Nov
2019
Paul González: Quiero que sean las cabezas pensantes del futuro
Conversamos con este profesor de la escuela Nuevo Futuro de Lota, justo un día antes de que el país explotara en rabia, incendios, saqueos, en la expresión más extrema de un hastío generalizado con un sistema insensible a la pobreza y a la desigualdad. Iniciamos con esta entrevista una serie de temas que explican los muchos por qué de la explosión social que estamos viviendo.
Por Ximena Torres Cautivo
Esta conversación fue el jueves 17 de octubre pasado, en Lota, en un rincón esperanzador de este lindo país esquina con vista al mar. Antes de que el viernes 18 de octubre, la rabia por la desigualdad y el abuso nos explotara a todos en la cara y el país ardiera por los cuatro costados.
Transcribiéndola ahora, tiene todo de presagio.
Paul Gonzalez Moreira (33), profesor de pedagogía en historia, es el encargado de formación y diagnóstico en el Colegio Nuevo Futuro de Súmate del Hogar de Cristo, ubicado en Lota, una de las comunas con mayor índice de pobreza en la Región del Biobío. Acoge a 75 preadolescentes y adolescentes que habían estado fuera del sistema escolar a causa de su extrema vulnerabilidad y pobreza y buscan aquí recuperar su derecho a la educación. Tienen entre 13 y 24 años, alto rezago escolar y hacen dos años escolares en uno, en dos niveles. El 60 por ciento son mujeres, diez de ellas -madres adolescentes- asisten a clases con sus guaguas y todos los compañeros y los profes las apoyan y se turnan para cuidar a los pequeños cuando hace falta. Tienen talleres de rap, belleza integral, deportes mixtos, gastronomía, círculo motivacional y asesorías de curso. El aprendizaje se basa en proyectos y los ramos no son los mismos de la educación regular, y todo, eso sí, está cruzado por el desarrollo de habilidades socioemocionales.
-Aquí las notas no importan si el cabro no es capaz de saludarte primero. Yo tengo tres estudiantes muertos a causa de la droga y del narcotráfico. A veces las calles se los comen; la plata y el estatus del narco les llaman la atención y deben aprender a lidiar con esa tentación. Este colegio partió en 2013 y los primeros dos, tres años no fueron fáciles. Teníamos cabros con altos niveles de consumo de pasta base, aún hoy algunos llegan con consumo de marihuana, pero tenemos que acogerlos si queremos ayudarlos, convivir con eso y no juzgarlos. Si yo hubiera vendido los kilos y kilos de marihuana que he botado al wáter, me podría haber construido una casa –dice, riéndose. Y agrega: Y no sé a quién entregarles las armas “hechizas” que he requisado. ¿A los curas, a los carabineros?
-¿Cómo han logrado ir cambiando la situación?
-Hasta el 2015 no era raro que varios anduvieran con armas “hechizas”, con pistolas, cuchillos. A mí me han rayado más de 5 veces el auto, porque en un comienzo el perfil de nuestros chicos era muy delictual y nosotros teníamos muchas ganas pero pocas herramientas para el trabajo de reinserción educativa con este tipo de población. Éramos aprendices entusiastas, ahora hemos aprendido y sabemos muchísimo. Hoy sabemos lo que hacemos y entendemos de qué se trata nuestro trabajo.
Reparación es el sustantivo y el verbo que se conjuga en todas sus formas en esta escuela de segunda oportunidad a la que Paul distingue de la numerosa oferta que existe en Concepción. “Hay muchos establecimientos que ofrecen dos años en uno para sacar el octavo básico, que es requisito para obtener licencia de conducir y postular a la pega de chófer. O hacer la enseñanza media en dos años, porque tener el cuarto medio rendido es una exigencia laboral. Se orientan a satisfacer una necesidad práctica de jóvenes y adultos. Ahí hay una gran competencia. Nosotros no hacemos eso, lo que buscamos en esta escuela es restaurarles la vida. Lograr que los chicos se sientan valorados como personas”.
-¿Qué pasa con lo académico? ¿No pesa tanto?
-Sí, también, pero lo central es reparar el daño que acarrean nuestros alumnos. Gracias a las becas Súmate, tenemos chicos que están en la educación superior. Otros que se encuentran trabajando en las pesqueras, en la papelera… Cuando me los topo en la calle, nos saludamos, nos abrazamos. Son cabros con los que hemos llorado juntos, que te ven como una presencia significativa, porque ha sido aquí, donde, por primera vez, muchos de ellos, se han sentido queridos, escuchados, abrazados.
CON DOS MUELAS MENOS Y LAS GANAS INTACTAS
El profe Paul es oriundo de Tomé, pero vive desde hace tiempo en San Pedro, en Conce, lo que implica un pique largo hasta Lota, el que hace a diario desde marzo de 2013. En esa fecha, llegó a la Escuela Nuevo Futuro gracias a un aviso en el diario. “Hasta entonces siempre había trabajado en educación popular, por lo que conozco bien las necesidades reales de ese Chile invisible que parece no importarle a nadie. Gente analfabeta que puede estar 4, 5 horas en el consultorio esperando que la atiendan y que no tiene herramientas para reclamar. Conozco bien lo que pasó en esta región después del terremoto y maremoto de 2010, en que se produjo un abandono masivo de la educación. Cabros que se quedaron sin casa, perdieron seres queridos, que se trasladaron a otras partes, que tuvieron que apoyar a sus familias y salir a trabajar. Es una generación completa que quedó desescolarizada, porque entonces dejaron de ir a clases. Y nadie los buscó para que volvieran”.
Él es experto en estas búsquedas. Ha recorrido a caballo vastas zonas rurales en busca de niños y jóvenes que no van a la escuela. En la Región del Biobío se estiman en 15 mil los que estarían fuera del sistema escolar, pero Paul cree que la cifra se queda corta. Así, en un nada fácil puerta a puerta, encontró a Jocelyn y Luis, hermanos que viven en Curanilahue. “La mamá había pasado por el trance judicial de que el Sename se los quiso quitar y tenía terror de repetir la experiencia, por eso les tenía prohibido que abrieran la puerta. Jocelyn era una chica con una autoestima bajísima y un alma preciosa. Hoy, viaja todos los días para venir a clases y está por egresar de enseñanza media y quiere entrar a la Armada. Hay tantos chicos, cuyas historias impactan. Cabros de 17 años a los que nunca nadie los había llevado a un hospital, que no tenían carnet, ni registros médicos, ni vacunas puestas”, describe Paul.
Experto en diagnósticos y en elaborar los planes de desarrollo para cada cual, este profesor de historia ya no está en aula, pero sabe qué sucede con cada uno de los 175 alumnos de este “Nuevo Futuro”. “Yo socializo desde otras plataformas, lo que es muy distinto de estar en sala. Acá los profes trabajan con cabros con procesos educativos descendidos y deben enfocarse en la reparación en todo sentido; eso requiere conocimiento académico, humanidad, mucha calle, un tremendo cuero de chancho, un entusiasmo desmedido, mucho sentido crítico y ser cero conformista. Nuestros profesores son bacanes y están todo el tiempo desafiados y reeducándose y aprendiendo”.
El colegio cuenta con 21 profesores, 10 de los cuales trabajan en aula con los ya mencionados 75 alumnos. Muchos de ellos obedecen más a estos profes que a sus madres. “No es raro que una mamá llame al profe jefe de su hijo cuando un sábado el chiquillo no ha llegado a la casa y que sea éste quien lo ubique y le ponga hora de término al carrete”. La directora de la escuela, Mónica Chacón, usa turbante blanco, cultiva el yoga kundalini y parece una maestra espiritual; Paul está todo tatuado, usa piercing y pashmina; otras profes son tan jóvenes que se confunden con alumnas. “Acá hay espacio educativo para todos y hasta ahora a nadie lo han mandado a quitarse los piercings o el turbante, ni profesor, ni alumno”, dice, risueño.
-Hace poco en un seminario sobre exclusión escolar, expertos sostenían que escuelas de reingreso como ésta son estigmatizadoras y no ayudan a sus alumnos a reintegrarse. ¿Qué opinas?
-Yo no opino, yo sé cómo son las cosas, sé de lo que hablo, por eso les diría a esos expertos que vengan a esta escuela. Que hablen con el Bruce, que cuando tenía 6 años vio morir a su papá en la puerta de su casa a manos de una banda narco, un chico hermético, casi autista, al que le costaba mucho empatizar con las historias del resto, que acá por primera vez se ha sentido querido y ha sido abrazado y tratado con dignidad y se siente parte de una familia. Su cambio de actitud es notorio. Si los expertos dicen que esta escuela estigmatiza y es mala para estos chiquillos que vengan y nos cierren. Es que desde la academia se habla mucho sin calle, sin saber.
-¿Crees que estos chicos se sienten marginados, excluidos, estigmatizados?
-Nosotros vamos todos los años a los encuentros que se llaman Cumbres, en Santiago, donde participan alumnos de colegios pobres y de colegios ricos vinculados a la Compañía de Jesús. Ahí he oído a cabros lindos contar su historia, como el hijo de un médico, que ha ido varias veces a África para conocer la realidad de la pobreza y que sueña con cambiar el mundo, pero ¡al Bruce le mataron a su papá! ¡Esa es la diferencia! Ahí siento brutalmente lo injusto que es Chile, lo dispares que son las vidas de unos pocos y de la mayoría. Y renuevo mi reto personal: conseguir que mis cabros sean jefes, no empleados, que tengan libertad para decidir, que la calle no se los lleve. Que no sean los mandados, sino que sean las cabezas pensantes del Chile del futuro.
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