Ago
2018
Región de Magallanes: Los relatos de quienes dan vida a la Hospedería del Hogar de Cristo
Jaime Varas, de 55 años y Carlos Garrido, de 29, cuentan sus historias que los llevó a dormir en la calle.
Por La Prensa Austral.
Una experiencia en prisión, el abandono de la familia y de los amigos, la dependencia del alcohol y las enfermedades, son algunas de las condiciones que empujan a una persona a vivir en la calle. Se trata de una realidad dolorosa, que en época invernal agudiza el drama de quienes pasan la noche sin ningún resguardo. Frente a este escenario, la Hospedería del Hogar de Cristo, de Avenida España, representa una posibilidad de una cama y comida.
El jefe de la Zona Sur Austral del Hogar de Cristo, Rodrigo Vivar, sostiene que estar en la calle en Magallanes puede ser una situación de riesgo vital, por eso la hospedería busca ser una ayuda, pero a partir de ahí también se trabaja en un proceso de intervención para que las personas puedan salir de esa situación.
Juan Carrasco, jefe de Hospedería, subrayó que a propósito de la Ruta Médica, que forma parte del Plan de Invierno financiado por el Ministerio de Desarrollo Social, entregan atención médica. Además en la Hospedería, que en la actualidad cuenta con 83 camas, hay podología a cargo del Instituto Santo Tomás.
Jaime Varas: “Este es mi hogar”
Uno de los usuarios que da vida a la Hospedería, es Jaime Mauricio Varas Chamorro, de 55 años. “Esto es un hogar, es mi hogar, acá tengo a mi familia”, relata Jaime, mientras está sentado en el comedor. Ya terminó la hora de almuerzo y sólo hay un par de personas que miran televisión.
Su voz es muy baja y aun así nos cuenta su historia de vida y de calle. Desde niño se involucró en problemas y cayó a prisión por robo. Lo condenaron a 32 años, pero sólo cumplió 18 años. Fue liberado por tener problemas psiquiátricos, así que pasó por casas de acogida, hasta que llegó a la Hospedería y desde entonces no sale de noche. Tiene algunos problemas de salud, tuvo varios paros cardiorrespiratorios y le operaron las cuerdas vocales, además está en tratamiento por artritis y esquizofrenia. “Estuve todo quebrado, pero con la gracia de Dios salí adelante. Yo acá estoy bien y me tratan de buena manera”, asegura y explica que está en tratamiento en el Hospital Clínico y en el Centro Miraflores.
Durante el día sale con su silla de ruedas, deja la Hospedería alrededor de las 8 de la mañana y se dirige hacia el Kiosco Roca, donde se toma un café y de ahí se traslada al Banco Estado. “Ahí también me tratan bien y los días nevados me han dejado adentro del banco, aunque ya pasó el tiempo malo. Yo no pido plata, pero tengo un tarro y si me dan, bien, pero no pido. Después vuelvo a cenar acá (hospedería) y me acuesto”, señala, mientras muestra su pieza en el segundo piso.
Sobre su familia, agrega: “Yo soy hijo único y por mi enfermedad nunca quise casarme. La esquizofrenia me la detectaron a los 11 años”, complementó.
Finalmente, agradeció a los operadores del servicio de estacionamiento controlado y a quienes limpian las veredas, quienes lo ayudan cuando lo ven.
Carlos Garrido: “Dormí en los paraderos”
Otro de los usuarios, Carlos Gabriel Garrido Garrido, de 29 años, llegó a Magallanes desde Concepción con la misión de buscar a su papá, que lo dejó cuando tenía un año y ocho meses. Su progenitor le compró el pasaje, en medio de promesas y medias verdades. Al llegar supo que su padre trabajaba en un rol de 11 por 3, entonces sólo estaba seis días en el mes en Punta Arenas y que arrendaba una pieza, pero no se lo dijo hasta que llegó a Magallanes.
En la pieza de su padre estuvo dos semanas, hasta que lo detectó el arrendador, quien cambió el candado sin devolverle sus cosas. “Le pedí que me dejara sacar mis cosas y no quiso abrir. Ahí estuve tres días en la calle. Entonces conocí a los que están en Errázuriz y ellos me hablaron de la Hospedería”, narró Carlos.
Vivió en la Hospedería hasta que consiguió un trabajo como guardia de seguridad de un club nocturno. Empero, el hecho que lo venciera el sueño durante el día, finalmente provocó que lo expulsaran del Centro de Día, razón por la que volvió al paradero de locomoción donde pernoctaba, mientras sus cosas seguían en la pieza de su papá. “Parecía foto, y es que todos los días vestía la misma ropa”, manifiesta mientras se ríe.
En octubre pasado, y luego de que cobrara un trabajo, comenzó a beber con una persona. Compartieron varias horas y cuando se acabó el alcohol. Carlos le pasó 10 mil pesos a su compañero para que fuera a comprar y la otra persona para asegurarle que iba a volver le dejó el teléfono celular. “De repente, llegó Carabineros y yo pensé que me llevarían por beber en la vía pública. No, la persona con la que estaba bebiendo me acusó de robo con violencia. Estuve seis meses preso. En la audiencia, acepté los cargos y me liberaron. Cuando salí todos sabían que era inocente, así que me invitaban copete”, señaló, recordando que su papá sólo lo visitó tres veces en la cárcel.
Cuando Carlos volvió a la Hospedería no era invierno, pero había 50 cupos y 55 usuarios. “Yo le dije que me dieran una oportunidad que con cualquier rincón me conformaba y así volvió”, sostiene y agrega que quiere volver a su casa.
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