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Testimonio

Ago

2016

Claudio Osorio San Martin: Un modelo de superación y perseverancia

Tranquilo y amable son los conceptos que definen a este hombre de 43 años nacido en Santiago y diagnosticado desde pequeño con una Esquizofrenia Pasiva Leve, pero un quiebre personal desató esta enfermedad.

Por Daniel Osorio Díaz.

Su infancia fue crítica. Los recuerdos latentes de su madre buscando trabajo y puertas que se cerraban es algo que no se olvida. Al tiempo su vida mejoró con la llegada de más hermanos y un nuevo padre, pero los primeros años no fueron los mejores. Por miedo a la sociedad, se guardó para sí mismo las voces que se escondían en su cabeza. Temor al rechazo y que lo tildaran de loco le impidieron hablar.

Su época escolar fue muy gratificante hasta 8° Básico. Alumno ejemplar, líder nato entre sus compañeros, pero la poca atención recibida, combinado con malas compañías desviaron su camino. “En la enseñanza media llegué a un mundo que no conocía, las drogas, hacer la cimarra, tomar copete más los problemas económicos en la casa no pude terminar el colegio. Sólo llegué a segundo medio. Ahí mi opción fue trabajar y así poder ayudar a mi madre y mi familia”.

A los 17 años y fuera del colegio, conoció a Rosa en Puente Alto. Se enamoraron, se casaron y en ese proceso nació Claudia, su única hija, la que ha sido una de sus más grandes alegrías y máximo orgullo. Luego de un tiempo la relación con su esposa se quebró y con 23 años, de vuelta en su casa tuvo su primer brote de esquizofrenia. En hospital El Peral recibió tratamiento farmacológico, que en algo lo ayudó a sobrellevar la depresión que le causó la separación con su esposa.

Durante este proceso Claudio pasó por periodos de consumo de drogas, descompensación psiquiátrica y descuido personal. El vínculo con su familia se encontraba roto y existía mucho temor de su madre. En un episodio de descompensación, Claudio abandonó su casa y comenzó a deambular por las calles.

Consiente de su realidad

En junio de 2001 Claudio ingresó a la Hospedería Padre Lavín que el Hogar de Cristo tiene en Recoleta y en septiembre de ese año es postulado al Programa de Apoyo Comunitario San Pedro Claver de la Fundación Rostros Nuevos, donde permanece hasta hoy.

“Acá me dieron un espacio y respeto. Fui trabajando de a poco mis objetivos  terapéuticos como presentación personal, abstinencia en el consumo de drogas, valores, amor propio,  saber perdonar y querer que perdonen,  desarrollo de habilidades socio-laborales y entrenamiento para incorporarme a un hogar familiar”.

Dos años después, en febrero de 2003, ingresó a un Hogar Protegido, proceso largo y complejo para Claudio, que significó muchos esfuerzos, alta motivación y fuerza de voluntad. En este período de convivencia en el hogar familiar, se transforma en un pilar fundamental de liderazgo, acompañamiento, apoyo y entrenamiento para la adquisición de habilidades de sus compañeros, convirtiéndose en un líder positivo.

Después de un tiempo largo de intentar re vincularse con su familia, hoy mantiene contacto frecuente y permanente con ella, recuperando el lazo y la confianza de su madre y hermanos.

“Mi paso por el Hogar ha sido muy bonito. Yo sabía lo que era el respeto, pero en los lugares en que yo anduve no me lo demostraron. Aquí conocí el hablar con una persona, decir cosas, sentirme escuchado. Acá para mí todos son mis hermanos, todos me han ayudado y me nace ayudar a los demás. He aprendido que todos podemos ser iguales y no existe la discriminación”.

El 2012, Claudio accede a la modalidad de vida independiente, viviendo solo, lo que le ha servido para valerse por sí mismo y con su ejemplo apoyar a otros compañeros a seguir ese camino.

Hoy trabaja como maestro ceramista y se desempeña en proyectos para diversos programas de la Fundación Rostros Nuevos.