Nov
2021
Padre Hurtado, urbanista y arquitecto: Hace 70 años creó una villa para obreros
Ante la grave escasez de viviendas del Chile de los años 40 y bajo su impulso, en 1949, se creó la Cooperativa Hogar Obrero, que daría origen a la política del subsidio habitacional. Junto a grandes arquitectos de la época, se diseña una casa sólida, de dos dormitorios, living, cocina y servicios, en un terreno de 100 metros cuadrados. Así, se inauguró, en 1952, la población Santa María Magdalena, ubicada en 5 de Abril con Amengual, que luego cambió de nombre a Población Alessandri. Hoy es un ejemplo de cohesión social y buena vecindad en medio de Estación Central.
Por María Teresa Villafrade
“Hacinamiento de ranchos improvisados con piso de tierra, techo formado por desechos de latas o fanolitas, y paredes de madera, de caña y hasta de papel: eso no puede llamarse habitación. Cada uno de esos tugurios es un tremendo «Yo acuso» lanzado a la sociedad. La mayor parte de nuestro pueblo vive en este tipo de casas o en conventillos o en un cuarto subarrendado: allí se hacina toda la familia. En la mayor parte de estas poblaciones callampas el piso es de tierra; no tienen luz eléctrica, debiendo alumbrarse con velas, pero más grave aún que el problema de los que tienen mala vivienda es el de los que no tienen ninguna vivienda”.
Esta reflexión da clara cuenta de cuánto le preocupaba al activista social Alberto Hurtado la escasez de viviendas en el Chile de la década del 40 del siglo pasado. Para él, tener casa era incluso “una necesidad más imperiosa que tener vestido”. Por eso, trabajó activamente en crear una población modelo para obreros. Y lo logró.
Ubicada muy cerca de la Villa Francia, de la población Los Nogales y de la casa matriz del Hogar de Cristo, en la comuna de Estación Central, se ubica la Villa Alessandri que este 22 de diciembre cumplirá siete décadas desde la inauguración de las primeras 50 casas para obreros construidas por iniciativa de Alberto Hurtado.
“Yo era una niña de siete años y recuerdo que dijeron que se iban a entregar las casas. Nosotras éramos cuatro hermanas y me eligieron a mí para que le entregara ese día unas flores a la Primera Dama”, relata Regina Hevia Otárola (75), quien aparece en el único video que registró el momento, dándole el ramo a Rosa “Miti” Markmann, la esposa del presidente Gabriel González Videla. Ataviada con un elegante sombrero y guantes, la rubia Miti se agachó a darle un beso en la mejilla a la pequeña Regina. Era el 22 de diciembre de 1951.
Ese histórico día se entregaron las primeras 50 casas de un proyecto que superaba las mil viviendas construidas especialmente para obreros. El Diario Ilustrado lo consignó en el titular: “Estamos dando un ejemplo de solidaridad humana”, que recogía el discurso del presidente del Senado, Fernando Alessandri Rodríguez, quien reconoció que la idea la concibió el “reverendo padre Alberto Hurtado”: “Con profunda emoción y regocijo, hoy vemos convertido en realidad el ideal hondamente sentido y al cual se dedicaron tenaces y constantes esfuerzos. No fueron muchos los que creyeron en el éxito de la empresa cuando se organizó la Sociedad Hogar Obrero, destinada a dar habitación a personas de escasos recursos. Se dudaba de que la iniciativa particular pudiera dar buenos frutos en esas materias y se pensaba que ellas debían reservarse al Estado o a los organismos que de él dependen. Los hechos han demostrado lo contrario. Todas las dificultades, que no han sido pocas, fueron superadas y hoy con íntima satisfacción entregamos a la Ilustre Municipalidad de Maipú la población Presidente Alessandri, y a sus dueños, las primeras 50 casas… Estamos dando un ejemplo de solidaridad y de alta comprensión humana. Llevaremos un poco de bienestar a un grupo de nuestros conciudadanos; y la labor realizada será una invitación a todos aquellos que tengan espíritu cristiano para que contribuyan, dentro de sus posibilidades, a una obra de verdadera pacificación social”.
El diputado por San Fernando y Santa Cruz en dos períodos, entre 1945 y 1953, Ismael Pereira Lyon pasó a la historia como el autor” de la archiconocida Ley Pereira (Nº 9.135). Esta norma legal, vigente a partir de octubre de 1948, impulsó la construcción de “habitaciones económicas”, que permitieron acceder a la casa propia a sectores de ingresos medios. Las casas Ley Pereira, identificables y cotizadas hasta hoy se encuentran en barrios de Las Condes, Providencia, Ñuñoa y Vitacura, pero se construyeron a lo largo de todo Chile en los años 50 y 60.
La población “Presidente Alessandri”, que se entregó oficialmente hace 70 años a la Municipalidad de Maipú, se la conoce hoy como “Villa Alessandri” y pertenece a la comuna de Estación Central. El economista y académico, José Pablo Arellano, hijo de José Arellano, quien fuera el gerente de la Sociedad Hogar Obrero, recuerda: “Mi padre era muy cercano al padre Alberto Hurtado, desde su época del liceo y después en la Acción Católica. Incluso casó a mis padres. Por eso, mi papá aceptó este desafío de construir en una primera etapa cerca de 300 casas para obreros, a petición del padre Hurtado, en terrenos que en ese entonces se encontraban en la Municipalidad de Maipú. Eran casas de dos y tres dormitorios, que costaron 160 mil pesos de la época, pagaderos en cuotas de mil quinientos pesos mensuales por diez años y un pequeño pie. El día de la inauguración, mi papá tenía sólo 26 años”.
José Arellano padre pidió que se grabara en su cámara personal este acontecimiento y es el único registro audiovisual que existe. Allí se ven las 50 casas todas con banderas chilenas flameando al viento, a los carabineros de blanco en su uniforme antiguo y a las autoridades de la época.
“El Santiago de aquella época tenía solamente un millón 400 mil habitantes, menos de la cuarta parte de hoy, y en todo Chile había poco más un millón de viviendas para un total de seis millones de personas. Más de 440 mil de esas viviendas no tenían agua potable. El 70 por ciento no tenía servicio higiénico y el 50 por ciento no contaba con energía eléctrica. La población que hoy se conoce como Villa Alessandri y que mi padre construyó, debe haber sido una de las primeras iniciativas en el país de construcción de viviendas para obreros por parte de una oenegé como el Hogar de Cristo, con aportes de particulares y del Estado. Cómo sería de importante esta obra que a su inauguración asistió la esposa del presidente González Videla, que –aseguran– era más famosa que él”.
ENSALADA CON HOJAS DE YUYO
María Vásquez Lagos (94) estaba recién casada con Celso Cid Gangas, oriundo de Los Ángeles y obrero en una empresa de transportes del Estado, cuando llegaron a vivir a la nueva población. Ella trabajaba en una pastelería en Recoleta.
“Nuestra casa era bien rústica y uno empezaba con poquitas cosas: una cama, un velador, un comedor y cuatro sillas. Nos costó mucho ir comprando todo, porque en esos años todo era muy difícil. Hasta para comprar pan, té, porque había que tener plata y nosotros no teníamos. Los dos salíamos a trabajar temprano y llegábamos en la noche. De aquí teníamos que salir a la esquina de calle Amengual con 5 de Abril donde paraba la micro Pila Recoleta. Mi marido se bajaba en la Alameda para tomar el tranvía que pasaba por allí; él era inspector de tranvías”.
Cuenta que el dato de la venta de estas casas se lo dio a Celso Cid Gangas un amigo que trabajaba en el Hogar de Cristo. ”Fuimos juntos a la oficina de Hogar Obrero que quedaba en Alonso Ovalle 1478”, dice con sorprendente buena memoria. En esa casa en la que aún vive, nacieron sus cinco hijos. “Éramos pobres, pobres. Y esto costó mucho; el precio de esta casa a nosotros nos salió 84 mil pesos, debemos haber estado dos años pagando. Primero había que hacer un depósito de 10 mil pesos y después las cuotas”.
Dice que detrás de la población, estaba el Canal de la Aguada. “Teníamos que estar resguardados porque allá había un campamento, de donde venían a pedir de comer. Recuerdo que en un bosque cercano habían muchos yuyos, los íbamos a recoger y de sus hojitas hacíamos ensaladas”.
María señala que nunca conoció al padre Hurtado “porque él estaba enfermito y no apareció por acá”.
-¿Y cómo era la vida en el barrio?
-Todos los vecinos nos aveníamos unos con otros, éramos muy buenos vecinos y después empezaron a construir más casas y a llegar más gente. El que estaba de administrador de esto era un señor Sepúlveda que tenía la casa 50, aquí mismo, en María Magdalena. La copa de agua y hasta la iglesia, todo lo ayudamos nosotros a construir, todos donaban, siempre fuimos muy unidos”, responde.
Ese espíritu de buena vecindad es el que ha impulsado a los hijos de esa primera generación de propietarios obreros a permanecer en la villa. Así lo admite Norma Quezada, hija de Raúl Quezada, el obrero gráfico que tuvo la misión de dar el discurso a nombre de los obreros y flamantes propietarios el día de la inauguración.
“Mi papá fue muy amigo del padre Hurtado, él era un joven dirigente que regularmente asistía las reuniones para obreros que el sacerdote hacía en Alonso Ovalle. El padre Hurtado le contó de las casas que se estaban construyendo y lo invitó a inscribirse. Nosotros llegamos a vivir aquí en la víspera de la Navidad de 1951. Todo era de tierra, las casitas tenían una entrada y mi papá fue el primero que puso baldosas y parrón. El padre Hurtado murió un poquito después que nosotros llegamos aquí, el 18 de agosto de 1952, fue un golpe fuerte para esta población, porque él nos traía unos tremendos escenarios donde pasaban películas para nosotros que éramos niños hijos de obreros”, recuerda Norma Quezada.
Ella se casó con un joven del mismo barrio y se compraron casa en el paradero 15 de Maipú, pero no se acostumbraron y volvieron a vivir a la Villa Alessandri. “Aquí se criaron mis niñitas y ellas encontraron que era la maravilla esta cuadra porque somos unidos, todos cuidamos a los niños. Yo creo que aquí, al menos, es un oasis, porque tenemos una vida tranquila. Parece que el padre Hurtado nos tiene la mano encima, nos protege. Somos buenos vecinos y contamos unos con otros para cualquier cosa. Salvo la señora María, ya murió toda la primera generación”.
Cuenta que recién en 1976 se pavimentaron las calles del barrio. “Todos fuimos saliendo adelante, yo fui de las primeras en ir a la universidad y después siguieron mis hijas. Yo diría que pasamos una infancia pobre, pero preciosa, mi papá se esforzó, a sus tres hijos les compró bicicletas, él fue subiendo mucho, porque fue obrero, huérfano, más encima, de chiquitito”.
SEMILLERO DE PROFESIONALES
Erika Rubio, presidenta de la junta de vecinos de la Villa Alessandri, cuenta: “Mis padres llegaron en 1951 cuando se entregaron estas casas. Mi casa era la penúltima y de aquí para allá era pura chacra. Nosotros somos ocho hermanos, todos nacidos acá. Éramos 10 personas en una casa de dos dormitorios, dormíamos en literas de a dos en una cama. Los más bebés dormían con mis papás en su pieza. Fue difícil, pero a la vez también era bonito, porque uno aprendía a convivir, a compartir con los hermanos, a sociabilizar”.
Su padre era carabinero, oriundo de Los Ángeles, y su mamá llegó de Barrancas –de Lagunillas hacia la costa– a trabajar como empleada doméstica puertas adentro. Ambos se conocieron en la plaza Pedro de Valdivia, se enamoraron y se casaron.
“Mi mamá siempre trabajó mucho, muy duro, mi papá también. Era para la época un hombre fuera de serie, todos eran machistas, pero mi papá nos bañaba, hacia aseo, iba a la feria, ayudaba a mi mamá en todo lo que podía. La Villa Alessandri siempre dijeron que era una parte high del sector, porque de aquí salieron muchos profesionales. Italo Passalacqua vivía en Ramón Rivas, también salieron artistas como el cantante Andrés De León, sus abuelitos vivían acá en la cuadra, aquí hay valores que tú no los vas a encontrar en otro lado”, afirma.
Entre los múltiples oficios y negocios que ha emprendido Erika, lo último que hizo fue el corretaje de propiedades: “Para poder conservar este entorno, porque han ido falleciendo mis vecinos y les pedí que dejaran a mi cargo sus propiedades, cosa de no perder la vida de barrio. La gente es muy buena aquí, por eso no me he querido ir”.
Tampoco se ha querido ir Regina Hevia, la niña de las flores el día de la inauguración. “Mi mamá me puso un lindo vestido, recuerdo”, dice. Y hace notar la solidez de las paredes. “¡No se puede clavar nada aquí!”, declara, sonriendo. Su papá era joyero, por lo que pagó al contado la casa. “Nosotros nos creíamos los cuicos del barrio, porque fuimos los primeros en tener teléfono en nuestro sector”, cuenta.
Han pasado ya 70 años y la Villa Alessandri es un ejemplo de comunidad fuertemente cohesionada, tal como la soñó Alberto Hurtado. “Él entregó oportunidades a los obreros para surgieran con sus familias. Fue un grupo de gente muy especial que educó muy bien a sus hijos, los que se hicieron buenos profesionales. Pura gente de esfuerzo”, concluye Erika Rubio, la presidenta de la junta de vecinos.
Nos imaginamos lo contento, señor, contento, que debe estar el padre Hurtado con la notable comunidad que logró construir hace 70 años.