Abr
2016
Reinserción escolar: Hacia la integración de niños y adolescentes
La exclusión del sistema educativo se transforma en uno de los factores que más gravemente puede afectar el proceso de desarrollo de los niños y adolescentes en situación de pobreza y/o exclusión social. En la actualidad, hay escuelas de Segunda Oportunidad que los reinsertan social y educacionalmente.
La educación tiene un rol fundamental en el desarrollo de las personas que no sólo radica en el ámbito de lo intelectual, sino que también reside en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, por cuanto entrega instrumentos de inserción social, facilita el acceso a mejores oportunidades y posibilita el desarrollo integral de las mismas.
En este sentido, la interacción de todos estos factores hace de la educación un medio esencial para quienes viven en situación de pobreza y exclusión, puesto que permite su acceso en igualdad de condiciones a los beneficios del desarrollo económico, social y cultural de un país.
No obstante los beneficios, “cuando se analiza el funcionamiento del sistema educacional chileno, podemos dar cuenta de cómo éste está lejos de favorecer los diversos procesos de inclusión social dado el predominio de establecimientos que cuentan con ambientes poco favorables para el aprendizaje, que segregan socioeconómicamente a los estudiantes, y que además expulsan a aquellos alumnos que no se perfilan dentro de los modos adecuados de comportamiento”, detalla Juan Cristóbal Romero, director ejecutivo del Hogar de Cristo.
Y es que “no basta con dar oportunidades en educación, éstas tienen que ir acompañadas con un apoyo especializado que compense estas li-mitaciones producto del riesgo inherente a las condiciones de pobreza y eso es lo que al parecer no está tomado en cuenta a la hora de elaborar políticas públicas para sectores de pobreza en lo referido a la educación”, señala Juan Cristóbal Romero.
EXCLUSIÓN
Para Estela Ortiz, secretaria ejecutiva del Consejo de la Infancia, el actual sistema educacional chileno “es un sistema que se ha centrado en metas y resultados medidos cuantitativamente en pruebas estandarizadas, limitando así la incorporación de la diversidad, de otras expresiones del conocimiento. Es un sistema muy rígido que tiende a marginar ‘al diferente’, y en donde la innovación no encuentra espacio”.
En general el modelo educacional chileno, especialmente en sectores de pobreza, “es un sistema expulsor, que hace muy pocos esfuerzos para retener y compensar estas limitaciones o dificultades que tiene un niño o joven, producto de su situación del contexto donde vive”, detalla Juan Cristóbal Romero.
La exclusión en Chile es una realidad. Entre los 6 y los 18 años hay hoy cien mil niños y adolescentes fuera del sistema educacional (por más de tres años), de ellos 67 mil se encuentran en pobreza y 21 mil jóvenes en pobreza por ingresos y multidimensional. Hoy la alternativa son los exámenes libres, pero sin apoyo especializado.
Según un estudio de Paz Ciudadana, “los establecimientos educacionales municipales tienen una tasa del 2,4% de deserción global (escolar más adulta) y 3,8% de deserción del sistema regular (escolar normal). Los particulares pagados en cambio presentan las menores tasas; 0,2% y 0,3% respectivamente. Otros datos que complementan esta tesis es que hay una mayor concentración de jóvenes desertores en los primeros quintiles, donde el primer y segundo quintil tienen tasas de deserción del 15% y 12%, respectivamente”, comenta Rafael Rodríguez, sicólogo y jefe de Programas Sociales de Fundación San Carlos de Maipo.
Escuelas de segunda oportunidad Desde hace 22 años que el Hogar de Cristo promueve Escuelas de Segunda Oportunidad, que son básicamente establecimientos de reinserción escolar. De las seis que hay en Chile, cinco de ellas pertenecen al Hogar de Cristo, “cuya labor es la de reincorporar a los muchachos, se les brinda un currículum, educación personalizada, nivelan sus estudios y se les reinserta al sistema formal después de un tiempo de estar dentro de estas escuelas, egresando de octavo básico”, señala Juan Cristóbal Romero.
Las escuelas son operadas por la Fundación Súmate, del Hogar de Cristo y reciben un subsidio del Estado pero que no cubre todos los costos que se requieren. “Cada escuela está compuesta por alrededor de 200 alumnos, son entre 12 a 20 niños por curso, en ellas se realizan talleres prácticos, se enseñan habilidades para la vida junto con las destrezas educacionales”, indica el director ejecutivo del Hogar de Cristo.
El 70% de los jóvenes que están egresando de octavo básico (en cuatro de las escuelas hay hasta octavo básico y en una hasta cuarto medio), al cabo de un año, siguen asistiendo a clases. “Es un logro enorme. Este es un modelo que está en revisión por el Ministerio. Si queremos multiplicar estas escuelas, el Ministerio tiene que validar este modelo y reconocer los costos implícitos”, señala Romero.
Proyecciones
El sistema educacional antes de la ley de inclusión recientemente aprobada, utilizaba diferentes mecanismos de discriminación arbitraria, que limitaba el aprendizaje a los estudiantes y muchas veces terminaba con la deserción de estos de la escuela.
La discriminación se daba “desde el momento que existía un sistema de selección que discriminaba por diversos factores, entre ellos, nivel socioeconómico, religión, condición legal de los padres, nivel de notas, actitud de los alumnos, etc”, detalla Estela Ortiz. Esta situación se debiera superar con la nueva ley de inclusión que entró a regir en marzo del 2016.
Para esto resulta fundamental que los equipos de las escuelas “estén compuestos no sólo por profesores, sino también por sicólogos y asistentes sociales que sean capaces de velar por la estabilidad emocional de los adolescentes y sus familias, a modo de fortalecer los nexos entre esta triada y así lograr una reinserción al sistema educativo formal de manera exitosa”, complementa Juan Cristóbal Romero. Con todo, resulta clara la necesidad de reformular el sistema educacional chileno de modo tal de poner especial atención en el fortalecimiento del desarrollo adolescente y la promoción del bienestar, enfatizando los aprendizajes necesarios (conocimientos como habilidades) para su inserción social.