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Mar

2018

Mujeres migrantes 2: Sima Palacios de Venezuela

Sus pasarelas son las calles, las ferias libres, las filas en Extranjería. Buscamos cinco mujeres migrantes para que ilustraran con su belleza las páginas de moda de la revista Paula. Cuatro de ellas encarnan dos fenómenos globales: la migración por razones económicas y la feminización de la pobreza, mientras la quinta trabaja en el Servicio Jesuita al Migrante. En el Mes de la Mujer, ésta es la historia de discriminación que ha enfrentado Sima por un cubo de caldo.

Por Ximena Torrer Cautivo.

Fuente: Revista Paula. 

Todo por un cubo de caldo: la discusión, las lágrimas, la conciencia de que en su país, en su casa, en su familia, están pasando hambre. Sima Palacios Levi, 31 años, asistente social y parvularia, con 8 años de estudios superiores en su Caracas natal, vive desde hace dos en Santiago. Dejó todo y se vino con su novio a Chile, su segunda opción. “Queríamos migrar a Francia, pero el seguro médico que nos exigían para viajar, por la alta inflación en Venezuela, se volvió impagable. Hasta tomamos clases de francés, pero no se pudo y aquí estamos”, dice esta joven profesional que en su país “tenía dos empleos y me alcanzaba justo para comer. Esa es la realidad. Yo no tengo posición política, pero en relación a Maduro me hace sentido una frase de Simón Bolívar: ‘Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de ahí se origina la usurpación y la tiranía’”.

En Chile, Sima primero trabajó en un kiosko en el centro de distribución Bodega San Francisco. Fue muy bien tratada, pero sentía que no estaba aprendiendo nada. Como arrienda un pequeño departamento en Alameda con General Velásquez, se enteró en la Municipalidad de Estación Central de una feria laboral, donde conoció los cursos gratuitos de Fundación Emplea del Hogar de Cristo. Se inscribió en uno de asistente administrativa. En diciembre se graduó y se quedó trabajando en Emplea. “No gano tanto, pero me apasiona el tema social”. De Chile, lo que más le ha impresionado es lo cubierta que está la gente en la playa. “Nunca vi tan poca piel al sol sobre la arena”, dice sobre su reciente visita a Concón. Y la discriminación que “es menor con los venezolanos”, aunque eso no la ha salvado. “Me pasó en La Vega, donde una vendedora se molestó porque no sabía pedir un caldo en cubito. Al final, me dijo que si no aprendía los nombres de las cosas, mejor me volviera a mi país, ese donde, a diferencia de Chile, no tienen ni para comer… Y yo pensé en mi mamá, que efectivamente podía estar pasando hambre, y lloré”.