Raúl no controla esfínteres y necesita pañales. Es un adulto mayor abandonado, en extremo vulnerable, con largos años en calle, enfermedades crónicas y necesidad de asistencia permanente. Todo eso lo convierte en parte del grupo de mayor riesgo frente al coronavirus. Pero no calificó para ser recibido en una residencia de aislamiento al dar positivo al Covid-19.

Acogido desde hace años en una de nuestras residencias para adultos mayores -que son dispositivos sociales, no sanitarios-, debimos hacer todos los esfuerzos para generar en ella un espacio de aislamiento para proteger al resto de sus compañeros del contagio, con todos los riesgos y costos asociados.

José Yuraszeck, capellán del Hogar de Cristo, que vive en la población Los Nogales, hizo muchas llamadas para que un hombre de calle y contagiado que merodea por Estación Central, fuera recibido en algún albergue dispuesto por la autoridad. Después de algunas horas en la urgencia de un hospital, se fue y se le perdió el rastro.

En una de nuestras hospederías de Santiago, un acogido, que trabaja en una construcción y salía a diario, fue testeado por la empresa y dio positivo. Nos informó de inmediato, y pese a que él calificó para guardar cuarentena sanitaria en un albergue estatal, los otros 18 usuarios que dieron positivo no, aunque están todos asintomáticos. Con todo el personal de planta en cuarentena, hoy esos hombres vulnerables están auto gestionando su cuarentena en la Hospedería, con apoyo remoto de nuestros equipos.

Frente a esta realidad, la pregunta es: ¿Están respondiendo las alternativas de aislamiento definidas por la autoridad sanitaria a las necesidades de las personas vulnerables con Covid-19 positivo? Hablamos de personas en situación de calle, adultos mayores, y hombres y mujeres con discapacidad mental, en pobreza y exclusión. A la vista de lo descrito, ciertamente no.

Hoy existen Residencias Sanitarias, destinadas “a pacientes confirmados con Covid positivo que no cumplan con las condiciones de habitabilidad en sus domicilios o no efectúan aislamiento domiciliario, debiendo ingresar por mandato sanitario”, Residencias de Aislamiento Transitorias, para personas mayores con dependencia que se encuentran institucionalizadas y que están siendo utilizados también para personas con discapacidad mental, y Albergues para Personas en Situación de Calle.

Todos esos espacios dispuestos por el sistema público son por cierto necesarios para el control de la curva de contagio. Pero el sistema no sólo debe responder a componentes sanitarios, debiera hacerse cargo en particular de las situaciones sociales más duras que impiden que estas personas cumplan adecuadamente con sus cuarentenas, que es el objetivo definido para las residencias sanitarias.  Se requieren ajustes a la estrategia para no discriminar a las poblaciones de mayor vulnerabilidad para que –una vez más– no sean excluidos por pobres, vulnerables y complejos de tratar por sus problemas de consumo problemático de drogas, salud mental, dependencia severa, como vemos está pasando ahora mismo, en medio de la pandemia.

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