Oct
2019
La desigualdad en la protesta
Por José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán del Hogar de Cristo
Conversé esta mañana con Roberto, que vive en la Casa de Acogida del Hogar de Cristo, en Estación Central. Él quería que les dijera a los nuevos ministros, que salieran a las calles y se ocuparan de aliviar las necesidades de las personas que viven ahí, las que con motivo del estado de emergencia y el toque de queda estuvieron mucho más a la intemperie que el resto del año. Me conmueve Roberto. Ya tiene sus años, y de ellos ha vivido unos buenos en la calle. Sabe de qué habla. Sabe que, en medio de la confusión y crisis sociopolítica en la que estamos inmersos, los que más mal lo pasan y lo seguirán pasando serán los más pobres y vulnerables, los que no cuentan con redes ni apoyo.
El despertar de estos días, que ha volcado a millones a las calles, ha puesto en evidencia las enormes brechas que existen en nuestro país. Un riesgo de este momento de tanta debilidad institucional es que algunos grupos organizados y fuertes se tomen la agenda y presionen por poner sus intereses por sobre los del bien común. Es lo que pasó con la marcha de los camioneros el viernes, pidiendo que se acabe el cobro de TAG. Son ellos los que más destruyen con su uso las autopistas y los que se benefician de ellas precisamente para hacer su trabajo y, además, ya tienen la regalía del impuesto específico al diésel más bajo que otros combustibles.
Ha pasado en ocasiones anteriores: debido a la presión de grupos organizados se toman decisiones de política pública regresivas, que no benefician a los más pobres, sino que agrandan las brechas. El anuncio de la nueva agenda social ha incluido el de la sala cuna universal, que curiosamente no ha sido relevado en su importancia. Es una medida importante y necesaria, pues apunta a atacar una de las raíces de la desigualdad, la de la cuna, además de favorecer el empleo de las mamás de esos pequeños.
El Estado tiene el deber de promover y ser garante del bien común, que es el conjunto de las condiciones sociales que favorecen el que cada cual, cada familia, cada grupo intermedio, despliegue al máximo de sus capacidades. Ha quedado claro en estos días que las condiciones sociales de nuestro país son percibidas por una gran mayoría como poco favorables. No basta para frenar la demanda social el mirar para el vecindario, ufanarnos del PIB per cápita más alto del continente o una serie de éxitos que nos hacen estar a la vanguardia en varios índices. La sensación ambiente es que Chile puede más. Pero ese más no va a ser posible si cunde entre nosotros la violencia y la destrucción, la descalificación o la búsqueda de una ganancia oportunista. Tampoco va a ser posible si no tiene en cuenta a los que no alzan la voz ni salen a marchar.
Como Roberto, les pido a los nuevos ministros que tengan especialmente en cuenta en su trabajo a los más pobres. Esos que, a decir de Eduardo Galeano, cuestan menos que la bala que los mata.