Ene
2019
Código Rojo: Vivir en calle con 40ºC
No corre una brisa frente a la Posta Central. Son las 16:14 horas y una aplicación del celular marca 29 grados. Pero a todo sol, hay 40. Sonia se ampara a la sombra de un edificio. Cada tanto, salpica con agua la vereda donde está su carpa; así enfría el cemento calcinante, previendo aplacar en algo el calor que durante la noche, el hormigón y el asfalto vuelven insoportable. Así se vive en calle en verano.
Por Matías Concha.
“Sale aire caliente del piso. Me tengo que ir a mojar a un baño público que me prestan, aunque me cuesta llegar, porque con el calor se me hinchan los pies. Y en las noches, como lo cierran, tenemos que mojarnos con botellas de agua”, detalla Sonia, que ha pasado muchos de sus 40 años viviendo en las calle. Ella sabe lo que son el el frío, la humedad, la lluvia y hasta la nieve del invierno para las personas como ella, pero también padece los rigores del verano.
El asfalto, el ladrillo, el hormigón y los tejados oscuros actúan como esponjas durante el día y emiten calor por la noche. Con temperaturas sobre los 30 grados, el organismo ya no se puede enfriar: la combinación de pobreza, enfermedad y calor se vuelve una mezcla peligrosa.
Desde el verano récord de 2017, cuando se registraron los devastadores incendios forestales en la zona central del país, que no se experimentaban temperaturas tan extremas. Según la Dirección Meteorológica de Chile, se espera una ola de calor entre las regiones de Coquimbo y la Metropolitana. Los días más calurosos serán el miércoles y jueves con una máxima de 33°C a 35°C en la zona precordillerana, mientras que en la capital, los días con temperaturas más altas serán jueves y viernes, tanto en el valle como en la precordillera, con una máxima entre los 33°C y los 35°C.
Con esas condiciones, el aire acondicionado es un salvavidas para aquellos que pueden permitírselo, pero hace que las calles sean aún más calientes para los que no pueden. Las personas en situación de calle -que no son bienvenidas en espacios públicos, como centros comerciales y restaurantes- intentan en vano escapar de la ola de calor.
“Como a mi esposa le cuesta caminar –sufre de polio- le busco una manguera para refrescarnos, así nos mojamos”, señala Juan (45), que lleva más de 20 años viviendo en la calle. Cuenta: “Una vez nos tiramos a la fuente que está en Patronato con Ismael Valdés Vergara, pero como tiene mucho cloro salimos con la piel irritada y a mi señora le dio una alergia, además se le puso el pelo verde”.
Cada verano es la misma imagen: decenas de chiquillos salpicando en fuentes en la vía pública. Lo importante es saber que son piletas tratadas con alta cantidad de químicos anti-hongos, anti-algas y anti todas esas cosas que se ven feas al oriente de Santiago. A Juan, guardia de seguridad del Parque Forestal, no le gusta el verano porque se la pasa correteando a personas en situación de calle que pasan el calor bañándose en fuentes públicas. “Los que se bañan son siempre los mismos: los indigentes, los pobres, también algunos escolares, a ellos me toca retarlos todos los días”, cuenta. A Juan le preocupa que en el centro de las piletas se ubica el sistema de luces, que puede provocar la electrocución de alguna persona. “Una vez se electrocutó un perro en una pileta de Santiago”, recuerda, aún impactado.
“Como yo trabajo cuidando autos, el calor me quema, y pa’ no estar todo el día encerrados en la carpa, sin ventanas, nos damos un chapuzón en la pileta”, dice Sergio (46), mientras le chifla a su polola para que venga a acompañarnos sentados sobre el pasto del Parque Forestal. “Es más por ella, porque si es por mí prefiero mojarme con la manguera”, dice, riendo. “Me tiro un chapuzón cada media hora, la gente no cacha que cuidar autos en esta época no es fácil”.
La pileta sale gratis y el agua, según Verónica, ayuda para la salud: “Como tengo diabetes, me preocupo de estar siempre bien hidratada. Eso es lo más difícil en verano porque a veces cortan el agua. En esos momentos hay que saber qué agua tomar porque algunas son de pozo. Entonces si la cortan, tenemos que ir con baldes a buscarla, pero aunque a usted le parezca chamullo, aún hay gente que no presta la llave, aunque sea pública”. Y continua contando que ellos “no molestan nadie, por eso lo’ pacos no nos pescan, tal vez entienden que el calor para la gente de calle es insoportable”, revela mientras abraza a Sergio.
Según cifras de Hogar de Cristo, de una población de 12.255 personas en situación de calle, el 97% no tiene acceso a agua potable para beber. Lo que más preocupa es la presencia de enfermedades crónicas, porque el verano hace que las personas ya en riesgo, sean aún más vulnerables al calor.
En la esquina frente a la Posta Central de Santiago, Sonia espera su turno para ver a un doctor, tiene los pies muy enrojecidos, hinchados y con unas enormes ampollas. En Chile, el 16% de las personas en situación de calle son mujeres, unas 2.400, de las cuales un tercio derivó a esta vida producto de violencia intrafamiliar en su casa. “Vivir así siempre hace mal, en invierno te preocupas de no morir por hipotermia y en verano de no terminar insolada, ahora mismo mis pies me están matando”, expresa, acalorada.
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