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para quienes trabajamos

Las últimas cifras de pobreza que nos entregó la Encuesta CASEN 2013 son preocupantes. Según esta medición, en Chile casi el 30% de la población (5 millones de personas) viven bajo diversas formas el flagelo de la pobreza; mientras que de ellas, casi un millón pertenecen a familias que sufren pobreza monetaria y multidimensional, es decir, no cuentan con los ingresos para salir de la línea de la pobreza y además no cuentan con salud, educación, vivienda, trabajo y seguridad laboral.

Ellos son los que quedan completamente fuera del sistema, los que nadie ve… son hoy en día “los más pobres entre los pobres”.

Es debido a esto y a los grandes desafíos que nuestro país tiene por delante que la obra del Padre Hurtado cobra cada vez mayor relevancia, y por lo que enfocaremos nuestro trabajo en aquellos que se encuentran con mayor daño y vulnerabilidad y a quienes las políticas sociales no logran alcanzar, lo cual implica una atención de mayor complejidad.


Estamos hablando de personas que, por ejemplo, perteneciendo a una familia en situación de pobreza por ingreso, además tienen algún grado de discapacidad mental, o que presentan consumo problemático de drogas y/o alcohol, que viven una vejez con abandono y deterioro en su nivel de autonomía, sin su educación obligatoria terminada, sin trabajo, etc., contexto que se agrava dado a que hoy la oferta de atención es escasa y no visualizamos que en el futuro esta situación cambie.

Pero este nuevo desafío no lo podremos realizar sin el apoyo incondicional del “conjunto anónimo de chilenos de corazón generoso”, como decía el Padre Hurtado. Así, queremos que esta gran obra trascienda las paredes del Hogar y, con nuestro apoyo, pueda ser replicada por otras organizaciones de la sociedad civil. Asimismo, planteamos tener incidencia en las políticas públicas y colaborar en la ejecución de programas del Estado.

Esta es una realidad preocupante que moviliza profundamente a Fundaciones Hogar de Cristo y que nos lleva a actuar, decidida y motivadamente. Es por esto que, a fin de seguir el legado del Padre es imprescindible ser lo más eficientes y eficaces en nuestros programas sociales, sin perder lo esencial de nuestra organización: el sentido de justicia social y la espiritualidad de nuestro fundador.