Dic
2015
“A mí me dicen el Farkas de los Pobres”
“Pero la gente de San Antonio me conoce como Juan Paloma. Este otro apodo llegó después de la apuesta de Leonardo Farkas y sus 40 mil banderas si Chile ganaba la Copa América. Yo dije que si eso pasaba, me ponía con 600 colaciones para el Hogar de Cristo. Pero no tenía ni uno, me tiré a la piscina solo y que no haya salido campeón Chile…”
Han sido tiempos movidos, pero me gusta lo que hago. Hace 11 años ayudo a mi gente de San Antonio. Al comedor de la Parroquia todos los días llegan 40 personas de la calle y ahí les tenemos su almuerzo. A veces hasta tengo que ir a buscarlos, los subo al Palomo 2.0, el autito que me regaló la automotora y me los llevo a almorzar. Me levanto todos los días a las cinco de la mañana y hasta las 10 hago empanadas. A las 11 llego al comedor para hacer el almuerzo a la gente de calle y comparto con ellos hasta las dos y recién a las cuatro estoy llegando a mi casa devuelta a almorzar.
Tú historia, mi historia
Mi tiempo lo divido entre mis hijos, mis nietos y mis viejitos, entre las empanadas y mi puesto en la feria, y aunque es cansador soy feliz haciendo lo que hago. Para mí la gente abandonada son como mi familia y debe ser porque sus historias son parecidas a la mía. Yo no supe lo que era ir al colegio, tener un juguete o una familia, porque crecí con una mamá adoptiva que a los ocho años también se fue y tuve que aprender a sobrevivir. Trabajé en las micros, cargué cajas de verduras, ayudé a llevar bolsas en la feria, corté leña y lustré zapatos por un plato de comida y a los 13 años tomé un bus para Santiago pensando encontrar a mi verdadera mamá. La ciudad era muy grande, me perdí y no la encontré.
Me escapé, me encontraron y al tiempo un conocido de Angol me vino a buscar y volví al Sur a trabajar vendiendo tomates en Cañete, pero el alcohol le jugaba malas pasadas a mi patrón y en cuanto pude hice el servicio militar. En el Casino de Oficiales de Chaitén inventé que había trabajado en un hotel y me dejaron a cargo de los garzones, siendo que yo no sabía tomar una cuchara! Pero mi norte era buscar a mi mamá y volví a Santiago. Ahora estaba más grande y tenía la dirección.
“Hola Mamá”
Toqué la puerta cargando una caja con mercadería y me encontré con tres guaguas y una chiquilla, que eran mis hermanos. Pero ese primer abrazo con mi mamá fue hermoso, lloramos los dos porque ahí había años de sufrimiento. Por fin había encontrado a mi familia, pero faltaban los otros, éramos 11 hermanos, así es que me empeñé en buscarlos. Con 22 años volví a Curacautín, donde puse un negocio de frutas y verduras, y me demoré un año en ubicarlos a todos, pero lo logré. Todos nos juntamos con mi mamá.
Cocimientos por todo Chile
Hoy soy feliz ayudando a los más pobres y gracias a Farkas y al Hogar de Cristo tengo la posibilidad de repetir, en las Hospederías de todo Chile, lo que hago en San Antonio. Ya hicimos cocimiento de mariscos en Santiago, Valparaíso y Rancagua, también una cazuela en Coquimbo y se vienen visitas a Angol, Concepción, Los Ángeles y Chillán.
Mis hijos me reclaman que trabajo mucho, pero yo amo lo que hago y cada visita al Hogar de Cristo la disfruto como si fuera mi familia. Me emocionan los adultos mayores puede que porque me faltó ese apoyo de cabro chico. Conversamos, nos abrazamos y hasta hemos llorado, y por eso estoy muy agradecido del Hogar de Cristo.