Jun
2017
¡Juntos convertimos la noche más larga del año en #LaNocheMenosFría!
Yvonne, la diva del Zanjón de la Aguada
La estadística dice que el 84% de las cerca de 15 mil personas que viven en situación de calle en Chile son hombres, pero anoche en una de las 6 rutas organizadas por el Hogar de Cristo las mujeres fueron mayoría.
Por Ximena Torres Cautivo.
Las voluntarias del Hogar de Cristo María Inés Soto y Carmen Bernal son nuestras guías en la camioneta número 6. Seis vehículos, con diez personas cada uno, de las cuales unas 36 son invitadas. Van desde el presidente de la CPC Alfredo Moreno hasta el actor Cristián Campos, desde la emprendedora Alejandra Mustakis hasta el ex arquero de Colo-Colo Daniel Morón, desde el diseñador y escritor Francisco Javier Olea hasta el comediante y también dibujante Rodrigo “Guatón” Salinas.
En la camioneta 6 emprendemos nuestra ruta por San Miguel y San Joaquín, buscando a los más vulnerados entre los vulnerables, los que habitan a la intemperie, los que hacen de la nada su casa. Somos 9 mujeres y un hombre, el periodista Juan Andrés Quezada, quienes partimos con la intención de hacer menos fría la noche más larga del año, la que da inicio al invierno, para repartir “parches” que pueden ser salvavidas: sopa caliente, té, café, panes con queso y mortadela.
El difunto escritor Pedro Lemebel, en su libro “Zanjón de la Aguada”, llamó a esta zona de Santiago “el piojal de la pobreza chilena”. Lo conocía bien, porque nació allí, en esa “ribera de ciénaga, donde a fines de los años 40 se fueron instalando unas tablas, unas fonolas, unos cartones y, como por arte de magia, florecían entre las basuras las precarias casuchas que recibieron el nombre de callampas por la instantánea forma de tomarse un sitio clandestino en el opaco lodazal de la patria”.
Desde entonces han corrido casi ocho décadas bajo los puentes. Se han construido autopistas, vías segregadas, hay modernas luminarias, buen pavimento. “La ribera de ciénaga”, a la que los mapuches llamaban “Chuchunco”, ha sido canalizada y, con cierto cinismo, los entendidos se refieren a esta avenida como “la costanera de los pobres”.
Pero ninguna modernidad ha logrado impedir que Yvone Mary Pinto Rodríguez, de 42 años, y muchos otros como ella, encuentre en estas orillas inmundas una porción de suelo donde plantar sus banderas de soberanía. Se las disputan, eso sí, los guarenes. “Yo creo que fue un guarén el que me mordió”, nos explica, luego de saltar atléticamente la reja que aísla el zanjón de la vía rápida.
Amaya Forch, Carmen Gloria López, Tamara Cáceres, Carola Fritz, Javiera Quezada y las monitoras María y Carmen, rodean a Yvonne, que es menuda y simpática. Viste un pantalón floreado, botas cortas, una polera y una parka delgada, inútil frente al frío húmedo que cala. Tiene el pelo muy corto y usa un coqueto gorro negro tejido, con el detalle de una flor rosada de lana en la visera. Se agacha y se levanta el pantalón para mostrar las mordidas que le dejó el ratón en una de sus piernas. Son dos heridas. Una se ve muy mal, probablemente está infectada. “No estoy segura que haya sido un guarén, pero en la noche, cuando duermo, los ratones me pasan por encima. A veces tengo que corretearlos a piedrazos”, me dice en un aparte, luego de los cantos, los abrazos y las emociones.
Carmen Gloria le celebró lo linda y la fotografió, Amaya le cantó un bolero, todas reímos con sus reiterados “My God!” y compartimos la emoción de una sentida canción religiosa que interpretó, llorando.
Antes nos había conmovido con una suerte de histriónica letanía biográfica: “Yo he vivido la droga y quiero salir de ella. Estuve en la fundación Puertas Adentro, entonces me sentía tan linda. Tenía las uñas largas y rojas. ¿Se fijaron cómo salté la reja? Tengo buen estado físico. My God! Hace 20 años que no veo a mi familia. Son de Valparaíso. Me da pena, mejor cambio el switch. Yo soy una persona tóxica, pero él era peor. ¿Les dije que me siento más o menos porque me mordió un guarén? Ando sin calcetines, porque tengo la pata hinchada. También tengo el hígado hinchado porque antes tomaba una colonia muy mala. Ahora tomo copete nomás. ¿Les canto? Cantar me tranquiliza. Grapaciaspas apa topodapas. Gracias a todas, porque supongo que no todas saben hablar jerigonza”, concluye, contando generosamente su vida y feliz de que la hayamos acompañado, escuchado, mirado.
María, la voluntaria del Hogar de Cristo, abraza a Yvonne. Le dice que volverá pasado mañana y la llevará al consultorio para que le curen la herida y le den antibióticos. Yvonne es dócil y agradecida; María, amorosa como una madre. Dice que ha visto el deterioro de Yvonne en la calle. Que se conocen desde hace años. Que la ha visto adelgazar, envejecer y perder uno a uno todos sus dientes. María dice que la calle daña y mata, más a las mujeres que a los hombres. Y que la droga es una maldición.