Todas me preguntan cuándo vamos a volver a cocinar y yo les digo cuando diga el Hogar de Cristo, porque gracias a su aporte es que podemos hacer esto. Y no nos dan permiso porque somos todas adultas mayores y estamos en cuarentena por culpa del coronavirus. Es una desgracia, porque con nuestro almuerzo hacíamos felices a tantas personas necesitadas, acá en Batuco hay mucha pobreza”, señala.

Lo ratifica Paulina Barra, encargada del programa social Padam Batuco en funcionamiento desde hace 20 años, quien desde que comenzó la pandemia tuvo que suspender el funcionamiento del comedor: “La sede está inserta dentro del consultorio, el Cesfam Batuco, por lo que es altamente riesgoso tanto para ellas como para los adultos mayores a los que llevábamos el almuerzo”, confirma.

Explica que han realizado un trabajo en red con los mismos vecinos de los participantes del Padam ya que la situación económica y social de ellos es crítica. “Estamos trabajando intensamente porque muchos de ellos incluso dividían su ración de almuerzo en dos ya que no tenían nada para cenar. La mayoría vive de una pensión de 90 mil pesos y pagan un arriendo de 60 mil, entonces les queda muy poco para subsistir todo el mes”.

Ahora con la pandemia, afirma, se nota el trabajo realizado por el programa todos estos años, “porque sin las redes que hemos conseguido, no podríamos hacer nada. Mi misión también es hacerle a entender a la Municipalidad que estos adultos mayores pertenecen a su comuna y que ellos necesitan que se echen a andar todos los mecanismos de ayuda debido al coronavirus”.

Paulina cuenta que para los más vulnerables, además de la necesidad alimentaria, está también la necesidad de compañía y contención, que difícilmente se puede hacer ahora. “Los llamamos de manera permanente y les llevamos cajas de mercadería, al menos una vez a la semana vamos para hacernos cargos de los casos urgentes. Ellos se quejan de que se deprimen por estar encerrados, me dicen que necesitan salir porque sienten que se ahogan. Yo busco la forma de reducir el daño, les llevamos mascarillas y guantes al menos para que estén protegidos”, relata.

LA RESILIENCIA DE BATUCO

Hace seis años, cuenta, se sumó la Fundación Ámanoz a prestar colaboración al Padam de Batuco. La voluntaria Rosalba Rodríguez, de nacionalidad colombiana, es su activa representante por más de una década. “Cuando mi hija y yo nos mudamos de Providencia a Colina busqué una forma de continuar como voluntaria y así llegué al Padam de Batuco. Allí realizamos talleres y actividades que les ayudan a cortar con su rutina. Antes trabajé en un hogar de Ñuñoa de la Fundación Las Rosas y en otro de la Fundación San Vicente de Paul. Este voluntariado ha sido para mí lo más gratificante del mundo”.

-¿Cómo ha sido la experiencia en Batuco?

-Desde el estallido social se complicó mucho todo. Y ahora con la pandemia, estamos haciendo exclusivamente acompañamiento telefónico. Pero la gente de Batuco es resiliente. Llegaron acá sin agua y sin luz, los hombres trabajaban en la minería y en la agricultura y las mujeres sacaron al pueblo adelante, les saco el sombrero. Hoy están luchando contra la pobreza y la droga que les está robando a los hijos.

-¿Y cómo soportan la cuarentena?

-Pues los adultos mayores a diferencia de los jóvenes que se angustian y desesperan, son muy sabios. Ellos han pasado por experiencias de vida muy duras y ésta para ellos es una más. Tienen una fuerza interior que me conmueve, me han nutrido mucho.

Menciona el ejemplo de Sonia Zapata, una menuda mujer batucana de 64 años, que se definió como “alguien que inventa cosas”. “Un día me trajo de regalo un pavo real que había hecho en una piña de pino, con sus alas recortadas de vidrio y de patas unas puntillas. Precioso. Pese a haber perdido un hijo por causa de la droga, tenía una fortaleza que ya se la quisiera un joven de 30 años”.

Así lo demuestra el ejemplo de Josefa Méndez (67), quien cuenta que fue la gran necesidad que vio en Batuco lo que la motivó a hacerse voluntaria. “Nuestro comedor solidario llegó a atender a 90 adultos mayores y nosotros lo que hacíamos era llevarles hasta su domicilio una vianda y traernos de vuelta la que ya habían usado el día anterior. Gracias al Hogar de Cristo que nos da los recursos podemos hacerlo. Nuestro equipo era grande, 15 y hasta más, pero algunas ya han fallecido: Lucía, Laurita y Luz”, relata con tristeza.

En el comedor está la foto de Lucía Venegas, quien falleció de cáncer en junio de 2019 y era una de las fundadoras y líder natural del grupo. Paulina Barra recuerda que vivía sola y por eso, ella y su equipo vivieron el proceso de la enfermedad de Lucía desde que se la diagnosticaron, apoyándola.

Rosalba Rodríguez admite que todavía llora al recordarla. Y Josefa, la Pepita, dice que en su honor deben seguir trabajando por los más desposeídos. “Hay mucho adulto mayor desamparado, aunque vivan con sus hijos, los tienen al fondo en una pieza y no se preocupan. Hay un abuelito que tiene 87 años y siempre está solito, con harta necesidad. Tuvo 11 hijos y ninguno lo acompaña. Se me parte el corazón”, afirma.

-¿No tienes miedo Pepita de contagiarte?

-Me asusté mucho de primera, pero a medida que pasaron los días se me fue pasando. Hay que seguir adelante nomás. Echo de menos el comedor solidario, siempre me quedaba muy llenito el corazón el poder ayudar. Ojalá podamos volver a cocinar pronto, pero esta vez tendremos que protegernos, usar elementos desechables para evitar contagiarnos o contagiarlos.

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