Juan Cristóbal Romero – Director Ejecutivo Hogar de Cristo

Publicado: En Cartas al Director, El Mercurio.

Han pasado tres semanas desde que varias comunas del norte de nuestro país se vieron destruidas por la fuerza de la naturaleza. Como Fundaciones Hogar de Cristo no solo hemos sido testigos presenciales, sino que vivimos en carne propia los daños materiales y humanos de esta catástrofe. Podemos afirmar que la gravedad de esta emergencia es solo comparable a lo ocurrido en el terremoto del 27-F, ocasión en que el país entero acompañó el dolor de las familias durante el tiempo que duró la emergencia y reconstrucción de las zonas devastadas, permitiendo así que la ayuda se llevara a cabo con la debida coordinación y urgencia.

El panorama es grave. Según datos de la Onemi, producto de este aluvión hay 29 muertos y 59 desaparecidos, y cientos de casas, colegios y hospitales sufrieron graves daños estructurales debido al barro. Los suministros básicos se han suspendido provocando una emergencia sanitaria que previsiblemente tardará más de 50 días en normalizarse. Más de 48 mil niños, niñas y jóvenes no han vuelto a sus estudios. Todo esto se suma a los graves efectos sobre el empleo y los eventuales problemas de salud producto de la contaminación por metales pesados.

Es cierto que el país está viviendo un tiempo de fuertes cambios políticos y sociales, pero no podemos bajar el sentido de urgencia y relegar a un segundo plano a estos miles de chilenos que necesitan todavía de nuestra ayuda.

Tal como lo hemos hecho en anteriores catástrofes, no bajemos la guardia.