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Reportaje

Abr

2018

Situación de calle: ¿Qué sucede con aquellos que, además de no tener hogar no se tienen a sí mismos?

Son los más desprotegidos. Viven en la extrema pobreza y tienen alguna discapacidad mental o una enfermedad mental. No tienen un hogar que los reciba y las instancias para acogerlos a nivel ciudadano son pocas e insuficientes. Vagan por las calles y duermen en ellas. No cuentan con apoyo regular para sobrevivir, y mucho menos para tratarse médicamente.

Es desde 2012 que Paula Hidalgo, fundadora de la Fundación Nuestra Calle, ha estado sirviendo desayunos, lunes y viernes, a personas en situación de calle alrededor de la Posta Central, donde conoció al Ché. Sin ningún dato más que su seudónimo y que padece esquizofrenia, Hidalgo siempre se preocupa porque, en los días de lluvia, el Ché aparece todo empapado. “Yo le busco ropa si lo veo así, le digo que se cambie, y me hace caso porque llevo años yendo al lugar, pero los días que no voy y llueve, él se queda tal cual”, dice.

Si bien la última cifra sobre individuos en situación de calle en Chile se debe al Registro Social Calle de 2017, ahí no se menciona la cantidad de personas que padecen de alguna enfermedad mental. La última cifra oficial sobre ello es la del Segundo Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle en 2011, donde de un total de 12.255 personas en situación de calle en Chile, un 16,6% (1.886 personas) reportó alguna dificultad psiquiátrica.

El director social de las Fundaciones Hogar de Cristo, Paulo Egenau, explica que hay dos miradas sobre la discapacidad mental. “Existen los trastornos asociados a causas psíquicas que corresponden a la salud mental y aquellos vinculados a causas intelectuales, que tienen que ver con algún tipo de retraso”. Además, otro grupo en aumento es el de aquellos que padecen de una patología dual, donde también tienen algún tipo de adicción.

Generalmente, nadie se encuentra en la calle desde que nace, y de acuerdo con el director ejecutivo de la Fundación Gente de la Calle, Francisco Román, las personas con discapacidad mental “son expulsadas de sus hogares porque les tienen poca empatía o tolerancia, en especial cuando el ambiente es tensionado por temas económicos o conductuales”. Siendo los más vulnerables entre aquellos que viven en situación de calle, muchas veces son maltratados física y psicológicamente.

Aislamiento y urgencia

Las mismas fundaciones admiten que es un desafío trabajar con ellos, sobre todo por el aislamiento en que viven. “Eso es parte de la patología psiquiátrica más dura, esa desconexión desde el autismo como síntoma, esa desconexión de la realidad”, explica la subdirectora del Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak, Lilian San Román.

Ese aislamiento conlleva que vivan en soledad. De acuerdo con María Isabel Robles, directora de la Fundación Rostros Nuevos, filial del Hogar de Cristo que se dedica a la salud mental en esta población, “no son personas que se mueven en grupos o que vivan con otros, sino que vagan solitarios, siendo muy territoriales. Suelen quedarse en un mismo barrio o sector”.

La urgencia respecto de estas personas se debe fundamentalmente a que la enfermedad mental se vuelve crónica rápidamente por las circunstancias en que vive la persona.

Ahí está el caso del fallecido “Divino Anticristo”, cuya esquizofrenia lo convirtió en un personaje ícono del barrio Lastarria, con su venta de escritos y su particular vestimenta. Él terminó sus días totalmente desconectado de la realidad, pero no todas las personas en situación de calle con discapacidad mental parten en ese estado. En la mayor parte de los casos, hay una evolución hacia una enfermedad crónica. Como establece Robles, “la complejidad de la enfermedad no está dada solo por el tipo de patología, sino también por el tiempo que las personas pasan sin medicamentos, sin atención o sin diagnóstico. Mientras más tiempo transcurra, menos posibilidades existen de generar estabilización, y las enfermedades suelen cronificarse”.

Los vestigios del antiguo sistema

La salud mental en Chile surgió en la década de los cincuenta, relacionada con manicomios y hospitales psiquiátricos públicos, lugares donde ingresaban a personas con discapacidad mental que se encontraban en completo abandono. Estos establecimientos han ido desapareciendo, pero no del todo, debido a la falta de otros servicios de salud mental. Para Román, el avance fue positivo, pero el problema fue que “había que levantar una alternativa para esos pacientes, como la psiquiatría comunitaria por ejemplo, pero en Chile nunca cuajó, porque no se generó una responsabilidad a nivel de comunidad, de barrios o comunas”.

La concepción de que los psiquiátricos son lugares con estadía indefinida sigue arraigada. “Ni siquiera nuestros colegas de otros hospitales entienden que somos un centro de corta estadía para tratar patologías agudas, tienden a pedirnos cupos para personas en situación de calle ya estabilizadas”, dice San Román.

El Instituto Psiquiátrico Dr. Horwitz a veces experimenta un colapso con su capacidad de 450 camas, debido a que a muchos pacientes en situación de calle nadie los va a buscar. De acuerdo con la subdirectora San Román, actualmente hay 30 pacientes dados de alta que siguen ahí, lo que provoca que de los 100 pacientes que atienden al día, en promedio, en urgencias, solo puedan hospitalizar a siete u ocho de los diez que lo necesitan.

En este psiquiátrico se han visto obligados a abordar esta realidad, ya que alrededor del mismo establecimiento en avenida La Paz existen “rucos” o refugios hechos de frazadas o cartones donde duermen personas en situación de calle, que normalmente son parte de la panorámica de los servicios de salud en la Región Metropolitana. De hecho, muchos de los que viven alrededor del Horwitz han sido pacientes en él.

Una de las formas de tratar a estos pacientes ha sido ingresar a aquellos en situación de calle a uno de los 30 hogares protegidos que tienen en la Región Metropolitana. “Son lugares para pacientes ya estabilizados, que necesitan un lugar de transición, pero tenemos cupo para 250 personas. Es una pequeña fracción de la cantidad que se necesita”, dice San Román. El resultado no siempre es positivo, puesto que la falta de redes de apoyo y la costumbre de vivir en la calle hacen que algunos abandonen las residencias.

La clave: el trabajo integral, personalizado y a largo plazo

A nivel de Gobierno, desde la Subsecretaría de Servicios Sociales del Ministerio del Desarrollo Social afirman que se pondrá especial énfasis en la población en situación de calle con la Política Nacional de Calle 2018-2025. Respecto de la salud mental, admiten que hay brechas, debido a que actualmente, “el acceso a las prestaciones de salud no considera aspectos específicos de las personas en situación de calle, como el deterioro psicosocial que sufren”.

Frente a los resultados del catastro de 2011, hubo un fortalecimiento de las políticas públicas con iniciativas como el Programa Calle; el Programa Noche Digna, que se compone del Plan de Invierno, y el de Centros Temporales para la Superación, que mejora el acceso a servicios básicos en conexión con la red de protección social. Asimismo, la alta prevalencia que se evidenció en patologías de salud mental generó la creación del “Piloto Salud Mental”, para mejorar y facilitar el acceso a atención de salud mental de personas en situación de calle como parte del Programa Apoyo a la Atención de Salud Mental, que se aplica en algunos centros de salud.

Paralelamente, existen fundaciones que trabajan específicamente con esta población, a través de programas como los que ofrece Rostros Nuevos, filial del Hogar de Cristo. Según su directora, María Isabel Robles, en 2017 atendieron a 213 personas a nivel nacional, y este 2018 cuentan con una capacidad de atención de 110 personas en programas de Salud Mental en la Región Metropolitana y en Concepción.

En ellos se trabaja de manera ambulatoria e individualizada, siempre teniendo a la persona en el centro, primero estabilizando su salud mental y física, realizando el trabajo en calle o en hospederías del Hogar de Cristo, con un equipo profesional que incluye atención psiquiátrica. “El psiquiatra a veces nos aconseja cómo vincularnos con ellos, da indicios de diagnósticos o receta algún medicamento para comenzar una estabilización”, dice Robles. Luego se trabaja con las personas y su propio plan de vida, con programas y talleres de habilidades interpersonales, habilidades prelaborales sobre competencias blandas o de psicoeducación sobre cuidado y autocuidado.

Fundaciones como Nuestra Calle y Gente de la Calle realizan un trabajo más asistencial. Nuestra Calle busca establecer el contacto entre las personas y los programas a los que pueden acceder, además de seguir con sus desayunos en la Posta Central. Por su parte, Gente de la Calle ayuda en la contención o derivación a organismos especializados. “Evitamos tener este enfoque, pero es lo que nos queda. La opción sería tener dispositivos especializados, pero no tenemos los fondos y mezclarlos con otros en hospederías sería un desastre”, explica Román.

Las fundaciones también coinciden en que se necesita de un trabajo integral, pero respaldado por una política de Estado. “Se debe crear una estructura legal para garantizar el abordaje de la situación de calle como política de Estado, que contemple presupuesto y planes de acción, pero a largo plazo”, dice Egenau.

Esto no es un proceso necesariamente lineal, ya que, como explica el director del Instituto Psiquiátrico Dr. Horwitz, Juan Maass, no es solo combatir la discapacidad mental, sino que también se debe trabajar en los factores sociales. “Es un fenómeno internacional, multifactorial, que tiene que ver con marginalidad, consumo de drogas, cesantía, condiciones de desigualdad. Puede ser un conjunto de estas cosas”.

 

Fuente: El MERCURIO.